PATRIA: El cómic de la novela

Patria no es un libro cualquiera. Y no supuso un éxito cualquiera. Contar en ella la historia del País Vasco a través de los ojos de dos mujeres que fueron amigas pero a las que el terrorismo de ETA separó hace ya mucho tiempo en el momento en que la novela comienza, es todo un desafío.

Fernando Aramburu lo cuenta con dolor pero también con una ternura que resulta demoledora. Todos los personajes, en su presente y en su pasado, en los recuerdos de una Bittori protagonista que es la que ha sufrido la pérdida de su marido en un atentado de disparo bajo la lluvia, son admirables porque la descripción de sus lazos en esa Patria irreconocible porque nunca debió ser así están tan bien perfilados que resulta imposible no reconocerlos como si a mitad de la novela no fueran ya parte de nuestro imaginario literario.

Y Aramburu se atreve a mostrar las dos caras, la de las víctimas y la de los justicieros, y nos adentramos en sus vidas, en sus avatares, en sus miedos y en sus traumas. Y todo con delicadeza pero sin dejar de mirar al frente, sin ahorrar detalles y sin entrar en el morbo fácil. Nada de eso. Cuanto ocurre en Patria es estremecedor y terrible pero Aramburu nos lo acerca con la naturalidad del hecho objetivo. Si ocurrió, hay que narrarlo así.

Es una historia ficticia pero basada en muchos hechos muy reales. Sin ir más lejos la novela da su primer paso en el momento en el que la banda terrorista abandona la lucha armada, que es cuando Bittori, viuda del asesinado Txato, decide regresar a su pueblo, donde todo ocurrió y donde las heridas siguen aún muy abiertas.

Por eso la atmósfera de Patria es tan perfecta. Por eso se siente en sus más de 600 páginas la opresión que se vivía, y mucha más cuando Aramburu viaja al pasado, a la plena actividad de la banda, y nos retrata la amistad que Bittori tuvo con Miren, la madre del chico miembro de ETA de quien Bittori sospecha que ha matado a su marido, y el posterior enfriamiento de la relación hasta hacerse insoportable.

Un relato que va helando la sangre porque recordamos lo que ocurrió, no hace demasiado tiempo, y porque la narración es tan real que quienes no hemos vivido en el País Vasco podemos pensar que ese y no otro era precisamente el clima y la tensión con la que allí transcurrían los días.

Maravillosa viñeta con Bittori en la tumba del Txato

Parece que 2020 es el año de Patria. Otra vez. Porque la niña se hace grande y se multiplica, y llega a las televisiones y de nuevo a las librerías, en un nuevo formato que nos ha alegrado, sinceramente.

La novela, nuestra niña del texto, a la que cariñosamente me refiero como tal en el párrafo anterior, se publicó en 2016 y desde entonces se ha ido manteniendo, más de 116 semanas, entre los libros más vendidos. Eso supone que lo ha sido durante más de dos años, un dato que pocas novelas pueden alcanzar.

El pasado 2019 HBO rodaba su primera producción española, en formato serie de televisión, y el prestigioso canal de pago estadounidense eligió para estrenarse en la colaboración con nuestro país la adaptación de la novela de Fernando Aramburu, convirtiéndose por derecho propio en una serie muy esperada que hubiéramos podido ver ya: el 17 de mayo tenía previsto su estreno el primero de los 8 capítulos de que consta, de no ser por la pandemia del Coronavirus, por la que su fecha se canceló.

Ahora tiene una nueva, el 27 de septiembre, y los amantes de la novela están deseando verla, con Elena Irureta y Ane Gabarain en la piel de Bittori y de Miren respectivamente.

Espectacular viñeta casi cubista de Joxe Mari en la cárcel

Pero hasta que eso suceda, tenemos la oportunidad de ver Patria en imágenes, el segundo formato con el que llega la publicación este año. No con actores pero sí con los dibujos de las viñetas que nos ofrece el cómic que Planeta Cómic acaba de editar, en una edición maravillosa firmada por Toni Fezjula.

La encontraremos en tapa dura y con unos dibujos rectilíneos que en unas  ocasiones se sumergen en el expresionismo y otras en el cubismo, estilos necesarios tanto por la oscuridad que desprenden como por el arte de que a partir de figuras difuminadas podamos adentrarnos por completo en el universo descrito por Aramburu.

Patria hecha cómic es igual de impresionante que su novela.

Por supuesto, es recomendable haberla leído antes, porque se lo merece y porque de ese modo podremos apreciar hasta qué punto Fezjula ha acertado en su recreación de los personajes y las acciones que comenten o de aquello que les pasa, pero quien no la haya leído y prefiera empezar por el cómic o simplemente quiera obviar la novela, el trabajo volcado en sus viñetas es absolutamente prodigioso.

Antes de tener el cómic en nuestras manos, es decir, antes de que éste existiera, no podíamos imaginar que fuera a haber una adaptación tan suntuosa de la novela, pero una vez que ya está aquí no podemos prescindir de ella.

Porque todo es un complemento. La novela, como obra maestra que es, es perfecta en sí misma, pero su éxito, que engrandece su dimensión como una obra literaria diferente, a la que hay que prestarle una atención especial, no solo como testimonio de una época sino como historia de la literatura como tal, merece que su narración pase a otros formatos, audiovisuales, como la serie, o visuales, caso del cómic que nos ocupa.

Patria, cómic, es grande. Tiene unas dimensiones como las de V de Vendetta o el Watchmen cuando unió sus fascículos en una edición apoteósica. La maravilla de Fernando Aramburu, en este otro formato, no merece menos. Los que sean coleccionistas, más allá de meros lectores, van a agradecer la edición que ahora se pone a la venta de uno de los libros más importantes en la Historia de la literatura universal.

Porque Patria está a la altura de Cien años de soledad, de Gabriel García Mázquez o de La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, los dos más vendidos en lengua española y a los que Patria, seguramente se les acerque o se les una en breve. Con razón, y con el entusiasmo de quienes amamos la novela y lo celebraríamos. Ahora el cómic tiene también los mimbres para unirse a la leyenda.

Silvia García Jerez

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