Wayne: Con (muy) mala leche
Desde el primer minuto, esta serie (macarra y outsider) descubre sus cartas y no duda en remangarse antes de asestar el primer golpe (con un trozo de hielo) para contrastar el rojo y el blanco puro de la nieve (como en «Fargo») La violencia, eso sí, no parece tener repercusiones más que para los personajes malvados. Wayne, el protagonista, como una especie de Lobezno, recibe golpes cuyas secuelas desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.
Al reguero de sangre y violencia en Wayne le acompaña un humor negro que encaja muy bien con el disparatado viaje por carretera que pone todo en funcionamiento. Y aunque las situaciones en las que se ven envueltos no sean de lo más realistas, muchos de los personajes protagonistas logran abrirse camino entre tanto descontrol hasta permitirnos conectar con ellos y querer descubrir lo que les deparará el futuro, llevándonos a engullir un episodio tras otro.
Por mucha sangre, ganchos y patadas voladoras que haya en Wayne, el aspecto más memorable de la serie no es su contenido violento, sino la historia de amor adolescente protagonizada por Wayne (Mark McKenna) y Del (Ciara Bravo), a quienes dan vida dos jóvenes actores con carreras muy prometedoras. Ambos actores dotan a la peculiar pareja de incomprendidos de un carisma imposible de ignorar. De ahí que, por irreal que sea su relación de pareja, nos sea tan fácil empatizar con ellos.
En lo que se refiere a los personajes secundarios, hay de todo para todos: más adolescentes, un director amargado con muy buenas intenciones, una pareja de policías de lo más curiosa y dos familias con muy poco escrúpulos. Además, en su improvisada “luna de miel”, Wayne y Del conocerán a muchos otros personajes y vivirán un sinfín de aventuras que les darán la oportunidad de abrirse el uno al otro y, de paso, también a los espectadores.
A primera vista, parecería imposible llegar a conocer tan bien a tantos personajes en tan solo 10 episodios de 30 minutos. Parecería aún más imposible teniendo en cuenta que han sido cinco los directores que se han turnado para dirigir la serie y once los guionistas que han participado en su creación. Sin embargo, el ritmo desenfrenado de Wayne y la gran variedad de personajes y subtramas que la adornan parecen verse favorecidos por el trabajo en equipo, ya que la serie mantiene su identidad y ritmo constante del primer al último episodio.
No hay un solo minuto de metraje desperdiciado. Y el momentazo viene cuando su ídolo (Conan, el bárbaro) le dice: “Tu búsqueda de la civilización es la búsqueda de una ilusión. Recházala». A partir de ahí es cuando la serie realmente despega.
Propuesta de lo más amena para aplacar el calor veraniego. El único inconveniente es que, después de haberle cogido cariño a muchos de sus personajes, nos quedamos con ganas de más y para siempre. Desafortunadamente, no parece que vaya a haber una segunda temporada en la que poder acompañar a Wayne, Del y compañía en más de sus disparatadas aventuras.
Eduardo F. Gómez