NASDROVIA: De risas con la mafia rusa

Nasdrovia es un hallazgo. Una sitcom cuya existencia hacía falta. Nasdrovia es la nueva serie de Movistar+ , que se estrena el día 6 de noviembre y nos transporta al mundo de Edurne (Leonor Watling) y Julián (Hugo Silva), una pareja de abogados que fue matrimonio y de la que solo queda, de dicha relación, la amistad que los une y su pasión por ser los mejores letrados posibles.

Y son tan buenos que se arrepienten de serlo. Porque defienden a corruptos y los salvan de la cárcel. Entonces se plantean que a lo mejor no quieren seguir haciendo lo que hacen.

Casualmente, la misma noche en la que un caso especialmente sensible les sale redondo en los tribunales, conocen a un cocinero en la fiesta de celebración de la sentencia, Franky (Luis Bermejo), que está buscando alguien que le financie lo que le queda para abrir su restaurante ruso, con decoración traída directamente de San Petersburgo, y da con la pareja perfecta para conseguirlo, porque tiene dinero para invertirlo en el proyecto y les parece que es el momento adecuado para cambiar de vida.

Lo malo es que Franky es un cocinero tan excelente que parte de la clientela que rebosa el restaurante todos los días empieza a ser la mafia rusa, encantada con unos platos de los que hacía muchos años que no disfrutaban, básicamente desde que Boris (Anton Yakovlev) y sus chicos se trasladaron de Rusia a Madrid. Todo un elogio para Franky y sus nuevos socios, pero a lo mejor no es precisamente la clientela que estaban buscando. Aunque pronto descubrirán que ya es tarde para que dejen de acudir al local.

Edurne (Leonor Watling) se dirige a menudo al espectador

Nasdrovia comienza con una situación comprometida: Edurne,  ensangrentada, caminando a cuatro patas por el restaurante buscando el diente que le falta por encontrar. Boris la detiene y se lo muestra, pero en la otra mano le enseña también el arma con la que la apunta. Edurne mira a la cámara y nos da paso, rompiendo la cuarta pared, a la historia que los ha llevado a ese momento, el flashback en que se va a transformar la serie entera.

Edurne nos va relatando, con reflexiones que aporta de tanto en tanto mirando directamente al espectador, como se hizo en Fleabag, como hace Enola Holmes, los sucesos que desembocarán en ese presente que hemos dejado atrás. Y vamos a internarnos en el inicio de una historia apasionante que solo dura media hora por capítulo y que no podemos dejar de ver.

Nasdrovia se consume en una tarde, en una jornada de humor dicharachero que se agradece porque descubrimos, por fin, que el mundo de la mafia puede no ser solo, si de ficción hablamos, un universo lleno de violencia en el que la muerte está más presente que la vida y en el que cualquier movimiento probablemente llevará al personaje que lo dé a un paso en falso del que se arrepentirá.

En Nasdrovia la atmósfera también se va cargando, por supuesto. Las amenazas están presentes, las consecuencias de los actos pueden ser terribles, pero hay una sonrisa detrás de lo que vemos. Y el tono de comedia es una liberación. Esta mafia, sin dejar de ser mafia, es más ligera, por mucho que estrese.

No se pueden descartar venganzas en los capítulos, habrá que verlos para saber si son como esas a las que el cine nos tiene acostumbrados, pero lo cierto es que la diversión está garantizada, porque esta mafia no es la de El Padrino, es la de una serie de la que puede disfrutar toda la familia. No todo lo que aglutine a grandes y pequeños ha de ser de Disney Pixar. Hay otros productos igual de válidos. O más, no entremos a discutir hasta qué punto Del revés o Coco son más para adultos que nos da la hora de cenar.

Franky (Luis Bermejo), un cocinero tan excelente
que su profesionalidad le trae problemas

Nasdrovia cuenta con un ritmo envidiable. Sí, es una sitcom de media hora, pero ninguna narración está exenta de aburrir a la audiencia si no está bien medida. Todo producto tiene que cuidarse y defenderse y estar pendiente de que nada falle para lograr la mayor excelencia posible, y Nasdrovia lo consigue desde el primer plano, en el que Edurne recorre a gatas el restaurante.

Y es que Marc Vigil está a los mandos del proyecto, un director que sabe muy bien lo que hace, que no es la primera serie que tiene a su cargo, y el caso de los capítulos que dirigió de El Ministerio del Tiempo son carta de presentación suficiente como para confiar en él.

Así lo hizo Hugo Silva, el Pacino de la ficción ministérica, quien en cuanto supo que Vigil iba a ser el director se metió de lleno en el proyecto. Y no es para menos. Vigil también firmó algunos episodios de 7 vidas y de Aída, por lo que se hace evidente que es un profesional que domina la comedia y claro, lo demuestra de nuevo en Nasdrovia.

Marc Vigil pone el foco en sus personajes y gracias a la vis cómica de un guión finísimo, que mezcla la risa y el suspense de qué pasará con los rusos en el próximo capítulo, disfrutamos de la presencia de sus actores, los ya citados y los secundarios, pero sobre todo con los principales, entre los que destaca un Luis Bermejo soberbio, como siempre, interpretando a un cocinero con un talento excepcional para su profesión, algo que le trae más de un problema pero que él aborda con una tranquilidad apabullante.

Parece que nada fuera con él, que nada le importara porque él está centrado en hacer lo suyo, por mucho que su personalidad a veces no se lo permita demasiado. Esto, que parece un galimatías, queda bien explicado en la serie, tranquilos, lo que pasa es que no quiero contar más para no desvelar lo que no se debe. Y para poner el anzuelo y que descubráis hasta qué punto Franky es un personaje tan loco como fascinante.

Aunque por supuesto, Leonor Watling y Hugo Silva serán quienes concentren todas las miradas. Ellos son el alma de la serie, y ambos van a ir solventando todos los problemas que surjan en el Nasdrovia, pero cada vez lo tienen más difícil para conseguirlo, todo hay que admitirlo.

El día a día en el mejor restaurante de la ciudad no va a ser sencillo. Pero Edurne y Julián pueden con todo. Con todo menos con una pistola que los apunta directamente. Ahí, ya, la cosa se complica.

Silvia García Jerez

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