SIRAT: No sin mi hija

Sirat, la cuarta película dirigida por Oliver Laxe, el gallego que gozó de renombre hace un par de años en la gala de los Goya por su tercer film, O que arde, que obtuvo dos galardones en ella, y ahora su cuarto largometraje se estrena con esa aura de ‘imprescindible’ de la que muchos títulos quisieran poder presumir. Y es que se proyectó el tercer día de competición del festival de Cannes, si contamos como primero el de la inauguración y como segundo el de la presentación mundial de Misión: Imposible. Sentencia Final, día que fue única y exclusivamente reservado para el lucimiento de Tom Cruise por la Croisette.

Recordemos que el festival de cine más importante del mundo se desarrolla a lo largo de casi dos semanas de extensión, con películas en la Sección Oficial pero también en otras paralelas, y que es en la Oficial a la que aspiran todos los directores del globo terráqueo. Competir en ella supone un reconocimiento al máximo nivel, y si además ganas premio, o te haces directamente con la codiciada Palma de Oro, ya te consagras con letras de oro. Incluso, en los últimos años, película que triunfaba en Cannes y obtenía un lugar en el palmarés película que copaba nominaciones al Oscar si su país la seleccionaba para luchar por él. Fue el caso de Parásitos, la cinta surcoreana, pero no el de Anatomía de una caída, que Francia no mandó al Oscar para enviar A fuego lento, protagonizada por Juliette Binoche, en un intento de abarcar demasiado porque pensaron que la Palma de Oro tendría nominaciones en cualquier caso y que A fuego lento gustaría y la nominarían también como película internacional. Y tendrían dos films compitiendo en la gala. Gran error estratégico, aunque Anatomía de una caída sí lograra candidaturas, como el mejor guión original, que acabó ganando su también directora, Justine Triet.

Si contamos que no sólo Parásitos o Anatomía de una caída, ambas Palma de Oro en Cannes, lograron brillar en los Oscar, sino también la británica rodada en alemán La zona de Interés, La sustancia, mejor guión en el festival francés, o que Anora ganó la Palma de Oro y después arrasó en votos de la Academia, está claro que actualmente Cannes es el mejor escaparate para el cine internacional de cara a tener peso en la carrera de premios de otoño-invierno. Por lo tanto, que Sirat copara las mejores críticas en la primera semana de exhibición del presente año en Cannes y que después fuera lo que podríamos considerar como medalla de bronce al obtener, ex aequo con la alemana Sound of falling, el Premio del Jurado en el certamen, la convierte en la película del momento y en un título a tener en cuenta en la terna que los académicos españoles votarán en el mes de septiembre para después decidir de entre los tres cuál se enviará a Hollywood.

Con estos antecedentes, no enviar Sirat se antoja suicida. Justo antes de Semana Santa supimos que la Academia había lanzado una exigencia para los votantes: tendrían, a partir de este año, que ver todas las películas para poder votarlas. Académicos no viendo películas y votándolas porque son ‘amigos de’ o porque ganaron tal premio en tal festival. Esto se ha hecho y no sabemos si la Academia podrá controlar que no se vuelva a hacer, pero en base a la segunda razón para votar, tenemos que mandar Sirat. Otra cosa es votarla habiéndola visto. Ahí lo tendríamos mucho más complicado. Y eso que no es una mala película, pero es muy complicada de ver, y mucho más si lo haces en casa, en las plataformas que disponen las academias para sus miembros, y no en una sala oscura, acondicionada para escuchar los sonidos envolventes que hacen de la película de Laxe una experiencia única.

Sergi López es uno de los protagonistas de esta historia. Sirat
Sergi López es uno de los protagonistas de esta historia

Sirat cuenta la historia de un padre (Sergi López) que se infiltra en una rave en las montañas del sur de Marruecos con su hijo pequeño (Bruno Núñez, el Enric niño de La Mesías) entregándole a todos los asistentes la foto de su hija mayor, que lleva cinco meses desaparecida tras marcharse precisamente a una rave. A esa o a cualquier otra. Pero nadie la ha visto, nadie la conoce, no saben nada de ella. Hasta que dan con un grupo de raveros que les cuentan que todavía les falta alguna fiesta por visitar, una más al sur, en el desierto. Y padre e hijo deciden seguirle los pasos al grupo cuando, a su vez, se dirige hacia ella. Pero no tienen la seguridad de encontrarla, sólo se supone que está pasado un camino infernal por el que es muy difícil acceder. Y aún así, todos se lanzan a la aventura porque ni Luis ni su hijo Esteban se piensan marchar de allí sin Mar, hija y hermana respectivamente.

