YO CAPITÁN: La odisea de la inmigración

Yo capitán narra la historia real de Seydou (Seydou Sarr) y Moussa (Moustapha Fall), dos primos carnales que viven en Senegal, concretamente en Dakar, y que desean salir de allí para llegar a Europa, a Italia, y tener una vida mejor. Es la historia que siempre hemos sabido que ocurre con la inmigración, gente buscando un horizonte que en su tierra natal no se da, gente huyendo de guerras, del hambre, de la esclavitud. Una historia que ocurrió, como tantas otras que están pasando cada día y que a veces vemos en los informativos y otras veces no. Pero no porque no aparezcan noticias al respecto dejan de darse estas migraciones, y lo suyo sería que los países acogieran a estas personas. No siempre sucede pero ellos lo siguen intentando, porque a unos no se les acoge y a otros sí, y todos quieren ser de los segundos.

El viaje a Europa no es fácil para los inmigrantes
El viaje a Europa no es fácil para los inmigrantes

Matteo Garrone, director italiano de películas estupendas como Dogman o su versión de Pinocho, así como de la célebre Gomorra, un autor de fuerte personalidad cuando refleja una historia en la pantalla, se hace cargo de llevar ahora esta odisea de la inmigración a la misma, y gracias a eso ha ido conquistando al público de los festivales en los que ha participado, como Venecia, donde obtuvo el León de Oro al mejor director y su protagonista, Seydou Sarr, también ganó premio, en concreto el Marcello Mastroianni al mejor actor joven del certamen, o en San Sebastián, donde se hizo con el premio del público a la mejor película europea. También ha conseguido pasar la lista corta de la categoría de mejor película internacional en la lucha por estar entre las cinco nominadas al Oscar el próximo 23 de enero. Representando a Italia, claro, aunque en la cinta apenas se llegue a hablar ese idioma. Escucharemos el francés y el wólof, lengua nativa de dicha etnia de Senegal y Gambia. Por eso ahora la categoría de Mejor Película de Habla no inglesa se denomina Película Internacional y ya no hace falta que se hable, en porcentaje mayoritario, alguna de las lenguas oficiales del país al que representa. En Anatomía de una caída se escucha casi más el inglés que el francés, pero da igual, porque a pesar de haber ganado la Palma de Oro en Cannes, Francia no la seleccionó como su representante, cuando, como decimos, podía haberlo hecho.

Yo capitán está llena de buenas intenciones pero sus resultados son más bien mediocres. Es posible que queriendo abrir su cine hacia un público mayoritario haya querido dejar de lado la dureza de las historias que suele trasladarnos. Normalmente, Garrone es un director que se mete de lleno en lo más áspero de todo aquello que decide contar y sus películas suponen un auténtico baño de realidad que pueden alejar a los espectadores menos propensos a ver películas especialmente brutales. Y hace bien, eso ha convertido su nombre en un estandarte del cine europeo más serio y comprometido, lo cual también supone una carta de presentación para calcular hasta qué punto el público puede aceptar mejor o peor sus películas.

En Yo capitán rebaja ese nivel de dureza que lo caracteriza y nos presenta una historia real más adaptada a espectadores diversos, no tan propensos a exponerse al Matteo Garrone más desgarrador. Habrá a quien esta táctica pueda parecerle más asequible porque provoca menos rechazo, pero a quienes estamos acostumbrados al cine que Garrone suele rodar nos sabe a poco. Contar la inmigración como un cuento de hadas, con realismo mágico, podrá tener más aceptación entre los espectadores pero si no cuentas la realidad a la que los inmigrantes se enfrentan día a día, a cada viaje, no les estás haciendo justicia. La inmigración es mucho más dura de lo que Garrone plasma en la pantalla: ni el pasaje en el desierto ni el de las torturas acaban reflejando lo que realmente se vive en ellos, y como denuncia de tales situaciones queda muy lejos de surtir el efecto que pretende.

Por lo general, la historia que narra la cinta tiene escasa fuerza. Nada parece complicado en ella, todo sigue una ruta que más allá de algunos contratiempos puede desarrollarse tal como está prevista, incluyendo una hazaña que da lugar al momento que pone título a la película: en su idioma original, Io capitano, Yo capitán en nuestro país. Posiblemente se recuerde como la más amable del director, pero no por ello será la más redonda de su carrera, una carrera excepcional que con este estreno no puede sumar otra joya a su trayectoria.

Silvia García Jerez

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