VOY A PASÁRMELO BIEN: Hombres G vuelven al cine
Voy a pasármelo bien, tema mítico de los Hombres G, da título a esta película en tributo de quiénes fueron y de lo que significaron en los 80, cuando además de triunfar en la música rodaron para la gran pantalla Sufre mamón y Suéltate el pelo, en una España que buscaba precisamente eso, divertirse. Y con ellos lo consiguió.
David Serrano, director de Días de fútbol y Días de cine, además de algunos capítulos de esa serie fabulosa que es Vota Juan, firma aquí su mejor trabajo, producido, entre otros, por Enrique López Lavigne, ese genio gracias al cual hemos tenido Lo imposible, la infravalorada Open Windows o Verónica. También es la película más autobiográfica de David Serrano, que escribe el guión junto a la actriz Luz Cipriota, que se estrena en las lides de desarrollar una historia en papel y en realidad lo que cuentan son los años en los que el esplendor del grupo tuvo lugar.
Pero vamos a conocer a David (Izan Fernández de pequeño, un descubrimiento fabuloso, y Raúl Arévalo de adulto) y a Layla (Renata Hermida Richards de niña y Karla Souza en la actualidad), dos chicos que son compañeros de clase, que se gustan y que comparten su afición por los Hombres G. Treinta años después, Layla vuelve a Valladolid, donde estudió aquel octavo de E.G.B., convertida en una cineasta de prestigio mundial y se reencuentra con David y con el resto de la pandilla, tres chicos más que antaño fueron felices entre las trastadas que hacían y su intención de sacar las mejores notas posibles.
Ambos, pasado y presente, se unen de una manera sublime, con una fluidez y una sencillez dignas de aplauso. Es uno de sus múltiples aciertos porque Voy a pasármelo bien es una delicia para disfrutar desde que comienza con la canción del título hasta que concluye, con un final a la altura.
Números musicales (pocos, la verdad) tan originales y tan bien rodados que resultan apoteósicos en su naturalidad urbana, tramas reconocibles para quienes crecieran en aquella época, una dirección artística que reproduce las tiendas de entonces con los casetes que antaño se vendían y personajes entrañables que hablan con las frases y los dichos típicos de aquellos años. Ninguna fisura en su propuesta.
La frescura que desprenden sus imágenes impregna la película al completo. Su humor, a veces naïf pero nunca grosero, es otro de sus puntos a favor. El personaje del profesor provoca auténticas carcajadas, además del de Luis (Rodrigo Gibaja), ese pequeño Robocop tan entrañable como divertido.
Niños y adultos, cada uno en su momento pero relacionados entre sí hacen de Voy a pasármelo bien un propósito plausible y realista. Nos lo pasamos muy bien con ellos. Con sus amores, desamores, sus hazañas, sus intentos de pasar desapercibidos, de conseguir a la chica o de ser aceptado en un grupo que te haga sentir integrado. Pasar la adolescencia lo mejor posible y luego comprobar, en la madurez, dónde estamos respecto a dónde queríamos estar. Una mirada a la amistad y al amor bañada por canciones del pasado que logran un musical que recordar en el futuro.
Silvia García Jerez