El cine de Oliver Laxe nunca ha sido muy accesible para el gran público. Ni siquiera O que arde, que gozó de una fama inusual para trabajos tan pequeños y casi experimentales. Y en Sirat, su título más abierto de cara a la taquilla, tampoco practica un lenguaje excesivamente comercial. Es, podría compararse perfectamente, como si estuviéramos viendo una película de los años menos cerrados de Jaime Rosales. Sirat tiene, en el fondo más que en la forma, mucho de La soledad. Sin compartimento de planos para contar lo que pretende, sí coinciden las dos en un tempo pausado en el que parece que no pasa nada hasta que pasa. Y hay que llegar ahí para que, lo que sea que suceda, pase.

Y como espectador, cuesta. Es complejo estar casi dos horas pendiente de lo que le ocurre a estos personajes en este escenario tan extremo. Un escenario extremo en el que les van a pasar cosas extremas, pero no al ritmo de Indiana Jones, no, en este desierto no hay tanta prisa.

Sirat es fascinante, es un viaje sensorial en el que desde tu butaca te sumerges en un universo que el cine no suele retratar y sufrimos la travesía con esos personajes tan perdidos como la hija que los protagonistas quieren encontrar. Si consigues adentrarte en la experiencia te resultará asombrosa y si no, una auténtica tortura. como a muchos puede parecerle, y seguramente les parecerá, el continuo sonido que emiten los altavoces para que los participantes en la rave no paren de bailar. O de moverse, que cuando ya lleva uno días en ello es complicado llamar a eso bailar.

Lo cierto es que Oliver Laxe podía haber ganado el premio al mejor director y el jurado, presidido por Juliette Binoche, habría estado más acertado. Porque si alguna virtud indiscutible tiene Sirat es lo bien dirigida que está. Sus momentos potentes lo son tanto que se te quedan grabados a fuego en la memoria. Pero para llegar a ellos hay que ir recorriendo el trecho que los separa a unos de los otros, hay que ir hilando acontecimientos, acciones. Ese hilo conductor puede hacerse pesado, insufrible incluso, pero es necesario para llegar al lugar que Laxe nos tiene preparado, que no es otro que un tramo final implacable y desgarrador.

Sus giros de guión fueron, y lo entendemos, lo más comentado de la primera semana de competición en Cannes. Y no son para menos. Impresionan y no te dejan pensar en otra cosa. Aunque avancemos, aunque lleguen otros títulos, aunque veamos otras películas. Sirat sigue presente, las nuevas no calan igual y se van quedando atrás. También ocurrirá a partir del 6 de junio, cuando llegue su estreno comercial en salas. Los espectadores que la aprecien en su auténtica dimensión no la podrán olvidar. Pero aquellos que no logren verle la magia que desprende no la podrán soportar.

Dos de los actores naturales de la película

Otro de los aciertos de Sirat está en su reparto. En un espléndido Sergi López y en quienes lo acompañan en su aventura. Actores naturales, como ahora se denominan a los que no son profesionales pero que convencen como si lo fueran. Caras desconocidas y absolutamente creíbles con vestuarios, peinados y formas de hablar propios de la gente que participa en las fiestas sin fin que son las raves. Y su banda sonora, siempre al servicio de la historia, de esos bafles enormes que emiten el sonido retumbante de ese techno infinito que nos va envolviendo en su cadencia y de esa música incidental que nos mantiene dentro de la atmósfera creada por ellos.

Sirat ha sido comparada con Mad Max: Furia en la carretera. Nada que ver. Desierto, camiones y una fuerza visual deslumbrante. En eso sí coinciden. Pero el hecho de tener varios elementos iguales no garantiza que el cóctel salga ni siquiera parecido. Porque el barman se encarga de hacer distintas mezclas, con otros ingredientes adicionales, y por eso tienen diferentes nombres. Para no confundirlos. Quien ame la segunda y vaya a ver la primera pensando que encontrará algo semejante se llevará una gran decepción. No son lo mismo y probablemente ni siquiera puedan compartir el mismo público.

Sirat es una gran película que crece en la memoria, con el tiempo. No te la puedes sacar de la cabeza, y eso es algo fabuloso para el resultado de cualquier obra cinematográfica. Es complicada de ver pero una vez que lo has hecho resulta gratificante. Porque las películas extremas también tienen esa carga de profundidad que llega al alma, se te quedan dentro. Quien inicie este viaje con Luis y con Esteban, y lo acaben de manera satisfactoria, habrán sido testigos de algo único, de una experiencia intensísima que nos ha arrasado casi tanto como a sus protagonistas. Lo mejor que se puede hacer como espectadores es adentrarse en ella sin pensar, y a ver dónde nos lleva. Seguro que a una de las cotas más altas del cine español de 2025.

Silvia García Jerez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *