ANATOMÍA DE UNA CAÍDA: Ocaso familiar
Anatomía de una caída, de Justine Triet, comienza de una manera peculiar: una curiosa entrevista en una casa apartada en los Alpes franceses. La dueña de la casa es la que está siendo objeto de las preguntas de una amiga, que intenta enterarse de las respuestas pero es imposible porque en el piso de arriba de ese chaletito de madera en medio del bosque en que vive el matrimonio con su hijo pequeño suena un tema a todo volumen. P.I.M.P., del rapero 50 cent, en una espectacular versión instrumental de Bacao Rhythm & Steel Band. Tanto se escucha, tan incómodo resulta, que Sandra Voyter (Sandra Hüller), la esposa entrevistada, propone dejarla para otro día, para otro momento e incluso para otro lugar. Hasta en el bar se escucharía mejor lo que intenta decir.
Anatomía de una caída comienza con esta escena tan aparentemente banal, que tan crucial será más adelante, y continúa con la secuencia capital, la que en la segunda parte de la película nos va a llevar al juicio al que se va a enfrentar Sandra. Porque poco después de la fallida entrevista su hijo sale a dar una vuelta por la zona con su perro. Daniel (Milo Machado Graner) recorre el lugar, completamente nevado, alrededor del que vive, y cuando vuelve a casa se encuentra con su padre, Samuel (Samuel Theis) tirado en la nieve con una herida en la cabeza. No se mueve. Daniel lo llama a gritos pero él no se mueve. De tanto gritar, Sandra sale a ver qué pasa y descubre la situación. Su marido, a los pies de su hijo, ha fallecido por lo que parece haber sido una caída que nadie ha visto. Pero no hay otra explicación.
¿O sí? Rápidamente empieza la investigación preliminar. El abogado (Swann Arlaud) llega a la casa y Sandra es objeto de preguntas, preguntas y más preguntas que ella responde como puede. Con mayor o menor seguridad. No todas son fáciles, la memoria no siempre está tan convencida de las cosas. También a Daniel se le formulan. Es menor pero ha sido quien ha encontrado a su padre muerto y ha tenido actividad previamente en esa casa. Su testimonio puede ser muy importante.
Lo que queda claro es que Sandra ha jugado un papel dudoso en todo esto. Nadie vio la caída, ella estaba en casa y su relato no es tan contundente como debería. Tendrá que testificar ante el juez.
Y da comienzo la segunda parte de Anatomía de una caída, el largo proceso judicial que nos va a revelar muchos secretos de lo que parecía un matrimonio ideal.
Anatomía de una caída lo es también, por lo tanto, de esa imagen perfecta de un marido y una mujer. ‘Anatomía de un matrimonio’, podría haberse titulado. Al vivir aislados en los Alpes franceses quién iba a cuestionar su perfección, seguro que eran una pareja modelo, con un hijo estupendo. Pero la realidad no siempre es la que parece y cuando llevas a cabo la disección de lo que se ve puedes encontrarte con una oscuridad que no esperabas en la parte invisible. Trapos sucios que apenas se hayan lavado que dejan en evidencia que no todo es tan idílico como pensabas.
Pero Anatomía de una caída no es tan evidente. No es cine norteamericano y por lo tanto hace gala de otra fórmula. Se trata de una producción francesa hablada sobre todo en inglés, pero no deja de ser una película europea. Eso cambia mucho la mirada, la hace menos obvia, tanto en su forma como en su fondo. Así que el espectador también va a ser vapuleado. Te descoloca. Nada está claro aquí. Todo puede ser pero nada es un hecho. Sandra no lo pone fácil. El suyo no es un caso sencillo y el espectador, por mucho que vaya acumulando cartas no puede adelantar la partida. Justine Triet rompe siempre los esquemas que el cine norteamericano nos ha establecido y vamos a navegar en aguas inciertas, por muy en calma que parezca estar la mar.
Y es que Triet dirige con una inteligencia sublime esta historia llena de contradicciones, de giros, de sorpresas. Cada dato es fundamental. En las dos horas y media de película Anatomía de una caída ofrece una representación impecable de una convivencia extraña, en la que marido y mujer tienen mucho que reprocharse. Su guión milimétrico, su montaje endiablado, sus interpretaciones precisas. El film francés es una filigrana hecha con el máximo cuidado, con mimo incluso. Con un rigor digno de asombro.
Protagonizada por Sandra Hüller, quien hace unos años fuera la hija de Toni Erdmman, film alemán que fue nominado al Oscar, la actriz de esa misma nacionalidad está siendo el centro de atención de la temporada de premios. No sólo por esta película, también por la británica La zona de interés, que al igual que la que estrena ahora salió vencedora del festival de Cannes. Anatomía de una caída, de hecho, se hizo con la Palma de Oro, y lo cierto es que está siendo una Palma muy alabada, en buena parte por el colosal trabajo de Sandra, que interpreta a una mujer compleja, llena de claroscuros, de contradicciones, que parece muy segura pero cuya actitud desmonta su relato.
Cuenta con escenas prodigiosas donde lleva la iniciativa. La cámara está pendiente de ella, sabemos que es el centro de atención y como tal en ella se fija. En la gran discusión con su marido es Sandra la que ocupa el espacio cinematográfico, la pantalla le pertenece porque es tan importante lo que dice como la manera en que lo pronuncia. También lo son sus miradas, sus movimientos. Sandra está espectacular en cada plano. Debe haber sido un trabajo agotador, de una concentración profunda que requiere que el actor esté en plena forma, y de este modo nos obsequia con una de las mejores interpretaciones del año.
Si mató a su marido o no es la gran pregunta de la película, pero como en esas grandes historias en las que lo principal es el viaje y no el momento de llegar, poco importa la respuesta cuando estamos ante un relato tan bien hilado, ante un juicio con tanta tensión, con tantos testimonios importantes, con el tema instrumental que sonaba al inicio como una prueba más entre los indicios. Su montaje, tan bien ejecutado, envuelve éstos con los datos que se van aportando y poco a poco el conjunto nos va mostrando una convivencia tan poco idílica que el espectador también se va a poner en el lugar de quienes tienen que juzgar a la principal sospechosa. Ya no vas a ser tan espectador como creíste cuando entraste en la sala.
Anatomía de una caída está concebida como un drama, es un drama, pero con el envoltorio del mejor thriller posible. La acción es interna, la tensión, evidente. Un thriller por las calles de San Francisco no tiene más, tal vez tenga incluso menos. Salimos agotados, exhaustos, después de asistir a este combate entre Sandra y el jurado, Sandra y el juez, Sandra y su propia familia y amigos, Sandra y la opinión pública. Agotados, cansados, pero felices, porque Anatomía de una caída no sólo es una gran película, también gana en el recuerdo, se va haciendo más y más importante, porque lo es, pero va quedando patente en nuestra memoria y confirma que Justine Triet ha bordado una historia que ya se estrena como un clásico y que el tiempo confirmará como tal.
Silvia García Jerez