FAST & FURIOUS: Hobbs & Shaw
Vamos con un nuevo Fast & Furious, que comenzó llamándose A todo gas en nuestro país, y luego, a medida que la saga ha ido creciendo, también ha mutado en cuanto a títulos, con 2 Fast 2 Furious, que no se tradujo y se quedó con el juego de palabras y de números que en español funciona solo con los segundos porque con lo poco angloparlantes que somos, aunque creamos que no, ignoro cuántos espectadores sabrían que 2 se puede pronunciar como Too, que significa Demasiado. Demasiado rápidos, demasiado furiosos, para ser precisos.
Y después ya han sido los Fast & Furious originales con un título adicional o con el número correspondiente tras él. Así hasta 8 películas estrenadas y una más en la cocina, en pleno rodaje, de cara a su estreno en mayo del año próximo.
Pero antes de que esa entrega llegue, vamos con una historia aparte, un spin-off de dos de los personajes de la saga, el de Deckard Shaw (Jason Statham) que entró en la sexta cinta, y el de Luke Hobbs (Dwayne Johnson), al que conocimos en la quinta.
Un proyecto que nace de la pasión de los fans por los personajes y de la propia entrega de los intérpretes hacia ellos. Un pasárselo bien sin más pretensiones, aunque con mucho dinero de por medio, claro. En Hollywood hasta decir buenos días es caro.
Y en esta vertiente de Fast & Furious que comienza, porque huele a saga paralela desde cualquier satélite en el espacio, nos encontramos con estos dos personajes compartiendo plano en una pantalla partida desde el mismísimo minuto inicial. Está claro que ambas estrellas del cine de acción se equiparan, están a la altura y se presentan a la vez. Esto es cosa de dos, así nació y así va a ser a lo largo de la película.
Hobbs y Shaw no se pueden ni ver. La premisa es esa. Tienen rencillas personales incluso por teléfono, así que cara a cara es para verlo. Y para oírlo, que sus puyas no son en vano y no tienen pocas que dedicarse. Pero cuando una amenaza mundial requiere de su colaboración, tendrán que superar sus diferencias y ponerse a trabajar para recuperar, y destruir, un arma vírica y al hombre encargado de perseguirla para que eso no ocurra.

Fast & Furious: Hobbs & Shaw es exactamente la película que se espera de ella. Llena de acción, sobre todo en el último tramo, como ocurre con esta saga y con cualquiera de este género que se precie, porque hay que presentar situaciones y personajes y aunque no paren las patadas, tienen menos protagonismo a lo largo del metraje que en acto en el que realmente se las espera.
También tiene mucho humor. A más de uno y a más de dos les parecerá que es un humor facilón, y puede serlo, pero es la socarronería que adorna estos filmes. Si a ello le sumas la presencia de Ryan Reynolds con la chispa habitual de Deadpool, que parece que no se ha enterado de que está en otro rodaje, los fans tienen que salir encantados. Entre eso y la obsesión de Chris Morgan y Drew Pearce, los guionistas de este spin-off, de bromear con la serie Juego de Tronos, ya tenemos el cocktail servido.
Pero en lo que más incide el film es en el continuo pique entre los dos protagonistas, el a ver quién suelta la burrada más gorda para poner en peor lugar al adversario. Eso y las secuencias de acción, que alguna es ya tan increíble que hasta el mismísimo James Bond se preguntaría que cómo es posible lo que acaban de ver sus ojos. Pero hemos venido a jugar y estas son las cartas.
Insisto en que Fast & Furious: Hobbs & Shaw le da, o lo pretende, a su público lo que quiere. Y para complacerlo tal vez vaya un poco largo de metraje. Dos horas y media completas, porque hay que quedarse hasta el final, como si de una película de Marvel se tratara, ya que hay varias escenas en los créditos, una de ellas al acabar estos. Quienes no soportan quedarse mientras van subiendo los nombres de los técnicos por la pantalla se van a tener que aguantar, porque en las televisiones se los van a cortar y cuando sepan que se fueron sin verlas las tendrán que recuperar en Blu-Ray.
Sí, vuelvo a lo que me ocupaba en el párrafo anterior. La cinta se extiende lo suyo, a lo largo de lo que se denominan en la profesión varias set pieces, es decir, distintos escenarios donde van a tener lugar las peleas. El guión se va estirando para que los protagonistas y los antagonistas tengan amplias raciones de peleas a gusto del espectador que hay ido a deleitarse con el trabajo, seamos justos, de los especialistas.
Por supuesto, el film también tiene sus agujeros de guión, sus personajes que entran y salen porque sí. Ambas cosas, personajes que no entendemos para qué están y que desaparecen igual que han llegado. Es decir, para un fan de la saga probablemente cumpla las expectativas pero quien vaya con ánimo de poner pegas también va a tener derecho a hacerlo.
Y más de uno se preguntará que por qué están aquí actores de la talla de Helen Mirren, a la que veremos también en la novena entrega, o Eddie Marsan. Esa cuestión habría que trasladársela a ellos. O incluso a Idris Elba, uno de esos intérpretes en los que se pensó para el papel de James Bond y que ha terminado luciendo maldad en una saga muy distinta y con menos glamour. Hollywood a veces es así.
Fast & Furious: Hobbs & Shaw es, en resumidas cuentas, un entretenimiento veraniego, un capricho de dos amigos que también la han producido y se nota que se lo han pasado en grande, a la espera de que sus fans también lo hagan. Y no tienen por qué no hacerlo.
Silvia García Jerez