SAW X: Ingenio sin destreza

Es el turno de Saw X. La décima entrega ya de una saga que comenzó de forma extremadamente brillante, allá por 2004, cuando un joven James Wan irrumpió en la escena internacional con una película en la que dos desconocidos van a ser el blanco del juego macabro de un asesino en serie, Jigsaw, también conocido como John Kramer, al que siempre ha interpretado el actor Tobin Bell. Hasta Saw VI todas se han titulado con el número romano de referencia, después llegaron Jigsaw, Saw Spiral y Saw Rebirth, pero eran todas entregas del mismo universo. Ahora vuelve a apellidarse con su número y la X nos ubica otra vez en el lugar en el que estamos.

Y en Saw X vemos a John Kramer, el ya famoso asesino en serie del peculiar método de integrar el juego en la víctima para que sea ella la que lo active y administre el tiempo que tiene hasta que, de no conseguir el objetivo que marca el juego éste la mate, vemos a John Kramer en esta entrega, enfermo terminal del cáncer que ya sabemos que padece. (Este film se situaría tras la segunda parte) Quiere curarse y un antiguo compañero de grupo de terapia, de esos que comparten con otros cómo se encuentran, le proporciona la manera de hacerlo. Un lugar clandestino en México es el sitio. Un equipo de primera categoría le extirpará el tumor y le quedarán más meses de vida que los pocos que le han asegurado.

Y Kramer va, hace el viaje y llega, no sin dificultades, a la clínica en la que ha puesto sus esperanzas. Lo operan y le dan el alta. Sencillo, más de lo que pensó que sería. Pero en breve se dará cuenta de que todo era una estafa, por lo que, sin miramientos, va secuestrando a cada uno de los miembros del supuesto equipo quirúrgico, a los que, por supuesto, va a someter a sus juegos. Una vez más.

Uno de los juegos de la nueva entrega de la saga, Saw X
Uno de los juegos de la nueva entrega de la saga

Seamos sinceros: a estas alturas, después de la genialidad del Saw que lo inventó todo, ya nos adentramos en sus secuelas para comprobar el nivel de salvajada a la que llega cada entrega, para ser testigos del siguiente ingenio que matará a la víctima que se lo tenga merecido (Kramer nunca mata porque sí, siempre hay un castigo por algo que el ‘jugador’ haya hecho en el pasado), y en Saw X es algo que queda claro desde el principio. Pero tarda en comenzar. Alarga el prólogo una barbaridad para llegar al escenario que el público está pacientemente esperando. Es, hay que avisar, la película más larga hasta la fecha de entre las que componen su serie, y además, hay escena entre la secuencia créditos, situada al final, y los del rollo de créditos convencional.

Una vez que entramos en los juegos, uno sigue al anterior, y aquí la película se tambalea por completo. El primer juego/asesinato es brillante, lleno de violencia, al máximo del gore que una película comercial puede ofrecer. Pero a partir de ahí o entra la censura del ‘ya hemos enseñado demasiado’ o mengua el presupuesto para seguir creando efectos estremecedores. Lo cierto es que la prudencia se adueña de la violencia gráfica y explícita y se vuelve más conceptual, ocultando la crueldad del exceso en juegos aparentes pero escasos de efectismo posterior.

Ellos son lo importante, es verdad, pero también hay que cuidar un poco la trama que los envuelve, que todo tenga un sentido en esta historia concreta, y hay que reconocer que quitando el punto de partida, la razón de la venganza, poco más es salvable en esta entrega. Saw X es un conjunto de clichés, de personajes manidos y de giros previsibles. Llega un momento en que nada cuadra en la seriedad que John Kramer representa. Y eso no es bueno para su mitología, para la genialidad que define a un personaje tan icónico y carismático.

No es de descartar que se ruede una próxima entrega. O próximas. Si la que está en cartel tiene aceptación será fácil que se produzcan, pero sería de agradecer que los guiones se cuidaran tanto como los ingenios que matan a los personajes seleccionados, que no hubiera lagunas en sus planteamientos y que no traicionaran lo que el protagonista implica. Y si los efectos de maquillaje llegaran a la altura de todas las trampas que el asesino propone, sería una película redonda que esperemos que llegue a realizarse.

Silvia García Jerez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *