SERIES Y MÁS SERIES (para serial-followers sin spoilers)

Vis a vis regresa con su tercera temporada, Westworld continúa el juego en su segunda entrega y recién se ha estrenado lo nuevo de The Handmaid’s Tale, El cuento de la criada.
Mientras vuelve Roseanne, se repone Lost y llega La catedral del mar.

En esta primavera que va y viene, se alteran las descargas y suscripciones con esas historias que igual nos llevan a la cárcel que al salvaje Oeste, que amanecemos en una isla, en pleno Medievo, o incluso en un retrógrado futuro.
Así que si son seriéfil@s, preparen los ojos y algunos colirios porque comienza la ansiada polinización de series en cadenas y plataformas.

Analizamos y recapitulamos los estrenos de la temporada sin destripar su visionado.

 

Rojo y Amarillo, de La casa de papel a Vis a vis. Orgullo patrio.

La marea amarilla de las chicas encarceladas avanza en su tercera entrega, cambiando de prisión y con una guardiana que pinta chunga para las reclusas; tanto para las antiguas como las recién llegadas, de todo género y condición, de aquí y de allá.

La morena Rizos (Berta Vázquez), la gitana Saray (Alba Flores), la cubana Sole (María Isabel Díaz) y la malísima-malota Anabel (Inma Cuevas) son trasladadas a Cruz del Norte, donde conoceremos a una política encarcelada por corrupción (Ruth Diaz) y a una presa por narcotráfico gallego (Ana Marzoa), particularizando más esa compleja trama que comenzó con una pija y su acomodada familia insertándose en la vida criminal.

Maggie Civantos (Maca) y Najwa Nimri (Zulema) volverán a verse las caras, pero no está nada claro que vayan a aguantar ni por libre ni en pandilla. Allí la sensación de violencia y angustia es brutal, y la funcionaria jefa (Adriana Paz) tampoco ayuda. Además el nuevo centro penitenciario está bajo el dominio de la mafia china con ese personaje asiático (Akame Huichi Chau), que últimamente parece imprescindible en cualquier ficción.

No podemos olvidar a Cristina Plazas como la directora de Cruz de Sur, ni obviar a los hombres de la serie que están igual de estupendos que todas las protagonistas femeninas (sobresaliendo Inma Cuevas)
Y ahí está ese padre coraje a lo Eastwood (Carlos Hipólito) y ese policía (Roberto Enríquez) enamorado de una delincuente. Pero también hay un cándido guardián, un buen hermano, el amante sicario, el enfermo doctor…

Repitiendo ese color de moda que está en todos los escaparates y entre los barrotes de las verdaderas cárceles, vuelven los monos amarillo-canario-enjaulado conquistando a las cadenas de pago y alcanzando la proyección internacional, con su cuarta temporada ya firmada.

Su estreno en Antena3 revolucionó a la cadena generalista que ahora triunfa con Fariña, después de sorprendernos con Apaches y sus quinquis de los ’90 a lo aquellos maravillosos años, y apunta alto con La catedral del mar que comenzará en breve.
Vis a vis sorprendió a critica y audiencia por su potencia visual y su cuidada producción, moderna y adictiva. Arriesgó con un relato y ritmo sin precedentes aquí, difícilmente comparable aún siendo un remake americano. Pero sus chicas guerreras y elegantes han superado a sus predecesoras, y sin sospecha alguna ’Yellow is the new black’.

La serie comparte el equipo de Alex Pina e Iván Escobar (Vancouver Media), quienes están detrás del otro exitazo de la cadena, La casa de papel. Otro gran encerramiento, esta vez con petos rojos y el surrealismo de Dalí, en una aventura claustrofóbica pero voluntaria que también ha sido comprado por Netflix y ha recaudado una excelente respuesta en el mercado latino y europeo.
Seduciendo a rehenes y policías, est@s cacos con nombre de países defienden su extremismo. No obstante, el humor, sexo y violencia que muestra, resulta equilibrado con ese rollo publicitario que alterna freno y adrenalina más buena música (evocando lo mejorcito del legado de Utopia, otra gran serie de la BBC).

El mayor robo de nuestra historia televisiva ha convencido tanto como emocionado su final de traca y pirotecnia, algo difícil de conseguir en cualquier serie. Otro orgullo patrio.
Sin embargo, puede que no haya terminado del todo.
El profesor -el personaje que organiza todo el cotarro- acaba de anunciar en Twitter un nuevo golpe y un nuevo equipo, con el mismo procedimiento, en nuevas ciudades…
Veremos qué color elige para el uniforme del nuevo trabajo.

