La Gran Mentira: Entre El Cielo Y El Suelo No Hay Nada Oculto
La Gran Mentira tiene dos bazas claramente importantes: sus dos protagonistas, Helen Mirren e Ian McKellen, que saben hacer caminar, casi al 100%, a sus personajes por ese difícil filo de presentar doblez sin desvelar, por decir y no contar, suponiendo un disfrute para el espectador ante estupendas interpretaciones. Ahora, el resto de la cinta es otro cantar.
La Gran Mentira, trazada bajo la atenta mirada de la novela del escritor Nicholas Searle en la que se basa, y firmada por el responsable de la estupenda Dioses Y Monstruos, o de esos horrores llamados La Saga Crepúsculo: Amanecer Parte 1 y 2, Bill Condon, comienza su mapa del tesoro, quizá, como una suerte de Sr. y Sra. Smith, para acabar, quizá, con el esqueleto de La Muerte Y La Doncella entre manos, dejando en el plano intermedio un tiempo de desconcierto que hará que el espectador transite, quizá, por The Americans, Verano De Corrupción, Arlington Road. Temerás A Tu Vecino, El Libro Negro, Prisioneros, Marathon Man, La Deuda o las comedias, sí, como lo leen, Falsas Apariencias 1 y 2.
¡Vamos! que hasta que no se desvela el pastel no sabemos a qué carta, de la trucada baraja, hemos de quedarnos. Y, claro, aglutinar tantas posibles referencias, hace que el tono de la cinta se resienta, provocando en la audiencia de la sala una zozobra emocional al no saber ciertamente responder a la siguiente pregunta: ¿qué esconden éstas elegantes, indefensas y flemáticas personas de la tercera edad? Y no por lo bien tramado del guion, sino por lo deshilachado de éste.
Toca entonces arrojar algo de luz sin deslumbrar: los personajes principales de La Gran Mentira esconden mucho dolor, rabia y errores cometidos en tiempos convulsos, por aquello de De Aquellos Barros, Estos Lodos. Lo que nos lleva a un embarrado tono de tonos que hace que La Gran Mentira no acabe de cuajar, a pesar de los muchos esfuerzos, como hemos dicho, de la pareja protagonista. Algo que, no por ellos, sino por lo comentado, hace que finalmente no acabemos de picar el anzuelo de una historia que trazada mirando a La Vida De Los Otros igual hubiese acabado siendo una estupenda película, de esas de emociones fuertes, capaces de mezclar intriga y libros de historia o acción con vida cotidiana. Porque, ya saben bien los buenos mentirosos del cine, que la más creíble de las verdades debe estar siempre, siempre, apoyada en una impecable maraña de mentiras. Ya que si no, la verdad verdadera nos parecerá la mentira más mentirosa. Aunque cada uno siempre acabará creyéndose lo que quiera creerse.
Seamos sinceros: al final, a pesar de todo, se deja ver.
Luis Cruz