Yomeddine: Una mirada entre iguales hacia la felicidad

Una ópera prima suele ser una declaración de intenciones a toda una filmografía -o el primer eslabón de una carrera prometedora-; aunque hay directores cuyo universo precede a cualquier primer título, y AB Shawky es uno de ellos. Conocido en festivales de cortos de todo el mundo, el egipcio ahora repite la misma fórmula de sus anteriores trabajos con ‘Yomeddine’, esta vez en forma de largo.

En ella, el destino une a Beshay, un hombre que nunca ha salido de la colonia de leprosos en la que vive desde que le abandonaron allí; y a Obama, un pequeño niño soñador dispuesto a ver el mundo que le rodea sea como sea. Juntos, recorrerán Egipto dispuestos a encontrar el denominador común que los sigue apegando a una sociedad que ha decidido no empatizar con su causa.

Y es que no hace falta más para motivar al espectador: Una mezcla de costumbrismo y una realidad lejana encuentra a la audiencia desde el primer momento, dándoles lo que buscan del género con un tono fresco pero preocupado. En una dirección que sabe plasmar el mundo de unos personajes muy específicos y una visión muy personal, Shawky llega a transmitir plano a plano una humanidad que, si bien deja la sutileza a un lado en alguna escena, consigue llegar de una forma increíble.

Obama Ahmed Abdelhafiz y Rady Gamal en 'Yomeddine'
Obama Ahmed Abdelhafiz y Rady Gamal en ‘Yomeddine’.

¿La razón? Quizá un tratamiento de la sociedad que ya se pudo ver en cortos como ‘The Colonny’ o ‘Things I heard on Wednesdays’ -que ya funcionan a la perfección como sello del director- sea la más notable. Sin embargo, la humanidad que alcanza ‘Yomeddine’ viene, en gran parte, por el factor novel del reparto. Tanto Rady Gamal como Obama Ahmed Abdelhafiz se meten en un papel que sorprende desde el primer momento, aunque solo consiguen hacer llegar a la sonrisa tierna a través de la conexión que forjan minuto a minuto.

La igualdad gana en un trasfondo en el que lo único que importa es ‘El día del Juicio Final’ -traducción al uso de ‘Yomeddine’ y su co-título en su versión española- y que, sin llegar a pecar de esnob, calará hondo en gran parte de su público con, quizá, un componente dramático en ocasiones vacío, pero que se llega a pasar por alto por una interpretación dura y -¿demasiado?- real.

Y sí, la realidad social es demasiado amplia y compleja como para mostrarla en una ópera prima. En cambio, ‘Yomeddine’ hace los deberes y sabe retratar del mismo modo que la ‘Benzinho’ de Gustavo Pizzi emocionaba a espectadores de todo el mundo desde Río de Janeiro, o como ‘Roma’ de Alfonso Cuarón hacia lo propio con su México natal, aunque desde el egipto suburbial más humilde. La moraleja está clara: La felicidad es un elemento tan indispensable como igualitario.

Javier Rodrigo Saavedra

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