THE PARTY: Champán con sabor a odio

Tal vez sea naïf, pero me encantan los títulos con doble sentido, y The Party es uno de ellos: hace referencia al partido político de izquierdas en el que la protagonista de este film coral, Janet (Kristin Scott Thomas) ha sido nombrada ministra, y también a la fiesta a la que invita a sus amigos para celebrar su ascenso.
The Party, película dirigida por Sally Potter, es una comedia británica rodada en blanco y negro. Estos datos ya nos dicen mucho acerca de lo que nos vamos a encontrar al verla. Una comedia ácida, negra incluso, ya que en Gran Bretaña se estilan más los claroscuros que los claros en este género, y un blanco y negro que nos va a sumergir en la claustrofóbica tragedia que se avecina.
Casi como si de cine Dogma se tratara, música diegética incluida gracias al tocadiscos omnipresente de Bill (Timothy Spall) cuya música sirve de modo continuo para olvidar, aunque a lo largo de la película el olvido vaya cambiando su necesidad, The Party llena de realidad la pantalla y va sacudiendo a los personajes con la verdad que en el movimiento creado por Lars von Trier es moneda de cambio habitual.
Según vaya avanzando la función, nunca mejor dicho porque esta historia podría perfectamente representarse en las tablas de un teatro, no solo por la duración ideal de 70 minutos de que consta su metraje, la fiesta va perdiendo con mayor intensidad su razón de ser, y nos vamos encontrando atrapados en la espiral de secretos y mentiras que, casualmente, también protagonizó Timothy Spall a las órdenes de Mike Leigh a mediados de los 90.

El tocadiscos de Bill (Timothy Spall), omnipresente en THE PARTY
El tocadiscos de Bill (Timothy Spall), omnipresente en THE PARTY

Spall aquí es Bill, el marido de la anfitriona, un hombre que, nada más llegar los invitados, afirma que tiene algo importante que contar. Y lo que desvela trastocará la velada como hace el paso de un cometa en la reunión de una película de ciencia ficción.
A pesar de que Jini (Emily Mortimer) y Martha (Cherry Jones) también tienen una noticia que hacer pública, nada parece tan importante como lo que Bill ha trastocado. Y eso que Tim (CillianMurphy) no para, literalmente hablando, de removerse por algo que lo reconcome.
Solo el matrimonio formado por April (Paricia Clarkson) y Gottfried (Bruno Ganz), en su intrínseca rareza, parecen estar más asentados que sus amigos, pudiendo una ofrecer consejos y el otro adentrarse en una espiral de filosofía que, dentro de lo que cabe, hará a Bill un poco más feliz.
Ante un cuadro semejante el único que lo puede pasar bien observando a los personajes pasarlo tan mal es el espectador, pero tampoco lo hará demasiado, porque The party es un film que sin dejar mal recuerdo, gracias sobre todo a un final arrollador, no consigue, debido a su constante propósito de convertirse en cine independiente prodigioso, otorgarle la grandeza a la que aspira.

THE PARTY, una fiesta a punto de agriarse
THE PARTY, una fiesta a punto de agriarse

Las conversaciones entre Bill y Gottfried son agotadoras y la continua sensación de que algo espeluznante está por llegar, que el film cumple con creces, todo hay que decirlo, diluyen, en su camino a la meta, el nivel que afortunadamente la cinta cobra en su tramo final. Porque en su continua medición de en qué momentos liberar los dardos venenosos consigue con más facilidad desconcertar que mostrar con razonable agudeza el in crescendo que nos asuste, y de este modo ni siquiera las historias más suaves son capaces de equilibrar la locura.
En realidad lo que Sally Potter pretende es hablar, a través de metáforas, de personajes que los personifiquen, de los partidos políticos que pueblan nuestro singular espectro. En Gran Bretaña o allá donde se mire, porque las ideologías son las mismas, solo hablan diferentes idiomas a tenor de quién esté a la cabeza de los mismos.
Por lo tanto, aunque The Party podría ser una obra desbordante del cine británico y recordarse como tal, será guardada en nuestra memoria como un ejercicio brillante en el que los actores destacan por méritos propios pero en el que el texto, que es el mensaje, lo que en fondo ya sabemos de los partidos a los que retrata, no se correspondía con su genialidad, por mucho que la resolución eleve el conjunto como en tantas otras películas de las que, con el paso de los años, será lo que nos haya quedado grabado.

Silvia García Jerez

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