CRÓNICA DE UNA TORMENTA: Herencia envenenada
Crónica de una tormenta es un título precioso. El cine argentino, en coproducción con España, como en este caso, o sin ella, suele presumir de títulos especialmente brillantes, como El mismo amor, la misma lluvia, uno de los primeros trabajos de un Ricardo Darín emergente. Qué maravilla.
Pero además de precioso. Crónica de una tormenta, basada en la obra de teatro de Sabina Berman Testosterona, es una clara metáfora de lo que nos espera viendo la película. No sabemos en qué consiste la tormenta que está por caer, pero sí que no solo hay tormenta fuera de la redacción donde tiene lugar la acción.
Crónica de una tormenta es la historia de la relación entre Antonio (Ernesto Alterio), y Maca (Clara Lago), quienes en la noche de Nochebuena se quedan hablando hasta tarde, hasta mucho después de que la redacción del periódico que dirige Antonio y en el Maca es redactora se haya marchado a celebrarla.
Y es que él debe dejarle su puesto a alguien y le comunica a Maca por qué, además de pedirle una lista de compañeros que ella crea que deben ostentar los nuevos puestos cuando el director que Antonio seleccione se haga con el control del periódico.
La noche, completamente accidentada por circunstancias que van surgiendo, se convertirá en un campo de batalla para los dos, donde no solo la amistad desde que fueran profesor y alumna está en juego, también la ética y la imagen del periodismo como profesión.
Crónica de una tormenta no oculta su origen teatral ahora que la vemos en formato película. El escenario es uno, la redacción del periódico, y aunque tenga distintas dependencias a lo largo de la charla, la redacción o los despachos, no deja de ser la sede donde trabajan.
Y la película resulta apasionante porque lo importante es el qué, no el dónde. La charla podría tener lugar en una casa y no cambiaría nada.
Inicialmente asistimos a un cocktail de estereotipos servido a base de preguntas personales que desembocan en un prejuicio claro hacia el modo de vida de las mujeres, cuyo colofón es el hecho de que independientemente de tus gustos a la hora de salir a divertirte lo que no puedes hacer es conciliar. La maternidad, por lo tanto, también se incluye en la conversación, no se queda fuera ningún asunto.
Pero todo esto es por algo, y ahí viene el Pero. A la hora de ascender a un hombre no hay peros que valgan, con una mujer siempre lo hay, o al menos suele haberlo. Y a continuación llega el cambio de situación, no de escenario, porque la vida de los dos va a ser diferente a partir de esa noche. Y la oferta llega. En forma de herencia envenenada. Si el jefe tiene que decidir sobre su futuro, es su decisión y de nadie más. Solo queda comunicarla. Así debería ser, pero en Crónica de una tormenta no lo es.
Crónica de una tormenta está protagonizada por Ernesto Alterio y Clara Lago, dos titanes de la interpretación a los que resulta muy difícil no admirar a cada segundo de despliegue de sus talentos. Es asombroso verlos juntos, no podrías decidir quién está mejor.
La naturalidad de la que hacen gala es un hecho. Tienen escenas de hasta 18 páginas de guión, cosa muy inusual en el cine, como bien nos contaba Ernesto en la entrevista que mantuvimos con él, y de este modo, con tomas tan largas, es incluso más normal que habitualmente que las miradas de respuesta surjan como algo intuitivo. Cuando te olvidas de que las cámaras están grabando y el texto está bien aprendido, las reacciones fluyen con una facilidad que se confunde con lo espontáneo.
Dos personajes en escena dejando al descubierto su vida, su día a día, sus miedos y sus fallos. Todo ocurre en esta noche de Nochebuena pasada por agua, literal y figurativamente hablando.
Y el periodismo de fondo, impregnándose de aquello que no lo es, quedando en un segundo plano por motivos ajenos a él. Una profesión manchada que solo el agua de la tormenta, en sentido figurado esta vez, puede llegar a limpiar.
Posiblemente haya a quien Crónica de una tormenta le recuerde a Una joven prometedora. Es fácil tomar al personaje de Clara Lago como la heroína de la función, porque cuando ya no se tiene nada que perder no importa salir a ganar. Cuando hay dos personajes frente a frente la batalla está servida y el duelo, planteado. Solo hay que ir sacando las fichas y ser hábil a la hora de moverlas.
Y al igual que en Una joven prometedora, los mismos errores de guión que más de uno le ha echado en cara. Una trayectoria impecable en la narración para acabar cometiendo fallos cuando es sencillo salir del laberinto que se ha creado en el proceso.
Aún así, Crónica de una tormenta es una película de obligado visionado para conocer los entresijos de una profesión que ya no es solo eso, que ha asumido otras funciones y que debe reflexionar sobre si su camino sigue siendo correcto o ha de cambiar la ruta. También con ese dilema nos enfrenta a los espectadores, y en ese caso seremos nosotros los que también debemos aprender. Y elegir de qué lado estamos.
Silvia García Jerez