JINETES DE LA JUSTICIA: Venganza en pandilla
Me gusta mucho que el título de Jinetes de la justicia corresponda no al grupo de protagonistas que quiere vengarse, a de los cuatro inadaptados que componen el grupo de héroes, sino al que se quiere dar caza.
Porque uno ve el póster de Jinetes de la justicia y piensa que se refiere a ellos, pero no es cierto. Los Jinetes en cuestión son la banda de moteros que resulta estar envuelta en el aparente accidente de metro que ha acabado con la vida de la mujer de Markus (Mads Mikkelsen), un militar que regresa de su misión para estar con su hija Mathilde (Andrea Heick Gadeberg), la única superviviente de las dos a lo ocurrido.
Y es que una serie de infortunios llevan a que Mathilde y su madre acaben yendo en el metro en un día en que, entre otras cosas, el coche no arranca, y un desconocido, Otto (Nicolaj Lie Kaas), le cede amablemente su sitio. Segundos más tarde, una colisión hace que la persona sentada en él acabe muriendo, junto con sus compañeros de lugar, pero no quienes iban de pie, como Otto o Mathilde.
Otto, destrozado por la culpa y especialista en estadísticas, decide investigar el accidente por su cuenta, y como para él las casualidades no existen, solo existen los números, que son los que ofrecen certezas, llega a la conclusión de que no ha sido tal, de que el supuesto accidente ha sido un asesinato premeditado y que la mujer a la que cedió el asiento ha pagado las consecuencias.
Pero él solo no puede demostrarlo, así que recurre a dos amigos a cual más peculiar: Lennart (Lars Brygmann) y Emmenthaler (Nicolas Bro), ambos fieles a Otto y a la causa y expertos en lides informáticas que van a ser muy útiles para lo que les espera.
Así las cosas, Otto y sus dos amigos se acercan a Markus para contarles lo que piensan, la teoría en la que creen, y entre los cuatro van a conformar el grupo vengativo más asombroso del cine.
Jinetes de la justicia es acción, es venganza, pero además es una comedia. Sí, el cine danés también rueda comedias, aunque para muchos sea algo impensable. No solo hacen buenos thrillers, como las películas de Los casos del departamento Q, de las que por cierto, Nicolaj Lie Kaas, el Otto de la presente, forma parte como uno de los dos detectives que se ocupan de ellos, o buenos dramas, como Otra ronda, que también protagonizó Mads Mikkelsen, sino que están al día en el género de la risa ofreciendo una maravilla como la que ahora se estrena.
Porque Jinetes de la justicia es eso, una maravilla. Una de esas películas que parece que serán solo de acción y venganza pero que en realidad tiene estos géneros como el envoltorio ideal para venderla. Después, a medida que avanzan, les vas descubriendo las capas de que consta con la alegría de comprobar que es un film muy bien urdido, pensado en su forma y en su fondo. Un alegato a favor de la amistad, de los amigos como familia, de la terapia como ayuda, impartida por un profesional o por alguien que se la haya tomado en serio y sea capaz de transmitir los conocimientos como si él mismo lo fuera.
Una película en la que cada pieza del puzle es importante, tanto si sirve para resolverlo como si está ahí para despistar. Y despista con una inteligencia majestuosa.
Y la tecnología. Nunca un hacker había sido tan útil: si quieres pillar a los malos necesitas fisgonearles por encima de lo que marca la ley. Pero en Jinetes de la justicia se explica bien hasta qué punto vale la pena intentarlo. Aunque sea a costa del cabreo del profesional que va infringirla porque el ordenador en el tiene que trabajar no cumple con la mínima calidad. Sí, esa parte también es muy divertida.
Cómo cuenta Anders Thomas Jensen todo esto es alucinante. Es el director de Jinetes de la justicia y el responsable de que te rías con esta amalgama de despropósitos. El caos contado con enorme gracia. Y las situaciones que se generan de ese caos llegan a ser de auténtico surrealismo. Hay una secuencia en una casa que suma tal grado de esperpento que podría incluirse entre las mejores secuencias del año. Y además nos presenta a uno de los grandes personajes de esta historia.
En una película tan meditada todo es importante, el mensaje, la forma de transmitirlo, el hecho de que en realidad la venganza quede en un segundo plano porque por delante propone valores más positivos: la manera en la que los personajes van asumiendo sus vidas y el hecho de que a partir de ahora solo se tienen a ellos… todo es importante es esta genialidad de película.
No deja de maravillar la forma en la que va uniendo cada elemento y lo que va revelando cada descubrimiento, cada giro de guión que no imaginas y que funciona mejor de lo que habías creído. La secuencia del entrenamiento y su posterior puesta en práctica es otra lección de cine. La terapia, deja claro, no solo se necesita a raíz del supuesto accidente, también el desarrollo de la acción que deriva de él va a requerirla.
Personajes taciturnos por los avatares de la vida cuya humanidad se revela haciendo estallar la comedia. No hacía falta recurrir a la escatología para ser gracioso, como suele ocurrir en el cine actual. Si se tiene talento, y esta película lo derrocha, se pueden conseguir carcajadas a base de humor. Blanco o negro, que de todo encontramos aquí.
Jinetes de la justicia es un claro ejemplo de cine soberbio. De ese que cuando se pide una recomendación hay que citar. Y fuera prejuicios. No por no ser americana va a valer menos su peso en oro. El peso de ésta vale muchísimos quilates.
Silvia García Jerez