LOLI TORMENTA: La comedia de Agustí Villaronga
Loli Tormenta es el último trabajo de Agustí Villaronga. Último y póstumo, porque el director murió el pasado 22 de enero en Barcelona. Y se trata de una comedia. Extrañamente, una comedia, ya que Villaronga se caracterizó por ahondar en dramas, históricos y sociales, tan profundos, tan oscuros, que rozaban o directamente se zambullían incluso en el cine de terror. Tras el cristal, Aro Tolbukhin – En la mente del asesino, Incierta Gloria, El vientre del mar, con la que arrasó en el festival de Málaga de 2021, siendo prácticamente ignorada, salvo por la candidatura al mejor guión adaptado que obtuvo, en los Goya de 2022.
Películas tan duras como sensacionales, éstas citadas, otras que no lo han sido aquí, y, por supuesto, la descomunal Pa negre, una obra maestra que, en su caso sí, ganó 9 premios Goya. Como As bestas. Y era igual de buena que la película de Rodrigo Sorogoyen.
Por eso resulta tan extraño que se embarcara en un proyecto de un género distinto, una comedia protagonizada por una abuela (Susi Sánchez) adicta a los maratones. De correr, no de series, que de luz van escasos en casa, como en general de todo, menos de cariño y de ganas de que los dos niños adoptados por su fallecida hija salgan adelante, aún en condiciones terribles. Porque es como viven los pequeños Edgar y Rober: como pueden. Con un techo sí, pero a punto del desahucio, de que les corten la luz, sin comida, pillando lo que agarren en el vertedero con ayuda de una amiga…
No, Loli Tormenta no parece que sea una comedia. Y aunque tenga tintes de humor, a veces negro y a veces muy blanco, sin cruzar nunca ninguna línea de mal gusto, básicamente estamos de nuevo ante un drama. Pero cuando el drama no se fotografía con claroscuros no parece que lo sea. La luminosidad te cambia el tono de una película por mucho que su narrativa siga siendo igual de devastadora que las que son calificadas como tal.
Porque Loli Tormenta no solo presenta la pobreza como modo de vida de sus protagonistas, debido a las circunstancias que se encuentran sin pretenderlo, es que además nos mete de lleno en el Alzheimer que poco a poco inunda la mente de Loli. Una mujer que se apaga debido a una enfermedad que la consume con la misma rapidez que es capaz de alcanzar en la pista de atletismo. Un motivo más para no entender la etiqueta de comedia. Y a pesar de todo, hay que reconocer que tiene momentos con los que nos reímos.
Pero son pocos, y son, sobre todo, los que nos ofrece Susi Sánchez. Menuda actriz más prodigiosa. Es capaz de bordar cualquier registro y aquí está especialmente bien en un papel muy delicado. Claro, que también lo era el de la madre y abuela enferma de Cinco lobitos, y ganó un merecidísimo Goya como mejor actriz secundaria. Aquí la acompañan actores estupendos, como Pepa Charro como la tía Rossi, un torbellino de simpatía que conecta en seguida con el público, el gran Celso Bugallo, y Fernando Esteso en la piel de un personaje al que se le entiende mal por su aparato en la tráquea y al que no se le tiene demasiado respeto por lo que le toca realizar, pero con el que es inevitable enternecerse por ser historia de nuestro cine.
Loli Tormenta no es una mala película. Tampoco buena. Realmente es desconcertante. Tiene logros evidentes, propone temas interesantes que están candentes en la sociedad, y cuenta con momentos fabulosos, pero comete errores que llegan fácilmente a la superficie, como un reparto de jóvenes que no atinan ni en credibilidad ni en naturalidad. Tampoco el desarrollo de la historia acaba de convencer, con esa mezcla de cine dramático de denuncia y cine más ligero para llegar a toda la familia, una mezcla que no acaba de funcionar. Y el acabado es bastante dudoso: da la impresión de que Villaronga no la terminó antes de morir y fue el equipo el que hizo lo que pudo. Y quedó raro. No demasiado propio del cine de un genio como Villaronga.
Silvia García Jerez