¡SHAZAM!: La palabra mágica
¡Shazam! es una muestra más de la vitalidad del cine cuando se refleja en los logros conseguidos por las películas que triunfaron en los años 80 y que hoy siguen siendo referente nostálgico para quienes vivieron esa época o para quienes no habiéndola vivido se han criado con la recomendación de aquellos a quienes ese cine les resulta imprescindible.
¡Shazam! es un personaje del sello DC comics creado por Clarence Charles Beck y Bill Parker que empezó publicándose en Fawcett Comics antes de pasar a DC y se llamó inicialmente Capitán Marvel, pero cuyo nombre cambió a Shazam en 2011.
¡Shazam! es el acrónimo de Salomón, Hércules, Atlas, Zeus, Aquiles y Mercurio, seis ancianos inmortales que poseen las características que convierten a quien se les traspasan en auténticos superhéroes. Y claro, al pequeño Billy Batson, un niño huérfano de 14 años, lo transforman en una superestrella cuando a esa edad adquiere todo el poder imaginable en la Tierra.
Con semejante privilegio, Billy descuida su entorno para fardar y hacerse notar en su barrio, porque además nadie sabe quién es, ya que al gritar la palabra mágica, ¡Shazam!, el nombre del hechicero que le transmitió esta potestad, su identidad cambia a su edad contraria. Es decir, si está siendo un niño pasa a ser el superhéroe, y al revés. Con lo cual es la máscara perfecta para pasar desapercibido… hasta que se aten los cabos para que cada personaje en la película descubra de quién se trata.
Y todo gracias, o por culpa de, no está muy claro en qué lado posicionarse, aunque si es del entretenimiento siempre será gracias a, un hechicero con el que Billy se encuentra una vez traspasado un umbral muy particular que puede encontrarse tanto en una puerta de su casa como en las del metro. Todo es posible en los cómics, y por lo tanto en sus adaptaciones al cine.
Para completar el universo de este superhéroe se necesita un villano, personaje que recae en el doctor Thaddeus Sivana, un tipo temible al que también otro hechicero pero en su caso del lado del mal, ha transformado en un ser horrible, con también otras particularidades que se van a corresponder con las del lado del bueno de la película, pero en su caso serán muy distintas e igual de representativas. Todo está medido en la historia que nos ocupa.

Dentro del mundo de los superhéroes convertidos en películas hay dos sellos que son pura competencia, como Shazam y Sivana, que responden a los nombres de Marvel y DC. Probablemente alguien muy aficionado a los cómics te dirá que Marvel gana la partida de sobra y que DC apenas le llega la suela del zapato, y otras degradaciones parecidas para el estudio que nos trajo no hace mucho un exitazo como Aquaman.
La espectacularidad, el ritmo, el humor, los efectos especiales y por supuesto los actores a los que ficha Marvel son para muchos el paradigma de la perfección a la hora de comparar ambas casas, y puede que DC tuviera todas las papeletas para perder la batalla con títulos como Escuadrón suicida, un esperpento en el que solo Margot Robbie tenía salvación posible interpretando a una sublime Harley Quinn.
Pero con Escuadrón suicida DC perdía solo la batalla, no la guerra, porque cuando se estrenó Wonder Woman, dirigida por Patty Jenkins, con una fabulosa Gal Gadot como la estrella de la película, ésta recaudó un auténtico récord en el cine de superhérores. Y la segunda parte se puso en marcha. Cuando el año que viene se estrene la secuela, Wonder Woman 1984, las ventas que están teniendo solo las entradas previas al estreno de Vengadores: Endgame van a parecer las de un documental ruso al lado de lo que nos espera con la nueva entrega.
Y quién no recuerda lo muchísimo que recaudó estas pasadas navidades la adaptación al cine de Aquaman, dirigida por James Wan. Una locura. A unos gustó mucho, a otros horrorizó en la misma medida, nadie quedó indiferente, pero todo el mundo fue a verla para opinar, que es lo que en realidad se debería hacer con todas las películas que se estrenan, en lugar de hablar de ellas desde los prejuicios, que son muchas veces nuestros críticos cinematográficos más fiables. Así nos hacen equivocarnos cuando realmente acabamos viendo muchos títulos a los que en principio nos negamos a darle una mínima oportunidad y acabamos metiéndolos en nuestra lista de favoritos. El cine también tiene estos delirios.

Y en nuestra lista de favoritos deberíamos meter ¡Shazam!. Una vez más DC le gana a Marvel con contundencia, ya que aún está en cartel Capitana Marvel, que es muchísimo peor que la que ahora nos ocupa. Estamos, con ¡Shazam!, ante una de las películas mas frescas y divertidas de la cartelera. Una de esas en las que el humor viene dado por el tono, no por la socarronería de sus diálogos, compitiendo por ver qué personaje suelta la frase más hilarante, o más salvaje, quedando forzado en la gran mayoría de ocasiones.
En ¡Shazam! todo fluye y todo es más natural. Dentro de lo natural que es que un niño adquiera superpoderes a través de un hechicero. Pero es que también hay un componente humano que la hace más atractiva.
Tanto a nivel familiar como en el de integración escolar. De él y de su mejor amigo, un chico al que las cosas no parecen irle bien en cuanto a popularidad y al que su superhéroe particular no atiende como es debido porque ser tan especial no pasa todos los días y hay que hacer gala de ello fuera del ámbito que más detestamos.
Y además es ochentera. En esta casi obsesión por volver a las narrativas y los estilos que predominaban en dicha década, con títulos como la reciente y estupenda El niño que pudo ser rey, o La casa del reloj en la pared, ¡Shazam! tiene claras reminiscencias al Big de Tom Hanks. Y lo cierto es que se agradece, porque en este caso, a excepción del piano que aparece en primer plano de la pantalla, sus homenajes a la película de Penny Marshall los hace con la personalidad de la que aunque beba de su espíritu no deja de desarrollar su propia personalidad.
Pero ¡Shazam! es también cine de aventuras, de ese en el que los niños se ayudaban unos a otros a conseguir lo que tenían que hacer. Unos Goonies enfrentándose a un villano con múltiples ayudantes que no tienen reparo en luchar en el escenario que sea necesario, como una feria, en la que se supone solo hay diversión y alegría. Ese tipo de contradicciones son tan curiosas que elevan fácilmente el conjunto.
Zachary Levi y Mark Strong, héroe y villano respectivamente, están tan correctos que no requieren nada más para brillar. A veces basta con hacer tu trabajo, con aparecer y decir tus frases sin necesidad de retorcer lo que ya es un logro. En ellos sus personajes son creíbles y funcionan en el universo ficticio en el que viven. Y gracias a ellos recordaremos a Shazam y a Sivana como se merecen, como personajes de cómics que nos alegraron una tarde en lugar de hacérnosla pesada y cargante.
¡Shazam! es una fiesta. Es cine de entretenimiento de primer orden, que sin estridencias consigue que nos divirtamos, que queramos ser uno más de esa familia, de esa pandilla que tanto se quiere y que no vacila ante nada para ayudarse. Cine de entretenimiento del que querremos tener una copia nada más salir en formato físico para incluirla en nuestra colección de películas que elegiremos ver en esas tardes en que ninguna televisión nos ofrezca nada que nos guste. ¡Shazam!, una vez más, habrá vencido.
Silvia García Jerez