LA MATERNAL: Madurar en plena adolescencia
La maternal es el segundo trabajo de Pilar Palomero tras su colosal debut con Las niñas, en el año 2020, que nos reveló a una directora capaz de manejar con maestría los más sutiles hilos de la narrativa dramática, ganando por ello cuatro premios Goya de los nueve a los que aspiraba, incluyendo mejor película del año, y los que le correspondieron específicamente a Pilar por su guión original y su fabulosa dirección novel.
Ahora llega a los cines con La maternal, primer proyecto desarrollado en el programa Residencias Academia de Cine, de reciente creación, y del que esperamos surjan títulos igual de espléndidos que éste. Aquí, una adolescente, Carla (Carla Quilez), una chica de condición especialmente humilde, se dedica a pasar el tiempo con su mejor amigo, realizando hasta actos que podrían ser delictivos, por aburrimiento y por venganza ante una clase social a la que, tal vez, le gustaría pertenecer. Y en uno de esos ratos de ocio, en los que también se dedica a ver pornografía en el móvil, tiene sexo con él, y se queda embarazada.
Penélope (Ángela Cervantes), su desesperada madre, que no es capaz de controlar a su díscola e impertinente hija, se ve obligada a aceptar que Carla entre a vivir a un hogar de acogida de los servicios sociales de la zona, un pueblo de Los Monegros, de esa Zaragoza de la que la propia Pilar Palomero procede. Allí Carla conocerá a otras chicas, también menores, que han tenido una vida incluso más dura que la suya, sufriendo malos tratos y quedando embarazadas por ello, o siendo abandonadas por el padre de sus hijos, que se ha desentendido de su responsabilidad.
Carla, que puede seguir viendo a su madre regularmente, por muy mal que se lleve con ella porque no hay manera de que la joven asuma un mínimo de disciplina, pasará allí su embarazo y cuando el bebé nazca entenderá que ahora tiene unas responsabilidades que, por mucho que no sean propias de una chica adolescente, ha de hacer suyas, cuidando a una personita que depende por completo de ella. Pero Carla es en realidad una niña que solo quiere bailar, subir vídeos a sus redes sociales y divertirse al máximo cada noche, y pronto se dará cuenta de que ser madre es bastante incompatible con eso.
La maternal es la confirmación del gran talento de Pilar Palomero. Ahonda en los problemas de las mujeres, pone su foco en aquello que la sociedad esconde, y lo muestra con la sencillez con la que la vida nos cruza con ellos. Ya sean unas niñas sin padre en la aparentemente floreciente España de los 90 o adolescentes que se enfrentan a una maternidad prematura en la España rural, situaciones ambas con las que sus protagonistas tienen una integración social más que complicada.
El qué dirán es siempre motivo de conflicto para las mujeres. Por eso Pilar Palomero no puede evitar hablar de aquello a lo que nos enfrentamos, de una sociedad cerrada en la que pocas cosas cambian y en la que nosotras siempre tenemos las de perder. Pilar no sabía nada de estas chicas y cuando una amiga de la productora Valerie Delpierre, que fue gracias a quien le llegó el proyecto, le habló de una joven a la que habían internado en uno de estos centros, empezó a documentarse sobre ellos para lo que sería su segunda película.
Y con La maternal vuelve a emocionarnos. No de la misma manera que con Las niñas, que era mucho más íntima y sutil debido a los temas que trataba, a los tabúes de los que hasta la cámara era cómplice para mostrar lo justo y no dañar a sus personajes más de lo que ya lo estaban, pero sí nos emociona gracias a ese espíritu de superación de las compañeras que rodean a Carla. Muchas de ellas son las chicas reales a las que les ha sucedido lo que relatan en la cinta. Y a pesar de haberlo pasado tan mal miran hacia adelante y afrontan su futuro con sus hijos con la mejor de las sonrisas.
Sonrisa de la que Carla no hace gala en ningún momento. Carla Quilez, la actriz que la interpreta, borda a una niñata impertinente que no aprende las lecciones de la vida ni sufriendo sus estragos. Hace lo que quiere, no responde ante nada, no le importa nadie, y si alguien le recomienda no hacer una cosa no tendrá miramientos a la hora de quejarse y de imponer su voluntad. Ni su madre, ni los cuidadores sociales, ni sus compañeras. De hecho, todos son testigos de cómo Carla decide sobre ella misma aunque no deba.
Y aún así, Carla Quilez está sensacional. Transmite esa antipatía lógica de quien es tan problemático, radiografía tan bien a quienes responden a ese perfil, de chica rebelde e indomable en la sociedad contemporánea, en la que los móviles son como hijos, que no queda otro remedio que rendirse a este talento emergente que seguro que en el futuro nos ofrecerá un personaje más amable con el que se pueda congeniar por completo.
También lo está Ángela Cervantes, interpretando a Penélope, su madre, en un homenaje evidente a Jamón jamón, de Bigas Luna, que se rodó en Los Monegros y supuso el lanzamiento de Penélope Cruz a toda su carrera. Que el personaje de Ángela se llame Penélope no es casualidad, y esta Penélope fue otra madre adolescente que no ha sabido controlar a su hija y ahora se ve reflejada en ella debido a su embarazo. Se trata de un papel pequeñito pero esa madre fanática de Estopa y preocupada por su díscola hija es un peldaño más en la grandeza que Ángela Cervantes se está labrando tras la excelente acogida que tuvo su participación en Chavalas, por la que fue nominada al Goya a la mejor actriz revelación.
Pero La maternal no es únicamente una película de actrices, aunque pueda parecerlo. Es un retrato demoledor de mujeres maltratadas por la sociedad que se quedan solas cuando llegan las adversidades, y cuenta con un guión espléndido cuyo único error es dilatarse en exceso. Puede molestar o no, puede que a algunos espectadores les pese más la duración de la película que a otros, pero lo cierto es que quienes defendemos tan largo metraje lo hacemos en base a la necesidad de observar hasta qué punto Carla es una chica tan perdida como cabezota. Hemos de comprobar la profundidad de lo mucho que le queda por aprender, por asumir, por cambiar los malos hábitos que tan arraigados tiene y de los que tan orgullosa está.
Y en ese relato admirable que muestra el desierto en que viven estas mujeres encontramos, de nuevo, uno de los distintivos más sobresalientes del estilo narrativo de Pilar Palomero: las elipsis. Son apabullantes. De un momento al siguiente ha podido pasar el tiempo y, sin contarte lo que ha ocurrido en ese corte, lo tenemos clarísimo. No se puede ser más explícito con menos. No necesitamos oír lo que pasa, ya lo sabemos. Ese recurso que con tanta precisión domina Pilar no es fácil de utilizar, y menos de manera correcta. Pero ella es una maestra a la hora de ponerlo en práctica. Por eso es tan buena directora.
La maternal baja un poquito el nivel de Las niñas. Un poco nada más. Tal vez por esa excesiva duración que muchos verán innecesaria y que es difícil de defender. De resto, es una película impecable en la que sumergirnos para descubrir un mundo que a tantos nos es ajeno pero que es más común de lo que nos parece. Por eso Pilar quiso hacerla, y también por eso se la queremos agradecer.
Silvia García Jerez