CHUNGO: La infancia de Luis Zahera
Chungo es el título del monólogo en el que los sábados 22 y 29 de octubre y el 12 y 26 de noviembre, a las 12:30, en el teatro y cine Capitol de Madrid, Luis Zahera, el intérprete que ganó el Goya al mejor actor revelación por El Reino, nos cuenta su infancia. Nacido en Santiago de Compostela, junto a sus padres y sus tres hermanas, y, gracias a su narración y a las anécdotas que nos relata llega a la conclusión de que tiene algo chungo, él como persona, en su físico, en su forma de ser, que hace que toda la vida lo hayan tratado como a quien lo es realmente, incluyendo los papeles que le dan a la hora de trabajar.
Sí, porque Zahera es conocido, sobre todo, entre un público no muy experto en el cine español, por su participación en Celda 211. Quien se lo encuentra por la calle lo llama ‘Malamadre’, que es en realidad el personaje de Luis Tosar. Otro Luis, en ese caso igual de chungo, pero es que en la película de Daniel Monzón Zahera era un drogadicto llamado Releches. Y esto genera en él, ya que se ha prolongado en el tiempo el reconocimiento por su personaje, la conciencia de que sí, algo chungo tiene que tener para inspirar siempre a los productores en ese sentido.
Pero en realidad Luis Zahera tiene una vis cómica innata. Ya lo demostró en A tortas con la vida, la serie que Antena 3 emitió en 2005 en la que él era un jardinero graciosísimo llamado Cipri. La producía José Luis Moreno, para quien Zahera también tiene un recuerdo en el show… un guiño a algo que fue noticia y a lo que hace referencia.
Es un tipo muy gracioso y como muestra aquí tenemos este monólogo en que no se corta un pelo: si llegas tarde a la sala lo hará notar, no habrá forma de disimularlo, si aplaudes sus chistes también tiene una reprimenda para ti. Ríete, pásalo bien, pero no aplaudas, la risa ya es el aplauso.
Quitando estas muestras, tal vez un poco secas e inesperadas por su parte, algo que también queda ‘chungo’, admitámoslo, Zahera nos va poniendo en situación, contándonos, a lo largo de poco más de una hora, no llega a 90 minutos, los códigos de su familia, las cosas que solían hacer y decir sus padres, su tío, las tomaduras de pelo de sus hermanas, una familia un tanto chunga de la que Luis ha conseguido sacar enseñanzas y anécdotas divertidas que él considera que ‘dan para monólogo’.
Recuerdos de infancia que son también la de muchos espectadores: series míticas de televisión, personajes de las mismas, anuncios que también se veían. Un poco de todo, un batiburrillo de aquello que conformó los años 70, 80 y 90, un repaso por el pasado que nos unió y por esa Galicia de hace décadas en las que las tradiciones tienen un lugar importante.
Todo eso son los ingredientes de este Chungo que solo tiene una pega, y no es pequeña. Es un monólogo deslavazado, como sin estructura, trayendo a la memoria esto y aquello pero sin seguir una línea narrativa clara, como si estuviéramos en un bar contando anécdotas. Zahera continuamente advierte de que el monólogo comenzará más tarde, que lo que estamos escuchando son prolegómenos, explicaciones de cómo funcionaba su familia como dando a entender que sin ese previo no comprenderás lo que está por venir. Pero cuando parece que el monólogo va a comenzar, la función acaba. Esas explicaciones sobre su familia son el monólogo. Y eso queda raro.
Lo pasamos bien escuchándolo, pero salimos con la sensación de que ha faltado cohesión en el conjunto. Las anécdotas pueden ser la composición de un monólogo. De hecho, muchas veces lo son. Propias o ajenas, vividas o basadas en la observación. Para la comedia todo vale. Lo único que no sirve es poner sobre aviso al público de algo que no va a ocurrir. Eso queda raro, insisto, por mucho que te hayas reído antes.
Pero nos hemos divertido, que era a lo que íbamos. Nos hemos reído, hemos recordado buena parte de nuestra infancia y adolescencia gracias a un grande de la escena, un Luis Zahera chungo y gracioso a partes iguales al que ha valido la pena ir a escuchar.
Silvia García Jerez