HISTORIA DE UN MATRIMONIO: Volviendo a ser yo

Historia de un matrimonio es una de las películas más esperadas de la temporada de premios, que ya comienza, porque desde su presentación en Venecia, Telluride y Toronto se habló de ella como uno de esos milagros que el cine norteamericano, tan bien considerado en su género, entendiendo el género como las bases con las que hemos crecido viendo su narrativa como la única válida, es capaz de darnos cada vez más de vez en cuando.

Hasta los años 70 el cine norteamericano se tomaba como algo inamovible pero en los 80 el entretenimiento como imperativo empezó a ganarle la partida al arte, circunstancia que fue abarcando el terreno de manera que del segundo ya solo fueran quedando algunos reductos, tal y como han señalado recientemente Martin Scorsese y Álex Proyas.

Historia de un matrimonio puede considerarse como parte de esa pequeña muestra que no tiene tanto en cuenta lo que pueda divertirse el público con ella sino el hecho de pasar a la historia de las grandes obras que lo son independientemente de que sean más o menos dicharacheras.

De hecho, lejos de hacer gracia alguna, porque solo utiliza el humor como escape a las terribles situaciones que nos plantea, Historia de un matrimonio se sitúa más en el extremo del drama desgarrador que en la tibieza de un paisaje triste con un fondo de melancolía por un matrimonio que comienza el film a la deriva y que va consolidando su naufragio.

Porque Historia de un matrimonio es también la historia de un divorcio, pero vista a través del prisma de una relación de años, con hijo incluido, en la que el amor ha sido la bandera pero en el que el mástil no ha podido sujetar el peso de la tela.

Ese peso no es otro que el del ego. El del ego del director de teatro, en Broadway pero con obras de relativo calado, cuya esposa, actriz de renombre en la industria, ha renunciado a su visibilidad en producciones considerables para dedicarse en cuerpo y alma a las tablas en las que su marido manda.

Y ese plan estaba bien hasta que deja de estarlo. Hasta que Nicole (Scarlett Johansson) siente que eso no es suficiente, que ella también tiene su propia voz. No solo en su carrera, también en su vida. Y claro, Charlie (Adam Driver) no está de acuerdo, pero no puede sino comprenderla y aceptar que a lo mejor su vida en común ha llegado a su final.

Pero lo cierto es que aunque ya nada sea como antes no todo tiene que morir ahí. Se van a seguir queriendo, eso es evidente, y el hijo que los une no dejará de ser algo en común, pero la convivencia hasta lograr el divorcio es cada vez más dura y la guerra entre abogados, con Nora Fanshaw (Laura Dern) contratada por Nicole, va a ser una contienda para la que ninguno de los dos estará preparado.

El ambiente en la pareja se va enfriando

Historia de un matrimonio es la última película de Noah Baumbach, artífice de las magníficas Una historia de Brooklyn y Margot y la boda, o de la sobrevalorada e insuflible Frances Ha, pero con esta nueva producción en su haber coloca su nombre entre los más laureados del año con una película que lo cierto es que se lo merece todo.

Como director, su trabajo es impecable. Su dominio de la escena, su manejo del tempo, su dirección de actores, su guión con situaciones unas veces entrañables, otras amargas, sus diálogos con una mezcla de ternura y nostalgia por lo que fue, pero sobre todo, la mayoría de las veces, llenos de rencor y hostilidad por lo que ahora es, hacen de su labor detrás de las cámaras una de las más destacadas del año.

El carácter teatral de la película, al contrario que en otras ocasiones sucede, que parece que el cine teatral minimiza el carácter de obra de gran pantalla, en ésta ensalza el conjunto porque permite que lo importante, que es el texto y los actores, se luzcan sobremanera. Y no hay un plano donde alguno de ellos no brille, sobre todo en el caso de sus dos protagonistas.

Tanto Scarlett Johannson como Adam Driver están insuperables. Posiblemente sea el mejor trabajo de ambos, y eso que ella puede presumir de tener la carrera de una estrella con títulos como Lost in Translation, Her –en la que prestaba su voz a Samantha, la Siri del ordenador del protagonista-, Scoop, uno de los mejores films de Woody Allen o Under the skin, esa cinta de ciencia ficción de culto, e inédita en nuestro país, en la que interpretaba a un bello extraterrestre.

Por su parte, Adam Driver, quien ya estuvo en Frances Ha, cuenta con títulos como Lincoln, de Steven Spielberg, A propósito de Llewyn Davis, de los hermanos Coen, la alabadísima Paterson, una rareza de Jim Jarmusch, Silencio, de Martin Scorsese o El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam.

