GREEN BOOK: Road movie con alma
El Green Book era el Libro Verde, que esa sería su traducción al español, que utilizaban las personas de color en los años 60 en Estados Unidos para saber en qué lugares se podían alojar con seguridad. Con la seguridad de que el racismo imperante no les iba a atacar de alguna manera: insultos, golpes, maltratos varios, más que aceptados entonces, sobre todo en los estados del sur, especialmente conservadores.
Esta es la base sobre la que Green Book nos cuenta la historia real de Tony Lip, cuyo mote, Lip, hace referencia a la capacidad parlanchina de un Tony que a todos convence con el fluido uso de su palabra, y del Dr. Don Shirley, que lejos de ser un médico es un reputado pianista a punto de encarar una gira de dos meses desde Manhattan hasta el sur más profundo del país.
Dos personas totalmente opuestas, uno rudo y malhablado y el otro refinado y exquisito, van a tener que compartir carretera y hoteles. Y el contraste hará que se familiaricen con sus respectivos modos de vida, con lo que cada uno se expone en su día a día, que en contra de lo que parece, no es ni tan malo en el caso del primero ni tan estupendo en el del segundo.
Green Book es una película que rompe con los estereotipos. No los que la cinta presenta en su argumento, ya que ésta solo puede limitarse a exponer las barreras racistas a las que buena parte de la población se veía sometida, sino los de aquellos espectadores que pudieran minusvalorar la película creyendo que se trata de un telefilme sin alma o de una versión 2019 de Paseando a Miss Daisy.
Green Book es mucho más. Supera las expectativas y nos ofrece un film delicioso que se va agrandando en su magnitud como película. De un inicio prometedor a un desarrollo espléndido y un desenlace formidable, el último trabajo de Peter Farrelly, director que en los años 90 hizo furor en la comedia desatada, caso de Dos tontos muy tontos, su ópera prima, o Algo pasa con Mary, una leyenda del humor grosero, nos presenta en esta ocasión una historia atípica en su carrera, con humor, sí, pero en comparación con el resto de su filmografía es como si se hubiera transformado en Ernst Lubitsch.
El tono amable de esta nueva película es admirable, y también los es el hecho de que dos personalidades tan diferentes no se impongan nunca a la otra. Sus mundos serpentean en torno al del otro y confluyen en determinados momentos, como el del pollo del Kentucky Fried Chicken en el coche, pero en ningún caso el cambio es tan drástico como para que los pasados de cualquiera de los dos desaparezcan asumidos en el presente que el otro le ha demostrado que es mejor.
Peter Farrelly claramente se vuelca en una película que expone culturas y tampoco se mofa de la que tiene menos nivel. Se limita a utilizar las situaciones para mejorar la vida de sus personajes, no para hacer escarnio de ellos, detalle no menor que hace de Green Book una cinta extraordinaria en lo que a la defensa de los valores de sus protagonistas y sus costumbres se refiere.
Y esos dos protagonistas están interpretados por Viggo Motensen y Mahershala Ali, quienes han recibido todo tipo de elogios por sus trabajos, nominaciones al Oscar como mejor actor y mejor actor secundario incluidas, y no puede haber mayor acierto en estas distinciones.
Viggo realiza aquí la interpretación más perfecta de su carrera, y cuenta con algunos títulos memorables que podrían hacerle sombra a este, caso de Captain Fantastic y Promesas del Este, por las que recibió también candidaturas a la dorada estatuilla, o de Una historia de violencia o The road, sin contar su papel de Aragorn en la trilogía de El Señor de los Anillos, que lo convirtió en una leyenda del cine más comercial.
Pero su Tony Lip es una maravilla a todos los niveles. Su acento, que mezcla inglés e italiano por el barrio en el que vive, su manera de andar, sus evidentes kilos de más que a lo largo del metraje va alimentando de forma alarmante, porque no para de comer en pantalla… todos los detalles que le aporta a su personaje hacen que Viggo brille especialmente en esta película.
Pero su compañero de road movie no se queda atrás. Mahershala Ali, ganador del Oscar como mejor actor secundario por Moonlight, vuelve a demostrar que cada año deberían darle uno. Está fantástico como el músico refinado y rebosante de clase, que no clasista, aunque su modo de vida indique lo contrario, pero ya tendrá tiempo de explicar por qué vive de ese modo en uno de los momentos cumbres de la película.
Don Shirley representa lo contrario a Tony Lip, y su contraste es cinematográficamente irresistible. Pero para que funcione ambos tienen que permanecer en sus límites y no sobrepasarlos porque de lo contrario se caería en el ridículo o la parodia y en este film ni una ni otra están invitadas. Y ni mucho menos se cuelan sin avisar.
Green Book es un trabajo milimétrico, lleno a amor a sus dos héroes y rebosante de ese cine que tanto gusta ver y que tan poco se encuentra en las pantallas. Tal vez no sea perfecta, le falte ese toque que convierte a las películas en obras maestras y que nadie sabe en qué consiste pero que hay cintas que lo tienen y otras que lamentablemente no. Pero Green Book es deliciosa y se ve con una continua sonrisa en la cara, y eso es algo a agradecerle eternamente a sus responsables.
Silvia García Jerez