 

Ser y Estar, o cómo existir en Westworld

El parque de atracciones del Oeste comienza su segundo nivel de juego, en pleno Apocalipsis entre el mundo real y el lúdico.
Todo es caos y mucho más salvaje.

Pero lo que pasa en Westworld, se queda en Westworld; en ese escenario entre el spaghetti western y El Show de Truman, donde anfitriones junto a invitados permanecen igualmente cautivos, atrapados por la belleza de la copia y la libertad de ser otro, con una intensidad y veracidad nunca imaginada.

La serie -una de las estrellas de la cadena HBO- está inspirada en el film de 1973, subtitulado Almas de metal. Un relato de M. Crichton con Yul Brynner en la gran pantalla, que ya apuntaba ese universo donde satisfacer cualquier deseo, habitado por robots y humanos planteándose las mismas cuestiones existenciales; del libre albedrío a ‘el ser o no ser’, pasando por matar al padre, sacrificar al hjo, la rebeldía de la creación frente al creador y por supuesto, la rebelión de las máquinas.
Hay por lo tanto en Westworld ciertas conexiones con las teorías de Asimov, las ideas de K. Dick, los tratados de Freud, algo de la Biblia y mucho de Hamlet.
Sin embargo, hay quien lo encuentra denso y grandilocuente. Pero no es fácil la combinación de reflexión, filosofía, diversión, romance, acción, suspense y casi puro teatro, con la que juega… Y si antes nos mirábamos en los monos, ahora deberíamos hacerlo en l@s androides que seremos.

Series de televisión

Revelados algunos trucos y trampas en la primera temporada, la conciencia cyborg a pleno rendimiento, va asimilando esa realidad simulada que acaba de descubrir. Pero el juego sigue -hasta llegar al centro de ese laberinto, que acaba en un lugar que nunca has estado- y las localizaciones recreadas apenas sirven. En esta segunda temporada estamos en otro plano y todo sube de nivel; todo gira hacia, para, por y alrededor de ese mundo virtual que es Westworld, donde ahora, llega la lucha por ser y estar.

Pero todo comenzó con un error, un día como tantos otros, cuando en la pianola del Saloon se engancha un tecla en alguna versión de algún éxito contemporáneo -y qué canciones, cada episodio nos regala un temazo de Soundgarden, The Rolling Stones, Radiohead…-. Entonces la duda traspasa la pantalla; no sólo el sonido se raya, también hay interferencias casi imperceptibles en la imagen, como de un fallo de emisión y nadie sabe qué es verdad o real.
La tecla toca la consciencia de la propia ficción y ¡zas!, una de las alegres damas del local comienza a sospechar que su trabajo no es vida y su rutina es un continuo ensayo general.
Mientras ese mismo día, una joven se despierta con una sensación de déjà vu, o de amnesia, sintiendo que no es quién creía ser. Y comienza a pensar en sí misma, rompiendo metáforas y anacronismos para saber qué es.

Tras el conocimiento aparece la pulcra desnudez en l@s de alma de metal. Y qué desnudos, casi perfectos, tan científicos como exquisitos, pertenecientes ya al mundo del laboratorio y fuera de ese Edén de entretenimiento para ricos y viciosos. Siendo conscientes en sus carnes de silicona, de que esa belleza es el cebo de Westworld.
Porque allí todo es bonito; la música, la ambientación, el vestuario…

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Reteniéndoles bajo el orden creado por un visionario (Anthony Hopkins), jugando a ser Dios; quien superado por su ego y su criatura, vive acompañado de fantasmas del pasado y cyborgs del futuro. Junto a él, su mano derecha, su ángel caído y confesor de los robots, al que no se le escapaban las motivaciones de los androides y les entiende como si fuera un igual.
Además en esos paisajes de Horizontes lejanos nos encontramos al millonario del que depende toda la historia (Ed Harris), quien encajándose su sombrero una y otra vez, juega a ser el vaquero más malo de aquel Oeste que ha ayudado a crear.

Y vamos cruzándonos con esos prisioneros de los sueños de otros entre burdeles salvajes y familiares casas de la pradera, deseando vivir su propio papel.
Nuevos rostros y secretos en esta segunda parte, pero tod@s tienen que abrir los ojos y ver más allá de la belleza para conocer la verdad.

En esta fase del entretenimiento suena la partitura de El golpe en el teclado, pero ya no se trata del pasado o futuro sino de los recuerdos y sueños de la realidad otro mundo, que aún siendo programados por otros son de la misma naturaleza. Se buscan puertas para seguir dentro de la partida o para volver, para acceder al terminal que nos llevará al mundo real -o lo que es lo mismo; al teatro de una maquiavélica empresa, y si hay alguna queja, siempre se puede llamar al control de calidad-.

Sin embargo, la conciencia lleva nombre de mujer.

