TIMOTHÉE CHALAMET: El chico de oro de Hollywood
No es un recién llegado a Hollywood, pero el nombre de Timothée Chalamet ha empezado a sonar ahora con la fuerza de un estruendo ensordecedor, de tal modo que ya parece que lleve con nosotros, formando parte de nuestro universo cinematográfico reconocible, las décadas que convierten a un actor famoso en una estrella.
Nació en Nueva York hace 22 años y comenzó rodando cortos y series a los 13 años. A los 15 hizo su debut como intérprete en la gran pantalla en Hombres, mujeres & niños, la decepcionante película que dirigió Jason Reitman sobre la manera en la que, allá por 2014, los móviles e Internet se habían adueñado ya de las vidas de sus usuarios, sobre todo adolescentes cuyos padres no sabían, en la ficción propuesta, afrontar la comunicación con ellos.
Un mes antes de que este pequeño film llegara a las carteleras españolas, lo había hecho Interestellar, una producción mastodóntica firmada por Christopher Nolan cuyo nivel técnico y narrativo asombró al mundo. Para bien y para mal, todo hay que decirlo. Dividió a los espectadores y aunque la crítica estuvo de acuerdo en elogiarla, aún hoy, tiempo después, es motivo de controversia.
En ella, un joven Thimothée Chalamet se metía en la piel del hijo de Matthew McConaughey, el Tom de 15 años al que Chalamet sacaba cinco. Pero la magia del cine, si se lleva a cabo correctamente, consiste en que el espectador se crea la edad que su intérprete trata de aparentar.
Habría que recuperar las películas y series que Timothée rodó por entonces para verlas con los ojos con los que lo reconocemos ahora. Porque aunque recordemos esos títulos por sí mismos, nos enfrentamos al caso que ya nos ocurriera con otros actores, como con Joseph Gordon-Levitt, que tras hacerse famoso gracias a (500) días juntos, y consolidarse con Origen, pocos recordaban que hubiera estado en la espléndida Brick, y Timothée Chalamet no se escapa de haber aparecido en películas en las que no recordamos su presencia una vez que ésta se hace imprescindible.
Porque el 22 de enero de 2017 en Sundance comienza un camino imparable para un actor que va a tener mucho que agradecerle al nombre de Elio. Ese es su personaje en Call me by your name, el que, a petición del Oliver de Armie Hammer, usará para llamar a su amante y primer gran amor.
Sundance, Berlín, Toronto, San Sebastián. No había terminado 2017 y no había rincón del mundo en el que Timothée Chalamet no fuera el actor revelación. Y la película aún no se había estrenado en nuestro país. Para cuando lo hizo, el pasado 26 de enero, un año después de su presentación en un certamen, Chalamet ya era uno de los nombres favoritos a ser candidato al Oscar.
Es una lástima que en Hollywood no se dé, como en España, la estatuilla al mejor actor revelación. Solo así Timothée no tendría contrincante para ganarlo, como le ocurre compitiendo contra Gary oldman por El instante más oscuro. Su Elio brilla en cada plano, en cada mirada, en cada silencio. Solo una de esas sorpresas que de tanto en cuanto le gusta dar a la Academia haría que Timothée venciera, pero aún no siendo el favorito sabe que a pesar de todo ya ha ganado.
En otros tiempos, la secuencia que protagoniza en Call me by your name con un melocotón habría significado un escándalo mayúsculo, dejando en anécdota la escena de la mantequilla de El último tango en París, historias de cómo se llevó a cabo el rodaje de la misma aparte. Hoy, en un escenario en el que la defensa de la mujer está en su punto álgido, un sencillo melocotón en una secuencia tan conmovedora como en la que se sitúa, no ha levantado las ampollas que no merece, sino que ha sido motivo de sinónimo de haber visto el film y de haberlo disfrutado.
Timothée Chalamet debería ganar el Oscar por su exquisita composición de un joven que se enamora por primera vez de una persona que da la casualidad de que es un hombre, y lo demuestra con la delicadeza que mezcla el rubor, la timidez y el más absoluto de los deseos, primero contenido y luego desatado.
Pero esa secuencia del melocotón es de un nivel de interpretación asombroso. También le ayuda a lograrlo Armie Hammer, pero el momento más embarazoso para su personaje, ese en el que su cabeza estalla contra el pecho de Oliver y rompe a llorar en él es tan hermoso como el plano que cierra la película mientras los créditos finales hacen su aparición.
Es entonces cuando sabemos que estamos asistiendo al nacimiento de un actor que tiene tanto por ofrecer que hay que desear que se sepa dosificar para no quemarse. Y es precisamente eso lo que hace en su próximo estreno, Lady Bird.
Timothée Chalamet ha conseguido, cosas de los votos de los académicos, estar en dos de las películas más importantes de los Oscar 2018, dos de las candidatas a coronase como la mejor del año: Call me by your name, con cero posibilidades de ganar, y Lady Bird, con alguna más.
En la cinta dirigida por Greta Gerwig es uno de los intérpretes más secundarios, extremadamente secundarios de la historia, pero como dije antes, una vez que hemos guardado su nombre y su rostro en nuestra memoria, nuestros ojos buscan su presencia allá donde sabemos que vamos a encontrarla. Y cuando lo logramos no podemos sino aplaudirle.
Porque en Lady Bird representa justo lo opuesto a lo que nos muestra en Call me by your name. Un registro diferente, un personaje totalmente distinto… pero un resultado igual de emocionante, al darnos cuenta de que cuando Luca Guadagnino nos señaló su, a partir de ahora imprescindible existencia, nos abrió los ojos a una auténtica mina, un portento por el que Hollywood empieza a pelearse como una fiera. Y no es de extrañar porque Timothée Chalamet es su nuevo Chico de Oro.
Lo veremos, en cine, plataformas digitales o ya formatos caseros, nunca se sabe, en Hostiles, una producción en la que comparte cartel con Christian Bale, tiene en postproducción tanto Beautiful boy, junto a Steve Carrell como A rainy day in New York, lo último de Woody Allen que, en este caso más que nunca, no podemos saber si llegará a ver la luz, y lo espera The King, una cinta que rodará junto a Robert Pattinson. Si tiene los mismos buenos ojos para elegir proyectos que aquellos con los que en 2018 lo empieza a mirar el público, ese Oscar que la Academia ya le debe es de esperar que no tarde en dárselo.
Silvia García Jerez