LA LLORONA: El acecho del pasado
La Llorona es un personaje perteneciente al folklore hispanoamericano, una leyenda de los tiempos de la Conquista, por la cual una mujer india ahogó a sus dos hijos al ser abandonada por el hombre, europeo, al que se entregó, pero se arrepintió y, ya maldita, su alma los busca eternamente por las noches, atemorizando con su llanto a quienes la oyen.
La tradición de esta alma en pena es muy antigua y es muy popular en Chile, o en el sur de Estados Unidos, en Texas o Arizona, pero en México es incluso Patrimonio Cultural Intangible. Tanto es así que el popular actor Roberto Gómez Bolaños, el recientemente fallecido Chespirito, en su programa El chavo del Ocho, hacía referencia a ella en los momentos de sonambulismo de algunos de los personajes femeninos de la serie.
La música ha hecho de La Llorona un mito gracias al tema del mismo nombre cantado por numerosos artistas, pero la más famosa sigue siendo la versión de Chavela Vargas, y en el cine su figura se ha tratado sobre todo en el género de terror, donde uno de los spin-off de Expediente Warren se dedicó a ella.
En La Llorona que ahora nos ocupa, película guatemalteca dirigida por Jayro Bustamante, la leyenda se hace realidad en la casa de un general, Enrique Monteverde (Julio Díaz), quien 30 años después del conflicto armado se enfrenta a un juicio que, tras los escalofriantes testimonios de los testigos del genocidio del pueblo Ixil, es declarado nulo.
Éste, el pueblo al que se le deniega la justicia, se rebela contra ella y rodea la casa del general mientras se acercan sus últimos momentos y su familia se siente impotente, resguardada pero sin poder salir por las más que probables represalias del pueblo que los acecha.
Es entonces cuando Alma (María Mercedes Coroy) entra a trabajar a su casa, una misteriosa mujer que revolucionará aún más la atmósfera irrespirable en la que Enrique Monteverde habrá ya de vivir.
La Llorona es la producción guatemalteca que su país ha elegido para llevar a Hollywood y competir por el Oscar 2021 a la Mejor Película Internacional, que ya, desde el pasado año, recibe este nuevo nombre en lugar de Mejor Película Extranjera o de habla no inglesa. Las normas cambian y ahora es la nomenclatura que prevalece.
No será por falta de calidad que no pueda pasar el corte y llegar incluso a ser nominada, pero ya sabemos, o deberíamos saber, que los premios no siempre se dan a lo mejor, también a lo que más conviene, y en estos momentos Guatemala no es favorita para estar presente en la gala que tenga lugar en Los Ángeles, presencial, virtual o la mezcla que la Academia considere y decida.
Porque lo cierto es que La Llorona es una película mayúscula, cine de muchos quilates que une la denuncia social de los crímenes que ocurrieron de 1960 a 1996 dentro del conflicto armado de Guatemala y el terror de una atmósfera que también siente amenazante el espectador.
Jayro Bustamante nos muestra la crudeza de la guerra en los testimonios del juicio, sí, pero también en los rostros vencidos de un pueblo pidiendo justicia sabiendo que no va a tenerla pero al que solo le queda asediar a un general al que nadie va a castigar por lo que hizo.
Y lo muestra con una dirección desbordante de talento, utilizando el espacio de la casa para hacérnosla más deshabitable, más desapacible, con el sonido de La Llorona y su mirada impenitente.
Porque Alma, esa misteriosa mujer que entra a trabajar allí, es este ente que hechizará al general y lo mantendrá alerta, asustado y debilitado, más que por su edad, más que por sus circunstancias, ante una presencia que no tiene claro qué se propone ni cómo puede salir indemne de su influjo.
En su familia todos están desorientados. Normal, nunca han visto una situación igual. Ellos siempre han estado del lado que manda, nunca del que tiene que dar cuentas, y ahora su hija, en contra del deseo de su madre, se plantea que a lo mejor su padre no ha actuado como debía. Pero ya es tarde. La Llorona va a ayudarles a saldar las cuentas a las que no se han enfrentado y que ahora los atormentan. Con mayor o menor intensidad, según el lado ideológico que lo crea.
La Llorona mezcla géneros sabiamente. Los elementos fantásticos recorren la película con la naturalidad con la que el drama invade la historia. Parece todo real, lo que vemos y lo que imaginamos. Lo que pensamos que es y lo que puede que sea. Por eso La Llorona asusta tanto, porque en su mirada se encuentra lo que no queremos ver pero tenemos reflejado, el miedo, el rencor, el saberse condenado. Aunque el juicio lo haya desmentido. No hay salvación posible porque tus actos te delatan y tú sabes lo que has hecho. Si te parece bien, si crees que no debes pagar por nada, es tu problema porque en cualquier caso La Llorona va a atormentarte.
Jayro Bustamante ha logrado una de las mejores películas que veremos este año en una sala de cine. Su fuerza es innegable y a nosotros, cuando la proyección acabe, también nos va a acompañar, pero no para torturarnos sino para decirnos que quiere el lugar que se merece entre los grandes títulos de 2020. Y habrá que darle lo que le pertenece.
Silvia García Jerez