LA NOCHE DE 12 AÑOS: Infernal encierro

La noche de 12 años es una de esas películas que servirán de ejemplo para demostrar lo terribles que son las dictaduras, como ya lo hicieran La historia oficial, de Luis Puenzo, o Garaje Olimpo, de Marco Bechis, solo que en lugar de tratarse de la argentina, como en estos dos casos, se habla de la uruguaya.
Para cualquiera que haya visto la de Puenzo o la de Bechis, su sola mención les producirá un escalofrío. El cine, cuando está bien construido, cuando cumple su función como el arte con el que tantas veces es definido y es capaz de transmitir de tal manera el horror vivido, se convierte no solo en una herramienta de la Memoria sino en una denuncia de hechos tan válidos o más que si fueran libros de texto.
Y La noche de 12 años también entra en la privilegiada lista de títulos que no podemos dejar atrás para no olvidar que durante mucho tiempo, en el que probablemente quienes somos testigos del relato no hubiéramos sobrevivido, tres hombres fundamentales para el Movimiento de Liberación Nacional, los conocidos como Tupamaros, fueron encarcelados y torturados, física y psicológicamente, durante la dictadura militar uruguaya.
Desde 1972 hasta 1985, en que fueron liberados con la llegada de la democracia y la amnistía para los Tupamaros, Eleuterio Fernández Huidobro, también conocido como El Ñato, Mauricio Rosencof y José Mújica, fueron pasando de cárcel en cárcel y de condiciones terribles a otras peores.
La orden militar secreta que los sacó de sus celdas -en el fascinante travelling circular que da inicio al film- fue la de volverlos locos, porque no podían matarlos. Y para conseguirlo, los tres quedaron recluidos en solitario, tuvieron prohibido hablarse, apenas les daban comida… y la película lo refleja con una precisión angustiosa.

Chino Darín interpreta a Mauricio Rosencof en LA NOCHE DE 12 AÑOS
Chino Darín interpreta a Mauricio Rosencof en LA NOCHE DE 12 AÑOS

La noche de 12 años es un prodigio doloroso. Álvaro Brechner, en su tercer trabajo como director, nos sumerge en el estado policial en el que se convirtió Uruguay tras la democrática llegada al poder de Juan María Bordaberry, y nos lleva también a las estrechas celdas en las que los tres protagonistas se ven obligados a vivir durante tanto tiempo. Si es que aquellos años pudieron considerarse vida.
Pero el ser humano y su instinto para continuar luchando es asombroso y a lo largo de la cinta asistimos a la idea que tienen dos de ellos para poder comunicarse. Al tercero, a José Mújica, no lo tienen localizado.
Y cada avance lo celebramos con alivio. Brechner es un narrador portentoso. Tanto el terrible presente como los montajes picados cuando se acerca la locura, o los flash-back que nos sitúan en los hechos previos al encarcelamiento, son también tratados con una agudeza que nos lo hace pasar tan mal por los personajes como bien por estar ante una película que minuto a minuto se consolida como imprescindible.
Con un sensacional trabajo coral de Antonio de la Torre, Chino Darín y Alfonso Tort, que se esforzaron en perder peso para ganar credibilidad, y la enorme caracterización que los va deshumanizando, con sus largas barbas, sus pelos descuidados, sus heridas, sus manos desolladas… los tres se transforman con enorme convicción en Mújica, Rosencof y Fernández Huidobro respectivamente.
Tal vez a quien menos veamos sea a Mújica. Su cautiverio fue un infierno mayor en la medida en que estaba verdaderamente incomunicado, en que solo se tenía a sí mismo para salir adelante, y es un auténtico misterio cómo lo consiguió para años después, en el 2010, acabar siendo elegido Presidente con ese carácter tan bonachón que sabemos que sigue teniendo. Una personalidad asombrosa la suya.
Rosencof, un preso con alma de escritor, lo acabó siendo al alcanzar la libertad y Fernández Huidobro, ministro de Defensa durante la presidencia de Mújica, firmó junto con Rosencof Memorias del calabozo, novela en la que en ningún momento se nota rencor alguno, exactamente tal y como ocurre en la película. Los hechos pasan, los años también, pero ellos siguen siendo los mismos, unos superhéroes.

La sombra de su madre planea sobre el aislamiento de José Mújica
La sombra de su madre planea sobre el aislamiento de José Mújica, interpretado por Antonio de la Torre

Viajar a los años de la dictadura uruguaya tal vez no sea un plan cinematográfico para acompañar con palomitas, pero sí lo es si queremos asistir a un espectáculo de primer nivel en cuanto a cine de muchos kilates, cine que escribe la Historia, que por eso mismo nos emociona y no nos suelta.
Sus grandes momentos en el patio de la cárcel, aquellos en los que descubren cómo comunicarse sin aparentemente hacerlo, o esos otros en los que sus mentes los acercan a los que tienen fuera, son de los que sobrecogen y nos pueden hacer soltar alguna que otra lágrima, que es la moneda con la que se paga el realismo. Respuesta emocional lógica a toda la presión la que también nosotros estamos siendo sometidos desde la butaca.
La noche de 12 años es una de las mejores muestras de buen cine que podemos encontrar estos días. Merecería cosechar el éxito que otros grandes títulos que están llegando en tropel, como si fueran a cerrar todas las salas en unas semanas, no están consiguiendo por falta de oxígeno, de su propio espacio, de un boca oreja que las haga crecer, y no digo los mismos 12 años del título, pero al menos 12 semanas en cartelera sí que sería justo que se mantuviera.
Como también sería de aplaudir que pasara el corte de mejor película de habla no inglesa, el próximo 17 de diciembre, y quedara entre las 9 finalistas que anuncie la Academia para esta categoría. Compite por Uruguay, como es de imaginar, aunque sea coproducción entre varios países, entre ellos España, y tiene el nivel para hacerse con un puesto en la lista de las elegidas para la semifinal, antes de que el 22 de enero se hagan públicas las candidaturas al Oscar.
Pero como los premios son una lotería, quedémonos con la realidad, con el hecho de que La noche de 12 años es cine con todas las garantías de que no nos arrepentiremos de verla, y tal vez ese sea el mejor premio de todos.

Silvia García Jerez

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