NOCHE Y OCÉANO: La oscuridad de Murnau
Cuando leí el argumento de Noche y océano, la primera novela de Raquel Taranilla, y premio Biblioteca Breve, reconozco que me emocioné. Es un libro que hablaba de uno de mis directores de cine favoritos, el alemán Friedrich Wilhem Murnau, más conocido por los cinéfilos empedernidos como F. W. Murnau, así que había que lanzarse sobre él con urgencia y con ganas.
Y digo por los cinéfilos empedernidos porque vivimos tiempos insensatos en los que Lo que el viento se llevó es eliminada del catálogo de HBO por tratar el esclavismo con buenos ojos, y el país que siempre presume de ser más culto que los demás, Francia, y más concretamente, su capital, París, tiene que asistir al espectáculo bochornoso de que la película de Víctor Fleming se retire también de sus recién abiertos cines tras los cierres por el Coronavirus.
Porque un mundo en el que Lo que el viento se llevó es polémica por su curioso tratamiento del racismo es solo el último escándalo de una cadena de ellos que debería sobrecogernos pero que cada vez perece que importa menos, porque todos están sujetos por la cuerda de la falta de cultura y el desinterés de la sociedad contemporánea por cubrir sus carencias.
Así que en una época en la que incluso para muchos supuestos amantes del cine, estudiantes incluso, de los que en pocos años llegarán a proyectar sus trabajos en las salas oscuras, ni siquiera a ellos se les puede preguntar por títulos anteriores a los años 80, porque qué necesidad hay de ir más atrás si el cine que les gusta es el blockbuster contemporáneo, que es el que aspiran a recrear, en un tiempo en el que hablar de cine de los años 70 o muy anterior, o que se salga de los cánones norteamericanos con los que crecieron, citar el cine mudo y encima el alemán y que muchos lo conozcan, es una tarea imposible que no es que sea mejor no intentarlo, es que para qué, si no van a saberte responder y además su falta de conocimiento no les va a hacer sentir mal.
Por lo tanto, encontrarse con una novela que tiene como punto de partida que alguien ha robado el cráneo embalsamado del mítico director, un hombre que se murió, o tal vez sea más exacto decir que se mató, en circunstancias un tanto rocambolescas, llamó mi atención de inmediato. Porque, insisto, es uno de los directores de cine que más me gustan de la historia, por encima de otros con más nombre y varios premios Oscar en su haber, contemporáneos y de la época dorada de Hollywood. Sí, lo reconozco: Murnau me puede.
Me introduje de inmediato en sus páginas, esperando pasar el rato que el faldón prometía, lleno de ironía, a la vez que me acercaba no solo a dos personajes que prometían muchísimo, la protagonista, Bea Silva, y su pseudo compañero de piso que en realidad ocupa el de arriba, Quirós, el hombre que ella sabe que tiene el cráneo, un cineasta extraño que investiga al alemán y que le abre la mente a la protagonista a su filmografía.
Sí, porque Bea admite, al comienzo de Noche y océano, que no sabía muy bien quién era Murnau. Y eso que es una profesora universitaria muy culta. Ahí llegaba la primera decepción. Pero ésta estaba envuelta en, efectivamente, un humor que me animó a pensar que sería verdad que me lo iba a pasar muy bien. La historia de su casera, LA PROPIETARIA, contando que iba a llegar Quirós a la escena y que lo tenía que tratar como si fuera ella la que le diera la bienvenida me pareció muy simpática y creí que de esa forma continuaría el resto de la novela.
Pero me equivoqué. Y me da pena admitir que rápidamente me fui frustrando porque empecé a no encontrarle sentido a nada de lo que leía. La historia rápidamente se convierte en una amalgama de otras que lo mismo hablaba de cómo Bea llega a ser profesora de la facultad o de Quirós haciendo grabaciones extrañas.
Noche y océano no solo hace aguas narrativamente hablando, mezclando historias sin necesidad, sin uniformidad, sin una estructura que nos vaya llevando a un lugar lógico, sino que suelta anécdotas contadas con mucha explicación, mucho paréntesis aclarativo, de nuevo innecesario, y mucho guión para aclarar más y en realidad emborronar como nunca, sino que tiene la mala costumbre de incluir notas a pie de página para contarnos la historia de personajes famosos, o que han pasado a la historia aunque no los conozcamos, que hicieron o ya habían hecho cosas dignas de mención a la misma edad que está a punto de cumplir la protagonista. Decisión ésta, la de los pies de página, que tampoco se acaba de entender del todo, por mucho que se trate de una continua comparación con su propia vida y sus desastrosos logros porque lo que pretende ser irónico lastra la fluidez de una lectura que no precisa de esa densidad para acometer la crítica.
Insisto en que no me gusta que me disguste. Yo esperaba encontrarme una novela divertida que descubriera al mundo al Murnau que amo, que le diera ganas a quienes se acerquen a su lectura de descubrir a un cineasta único que no por haber rodado en la época del cine mudo merece menos respeto que los que más admiramos en la actualidad. En realidad merece más porque gracias al pasado hemos llegado al presente, nunca debemos olvidar eso, aunque solamos hacerlo.
Y por eso adentrarme en Noche y océano para ir confirmando poco a poco que sus páginas contenían demasiada noche y que uno más que nadar en su océano se ahogaba en él ha sido tan decepcionante. No conectar con su historia por una narrativa errática y algo farragosa no era lo que quería encontrar en ella, pero así ha sido. Espero que el próximo trabajo de su autora sea más afortunado.
Silvia García Jerez