UN AMOR INTRANQUILO: Vivir con bipolaridad

Un amor intranquilo nos sumerge en el problema de la salud mental. En concreto, en el trastorno de bipolaridad. Y lo hace con respeto pero sin distancia, metiéndose a fondo en lo que supone estar enfermo de un trastorno cuyos brotes te alejan de ti mismo para hacerte hacer cosas increíbles, en el peor sentido de la palabra. Pero la película también está pendiente de la familia del enfermo, que ha de lidiar con situaciones que no son convenientes para ninguno.

Un amor intranquilo cuenta la historia de una pareja que se quiere muchísimo, solo así es posible aguantar el infierno por el que pasan. Son Leïla (Leïla Bekthi), la abnegada esposa, y Damien (Damien Bonnard), el marido que necesita ayuda y tratamiento, pero que se niega a estar sometido a las pastillas de litio. El hijo de ambos es Amine (Gabriel Merz Chammah), un niño en edad escolar pero perfectamente consciente de lo que ocurre en casa, por mucho que su madre quiera mantenerlo lo más al margen posible. Los tres son víctimas, uno por padecer la enfermedad y los otros por sufrir sus consecuencias, y juntos harán lo posible por vivir de la mejor manera con ella.

Damien Bonnard es Bonnard, un pintor con bipolaridad, en Un amor intranquilo
Damien Bonnard es Bonnard, un pintor con bipolaridad

Un amor intranquilo llega a nuestro país tras haber pasado por algunos de los mejores festivales del mundo. De hecho, en el primero en el que se vio fue en Cannes, que se sitúa a la cabeza de todos ellos. Más tarde se exhibió en San Sebastián, otro de los más importantes. Y en ambos cosechó el éxito que se merecía. Porque es una de las joyas del cine reciente.

Seguir a esta pareja al principio parece fácil. Sabemos que él está enfermo, no se oculta en ningún momento, pero la sensación de cotidianeidad es la habitual. Ellos son artistas y a él lo vemos pintar en el taller. Pero poco a poco la presión por tener acabados varios cuadros para una exposición lo va estresando y por muy bueno que sea, que lo es, su día a día empieza a ser no dormir por las noches, estresarse y no bajar el ritmo. Y eso no puede ser. Su mujer y su hijo se preocupan, pero él está centrado en su trabajo, y en salir al lago, que no está lejos pero al que es un peligro ir cuando no estás bien.

Y todo se va agudizando, y el estrés llega, y los brotes no paran, y su comportamiento se desboca, y Damien es cada vez menos Damien para convertirse en alguien terrible, alguien intratable y temible. Hay secuencias verdaderamente claustrofóbicas incluso estando al aire libre. Damien trata de llevar una vida normal sin que pueda ser posible, revolucionándolo todo. Por momentos la tensión que se crea en la película recuerda a la de Custodia compartida, que no habla de lo mismo pero que también provoca angustia en el espectador que asiste a lo que ocurre.

Joachim Lafosse, director belga que firmó Después de nosotros, es el responsable de hacérnoslo pasar mal con Un amor intranquilo. Y lo consigue. Es una reflexión sobre una enfermedad mental que apenas se conoce y nos enseña hasta qué punto es complicado vivir con alguien que la padece. Hablamos mucho de la salud mental pero no siempre sabemos bien a qué nos enfrentamos, y esta película nos lo expone con la crudeza con la que, es de imaginar, la experimentan quienes la padecen.

Cine y vida a veces se dan la mano, y no están exentos de ofrecernos una obra maestra que nos ayude a comprender qué le sucede a quienes enferman de bipolaridad. Humanidad y rigor en la dirección, compromiso con la salud mental, con no tratarla por encima cuando más duele para no herir la sensibilidad del espectador, pero tampoco siendo tan crudo como para que éste no llegue hasta el final del relato. Porque nosotros salimos del cine pero hay quien no puede huir de lo que le ocurre. Y al menos, a la salida, somos más conscientes de a qué se enfrentan. Y por el camino a descubrirlo hemos asistido a una gran película.

Silvia García Jerez

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