Ninguno de los dos, ni Scarlett ni Adam, son ajenos al cine independiente aunque ambos hayan pisado el terreno de los superhéroes en el caso de ella y de la saga Star Wars en el caso de él. Pero es en el cine pequeño donde recibirán las mayores alabanzas, y los premios que los gremios de la industria, y la industria en la ceremonia de los Oscars, decidan darles.

Y lo cierto es que no tienen por qué negárselos. Scarlett no ha estado mejor en toda su carrera. Su Nicole es una mujer frágil pero decidida a cambiar de vida, y eso solo pasa por un divorcio que le va a hacer tanto daño como a él. Emocionalmente hablando. Y es en ese ámbito, en el de las emociones, en el que Scarlett sale tan bien parada que verla desplegar su arsenal de tonos, de sensaciones, de gritos y susurros es un espectáculo digno de estudiarse en las escuelas.

Adam Driver es su perfecto contrapunto. Incluso cuando se desespera su impotencia es comprensible y nos arrastra hacia su mundo de hombre perdido sin la mujer que en el fondo sigue amando.

Dentro de toda su mutua desesperación los dos comparten una larguísima escena en la que vuelan los reproches que resulta ser a la vez una gozada por la barbaridad interpretativa que contemplamos y una angustia sin paliativos, porque asistimos a su dolor sin que ni ellos ni nosotros podamos hacer nada más que esperar a que las aguas se calmen lo antes posible para que cada uno pueda seguir con sus vidas.

Y en ese viaje los acompañan sus abogados. En el caso de él, un Alan Alda recuperado por Baumbach al que hay que agradecerle que nos haya traído de vuelta al intérprete de MASH, a quien no veíamos en el cine desde El puente de los espías, que data del 2015.

En el caso de ella, una Laura Dern que es una auténtica apisonadora. Una mujer escultural que va a al trabajo como tal, sin importarle su aspecto físico porque el cuerpo lo tiene y no lo va a esconder pero su talento está por encima de todo, y es tan buena abogada como cualquier hombre que sea implacable. No se deja pisotear y defiende a Nicole como la leona que es. Menuda lección de feminismo, y no la que da Jennifer Lopez en la reciente Estafadoras de Wall Street.

La larguísima y emocionante escena que sobrecogerá a todos los espectadores

Historia de un matrimonio es una producción de Netflix. Una semana más contaremos con pocas copias para verla en los cines antes de su llegada a la plataforma, en un par de semanas, dentro del habitual estreno técnico que la productora hace para optar a premios.  

Y lo cierto es que aunque la cinta no requiere, como sí ocurre con El irlandés, de un visionado en pantalla grande, no se trata de una película de ese calibre, con un diseño de producción apabullante y un producto que se da por hecho que se disfruta mejor en la pantalla de mayor tamaño de que se pueda disponer, lo cierto es que Historia de un matrimonio es también digna de verse en los cines.

Los sentimientos, y ésta de eso puede dar lecciones, en una sala oscura se despliegan con una dimensión diferente. Se puede llorar a gusto en casa, pero salir llorando de un cine es una sensación maravillosa. Porque que un drama te haya provocado lágrimas es que ha logrado tocarte algo en tu interior, y eso en un cine se vive de una manera más bonita. Como si se tratara de algo que no hemos perdido a pesar de tanta plataforma y tanto individualismo. Un cine lleno en el que oyes a los espectadores llorar es volver a un tiempo en que eso era lo normal.

Y con Historia de un matrimonio vamos a llorar. Es una película demoledora, que no deja un solo resquicio en el proceso de divorcio de una pareja. Toca todos los procesos a los que se enfrentan, tanto los legales como los que tienen lugar dentro de la familia.

Y lo hace con la naturalidad de quien narra la vida sin que en el fondo haya un culpable de lo que pasa. El tiempo es  el que pasa, y nos damos cuenta de que no somos los mismos, de que necesitamos otras cosas, de que lo que ayer era una afirmación contundente hoy es un rotundo imposible.

Por eso, también, es por lo que Historia de un matrimonio es tan importante. Como película y como obra de arte. Y por eso se lleva hablando de ella varios meses, y se seguirá hablando de ella mucho más. Porque se lo merece, porque retratar la vida no es fácil y hacerlo con sencillez mucho menos, y este film lo hace con tanta sensibilidad que destroza las defensas del público más duro y no podemos sino rendirnos a la joya que Baumbach nos ha regalado. Silvia García Jerez

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