El Silencio De La Ciudad Blanca: Buena Oportunidad Para Leer
El Silencio De La Ciudad Blanca es un caso claro que contradice la opinión expresada por el personaje de Shirley MacLaine en la adaptación al cine de la obra de teatro Magnolias De Acero, que decía: Yo no leo libros porque si son buenos los convierten en películas. Pues va a ser que no. Aceptamos que lo último del director de la también fallida, aunque mejor, adaptación literaria de la novela El Aviso, Daniel Calparsoro, sea una película, ahora que buena es igual decir mucho. Es un hecho: la primera adaptación a pantalla grande de un volumen de la trilogía que firma, negro sobre blanco, la escritora Eva García Sáenz De Urturi apunta relativas maneras, sí, pero no acaba de enganchar como así lo ha hecho en formato libro El Silencio De La Ciudad Blanca.
Apunte para lectores: puede que los fans lo lleven bastante mal al apagarse las luces. Argumentos para tal aseveración: Hay un claro desacierto en la creación del casting protagonista, al menos para el que esto escribe, y es la elección de Belén Rueda, que no acaba de dar con su personaje, rodeada por un elenco que lucha, con mayor o menor suerte (el actor Manolo Solo siempre es eficaz), por dar credibilidad a el sinfín de recovecos que tienen sus personajes y la historia que los acorrala, y que quizá con una, a muchos niveles, intención más alta que la de poder abrir saga cinematográfica para llenar las arcas, hubiese, hubiesen, tenido otro recorrido.
Otra posible complicación, del todo abrumadora aquí, es la siempre difícil traslación del entramado de un libro que, en el caso que nos ocupa, se queda solo con los puntos fuertes, que llenarán los ojos del espectador, pero que no mantendrán su atención al no estar cosidos con fuerza al tejido de una trama, mutada en fina tela pespunteada y no en recio patchwork reforzado que nos haga llegar, gracias a jirones con g de guion, a un final que debería ser perversamente apoteósico y que acaba siendo unos ¡Estaba clarísimo! ¡Lo qué pensábamos! ¡Es qué se le veían las costuras desde el principio!
No hay dudas de que el universo creado en un libro es siempre inabarcable a la hora de su adaptación a sala oscura, de acuerdo, pero aunque muchos autores odien algunas películas inspiradas en sus libros, ¿verdad, Sr. King?, la realidad es que al ser formatos distintos para contar una misma historia el acierto es conseguir que la sensación sea prácticamente la misma al leer o al ver. Se hallan, o no, visto o leído, las dos resplandecientes opciones, que se nos transporte a un mismo lugar por dos trayectos distintos, nunca con guía turístico por carriles paralelos, habría de ser el fin último.
Distintos puntos de vista, bien argumentados, también son válidos. Buenos ejemplos de lo comentado hasta ahora son las adaptaciones de libros tan dispares como El Viaje A Ninguna Parte, El Nombre De La Rosa, Cómo Ser Mujer Y No Morir En El Intento, Crónica De Una Muerte Anunciada, Los Santos Inocentes o El Silencio De Los Corderos, entre no tantas otras, ¿verdad, Sr. Gala?
Otro apasionante motivo este por el que El Silencio De La Ciudad Blanca no alcanza su objetivo, salvo que vayamos tan embebidos de la novela que los huecos existentes sean rellenados por nuestra mente y no por los fotogramas adecuados. Stop. Página 50. El Silencio de La Ciudad Blanca podría haber sido una estupenda película de suspense, que gustara por igual a lectores y espectadores, pero a veces mil palabras valen más que una imagen. El truco nunca deja de estar en saber leer entre líneas si queremos hacer mirar desde otro ángulo.
Luis Cruz