MAESTRO
Bradley Cooper compone en dos claves irregulares un biopic de Leonard Bernstein, desde un brillante blanco y negro al technicolor más amarillista y chillón
Con Ha nacido una estrella y Lady Gaga como partenaire, dentro y fuera de la pantalla, Bradley Cooper debutaba como director y guionista, a través de la música de la diva pop y del mismo actor, retomando un remake de un clásico sobre el triunfo y el fracaso, habiendo triunfado ya como chico guapo, divertido y hasta buen actor, pasando por la trilogía de Resacón en Las Vegas a El lado bueno de las cosas y El francotirador, entre otras películas.
Con Maestro se presenta, de nuevo, como guionista, director y músico, encarnando esta vez al compositor Leonard Bernstein, una de las personalidades más famosas de Estados Unidos que pasó a la historia por crear la banda sonara de La ley del silencio y West Side Story, siendo además un fanático de la docencia musical para cualquier audiencia.
Una biografía que Spielberg y Coppola llevaban tiempo queriendo hacer, siendo finalmente los productores de este biopic por Cooper que abarca la dicotomía personal entre su vida publica y privada, tomando más la relación con su esposay los devaneos del compositor que cualquier atisbo del proceso creativo, resultando una bonita cinta en dos piezas y claves irregulares, cual cuidado reportaje sobre quién fue…
Y entre lo clásico y lo fútil de su arte -miedo confeso de Bernstein-, Maestro compone esa segunda opción.
Bernstein, judío de cuna y contemporáneo de esas generaciones de homosexuales que tuvieron una familia tradicional con mujer y descendencia, dirigió algunas de las melodías más memorables del musical americano, mientras en sus clases mantenían la genuina relación del maestro-pupilo de los filósofos griegos.
Con una asombrosa prótesis de nariz y una lograda imitación gestual se consigue que veamos al músico en la piel de Cooper, quien está a la altura de la vehemencia y el narcisismo del personaje, acompañado siempre de la que fuera su esposa leal, resignada y fundamental en la vida de Bernstein; la actriz costarricenseFelicia Montenegro, quien aún conociendo la condición de su marido, “pensaba que iba poder con ello” -parafraseándola en un momento del filme, a través de la magnífica Carey Mulligan, repitiendo un papel de sufridora por los que suele estar nominada.
Maestro suena a Óscar, aunque algo desafinado. Pero ahí están las estupendas actuaciones de sus protagonistas, junto a la acertada utilización de ese blanco y negro al uso clásico de Hollywood, cambiándolo por un moderno Technicolor según avanza el metraje. Sin embargo esta combinación para presentarnos al compositor -menos conocido fuera de showbusiness americano- pasa por su vida en rosa, amable y feliz, a la más amarillista, abarcando las décadas de los años treinta y setenta desde la nostalgia y el homenaje a obras maestras del cine de una era -de lo mejor de la película-, para saltar irregularmente a un melodrama a lo Douglas Sirk, con Snoopy de fondo, mientras escuchamos a REM y Tears for Fears, mas no tanto los logros artísticos y los populares Conciertos para jóvenes del mismo Bernstein.
Maestro toma su título de uno de los discos más reconocidos de Bernstein, un greatest hits donde el compositor pilla la batuta para orquestar a Schumann o Mahler, y hasta el prólogo de su West Side Story. Me interesa todo lo que es música, decía él mismo. Pero Cooper le retrata como marido, padre y amante, a la fuga aunque pendiente de la familia, y en continuo conflicto personal, obviando los momentos cercanos a un pentagrama y más pendiente de sus alumnos que de enseñar la pasión por la música clásica -eso sí, la escena de seis minutos dirigiendo en la Catedral de Ely es un prodigio de recreación de aquel espectáculo-.
Ante tal opción del actor y cineasta de restar partituras, el filme pide algo más de su música, algo de esa intimidad para crear, y menos de su doble vida sentimental de ritmo a destiempo.
Claro que Maestro es muy americana, para todos los públicos y de entretenimiento “blanco”, sin ninguna escena subida de tono, por decirlo de alguna manera -y contando con el permiso de la familia Bernstein-, resultando finalmente una empaquetada invitación a conocer al personaje -famoso en USA- y no tanto al gran compositor, detrás de una gran mujer.
Mariló C. Calvo