Y serán dos mujeres quienes liberen ese otro mundo y a toda su especie.
La hija del granjero, esa nueva Eva rebautizada como Dolores (Evan Rachel Wood) y la dama alegre del Saloon (Thandie Newton) son las auténticas heroínas de esta rebelión. Ambas han aprendido que los deseos personales están antes que los ajenos, a imagen y semejanza de esos humanos que dejarán en cueros con su actualizada humanidad.
Ellas han tomado el control aunque todo sigue siendo sólo un juego… Entre villanos y valientes, indios, sheriffs, ninjas, bisotentes, caballos y tigres, porque de todo eso y más hay en Westworld2. También bonitas historias de amor y emocionantes huidas.

Westworld2 mantiene la calidad impoluta, tanto en la colisión de narrativas que practica como en sus excelentes efectos especiales, tan realistas entre tanta tecnología y anatomía, ya sean en las matanzas o las cirugías -ya sean de los vivos, muertos o resucitados-.

Y por si nos quedamos con ganas de más, Jonathan Nolan, el verdadero creador de la serie producida por el omnipresente J. J. Abrams, amplía la duración de cada capítulo a 70 minutos.
Mantiene la sintonía y esos créditos iniciales que desde su estreno han sido imitados sin parar, evolucionando hacia una nueva cabecera con esa impresión en 3Da de ‘el hombre a lo Da Vinci’, ahora, en un entorno más acuoso -y por algo será-.
Quizá esa es la verdadera esencia de Westworld; la convivencia de réplicas y originales en continua combinación.

 

LOST, otro Edén en una isla

De nuevo, reflexiones en ficción sobre el sentido de la vida.
O esa esencia que a J.J. Abrams le gusta practicar en su cine y series.
Como en Perdidos, por la que pasará a la eternidad y de la que poco se puede contar.
Todavía hay misterios sin resolver de todo aquel engranaje que provocó infinidad de preguntas.
Estrenada en TVE1, Lost explotó la cabeza de much@s con sus planos paralelos y su desquicie de estructuras temporales, para contar un relato a través de flashbacks y flashforwards que marcaron un tiempo y un nuevo estilo en la televisión.
El humo negro, un oso blanco, un submarino, un faro y hasta un templo ancestral convirtieron a la serie en una de las más adictivas de la historia, con esos personajes entre raritos y guapis, perdidos en un isla casi desierta.

Series de televisión Lost

Esta primavera -a través de Energy- tenemos la oportunidad de repetir sus 6 temporadas, o de alucinar con ella por primera vez. Y puede que ahora su controvertido final se revalorice, fascinando lo emocional sobre lo racional, que bien lo merece.

 

Roseanne, o aquel matriarcado yanki

Todo pasa y tod@s nos hacemos mayores. También Roseanne (Roseanne Barr), aquella madre irreverente y ácida que ha llegado a ser una abuela que apenas logra aquel humor de la provocación.
‘Los clásicos nunca mueren’, dice su marido (John Goodman) al escuchar ese portazo familiar tras discutir alrededor de la cocina, santo satorum de la serie. Pero el golpe ya no suena tan fuerte, ni las risas enlatadas se aguantan como entonces.
Eso sí, la nostalgia y la ternura permiten disfrutarla, más para antiguos seguidores que para las nuevas generaciones de Neox.

Series de televisión Roseanne

La serie americana tuvo su versión cañí con Pepa y Pepe, y fue estrenada en una época en la que ser deslenguada era tan gracioso como necesario su anti-puritanismo estadounidense. Claro que la competencia era Los problemas crecen y El show de Bill Cosby, pero aún siendo más jóvenes e inocentes todo parecía más potente y osado.
Sin embargo, los chistes de actualidad con los que vuelve resultan obsoletos (Trump, maternidad tardía y vientres de alquiler, tráfico de pastillas para la edad más que para una rave) y ya no impresiona su sarcasmo ni su matriarcado yanki.

Series de televisión

Retorna toda la prole y acoplad@s; también esa hija rebelde (Darlene, Sara Gilbery) que todas queríamos como amiga y solía poner la guinda o el picante a todos los diálogos. Ahora, sin pareja y en paro, tiene que vivir con sus hijos en casa de mamá. Y ahí esta Roseanne para reírse de ella y de la vida… Lástima que para algun@s ya no hay humor para estas cosas.

 

 

 

Nos queda The Handmaid’s Tale que analizaremos próximamente.
El cuento de la doncella recién empieza su segunda parte. Veremos hacia dónde va, porque la primera fue poderosa, impresionante y muy dura.
Pero son tiempos de obligada perspectiva femenina y su visionado es un deber para tod@s.

 

Mariló C. Calvo

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