ESCAPE ROOM 2: Los juegos mortales continúan
Por si alguien no vio Escape Room y decide entrar a Escape Room 2: Mueres por salir, lo primero con lo que se va encontrar es con un rápido resumen de lo que ocurre en su predecesora. Básicamente esto ocurre porque en la segunda vamos a seguir a los dos personajes que consiguieron salvarse de los juegos maquiavélicos que se proponían entonces y tenemos que recordar dónde estamos y con quiénes.
Taylor Russell (Zoey Davis) y Logan Miller (Ben Miller) analizan lo que ha sucedido. Y Taylor concluye que eso no se puede quedar así. Que no es justo. Una empresa que se dedica a elegir a personas para que pasen por pruebas que van a matarlos si no las superan… no, alguien tiene que pagar por esto. Y convence a Logan para que la acompañe al centro neurálgico de las operaciones de la empresa, al lugar de donde todo parte.
Pero en el camino vuelven a caer en la trampa. Ya en el metro el juego continúa. Los pasajeros que hacen con ellos el trayecto son sus nuevos compañeros habitaciones endiabladas y con ellos, con su ayuda y su astucia, deberán ir salvando los distintos escenarios que la película proponga.
Escape Room 2: Mueres por salir es, admitámoslo, más de lo mismo. El mismo ingenio en los juegos propuestos, parece que continuáramos en la primera entrega. Pero también cae en errores que la primera comete, porque aunque era una película muy entretenida, llena de escenarios donde las pistas y lo que se debe hacer en ellos con ellas estaba muy bien pensado, el último tramo de la cinta, su resolución en definitiva, era un caos del que los guionistas, Bragi F. Schut y María Melnik, no sabían salir. Un giro detrás de otro que ya te daban igual y además no te creías porque la acumulación de explicaciones, el no, no era esto ni esto otro, sino esto de aquí, nunca funciona.
María Melnik es la única guionista que continúa en el equipo de la presente y aunque los juegos, insisto, siguen teniendo un nivel admirable, que en realidad es para lo que vamos a verla, los elementos que rodean a los personajes y las casualidades que los envuelven son, de nuevo, muy discutibles, por mucho que traten de convencernos de que la explicación es absolutamente brillante. No lo es.
Si en Escape Room nos quedábamos alucinados con su arranque, un primer escenario de juegos que no esperábamos, aquí tratan de ser muy originales otra vez, y lo consiguen a medias. No saber dónde va a comenzar la partida es una de las características de estas películas, pero retorcer tanto la situación para decirle al espectador que si creías que era aquí, pues no… y aquí tampoco, eso no le ayuda al resultado.
Y tampoco es buena la idea de matar a los personajes sin una sola gota de sangre. Una cosa es querer hacer un film de muertes sistemáticas a base de no superar pruebas y que toda la familia, como concepto, tal vez no como hecho, pueda ver la película junta sin necesidad de girar la mirada, y otra aprovechar el hecho de asesinatos sin violencia para salpicar el desarrollo del guión con los llamados Deux Ex Machina que aparecen en ella. Eso es otra trampa, esta vez para el espectador, y no está bien jugar así con él, porque no todo vale y rompemos reglas que el género ya tiene asumidas y superadas.
Pero hay que reconocer que el nivel de los escenarios es muy similar. Posiblemente aquí destaque el del banco como en la primera lo hacía la sala de juego. Aunque el de la playa no está mal, pero no es tan redondo como debería. Es más espectacular que verdaderamente logrado.
En resumidas cuentas, Escape Room 2: Mueres por salir, es una película muy entretenida, pero no supera a la primera entrega, únicamente continúa su espíritu empeorando, eso sí, algunos giros estructurales que no habría que haber tocado. Pero se trata de un film de terror veraniego que sirve para pasar un buen rato. Si no se le pide nada más, es una buena elección para una tarde de agosto. Eso sí, de cara a la tercera entrega, que seguro que la habrá, esperemos que el nivel sí sea superior.
Silvia García Jerez