LA HUÉRFANA: PRIMER ASESINATO, una precuela camp
La huérfana: Primer asesinato es la precuela del homónimo filme de terror que en 2009 dirigió Jaume Collet-Serra. Esta vez, dirigida por William Brent Bell (The Boy, Devil Inside) y guionizada por David Coggeshall (Exorcismo en Georgia). Su filmografía adelanta el controvertido resultado de la película. No cabe duda de que en materia de “pequeños asesinos” Bell es todo un experto. Está protagonizada por Isabelle Fuhrman (La aspirante), Julia Stiles (Estafadoras de Wall Street), Rossif Sutherland (Trench 11), Gwendolyn Collins, Jade Michael, Andrea del Campo, Hiro Kanagawa y Lauren Cochrane.
La historia, inspirada nuevamente en los crímenes cometidos por Barbora Skrlová, pone su foco en los orígenes de Leena. Se muestra su estancia en el psiquiátrico de Estonia y sus macabros planes para escapar y viajar a Estados Unidos. Una vez allí, suplanta la identidad de Esther, la hija desaparecida de sus nuevas víctimas. Así se introduce en una familia adinerada cuyos miembros están totalmente estereotipados. Desde el comienzo, nos volvemos a introducir en este microuniverso en el que los primeros planos de Isabelle Fuhrman caracterizada nos consiguen estremecer. Es destacable la naturalidad con la que Fuhrman encarna su papel y la credibilidad con la que el equipo de maquillaje -y las plataformas que utilizaron sus compañeros de rodaje- consiguen hacernos creer que Isabelle, de 25 años, es una niña.
El filme tiene un tinte ochentero que recuerda en su aspecto visual a una cinta de VHS. No querían quedarse atrás en el gusto por traer a la gran pantalla la esencia de grandes clásicos de terror. Su ritmo es ágil, pero los acontecimientos previsibles hasta la mitad de la película. El plot twist asombra al espectador dando un giro de argumento e introduciendo un tono camp. A partir de este momento, el humor negro, ironía e insultos absurdos se apoderan de la narrativa arrancando alguna que otra carcajada entre el público. El juego perturbador es similar al de La visita de 2015. La complicidad en pantalla que muestran Fuhrman y Stiles es necesaria para aportar continuidad.
En esta nueva propuesta, no se escatima en sangre. Mientras que la huérfana de la primera entrega prefiere atormentar psicológicamente y urdir sus planes a fuego lento; “la huérfana original” es impulsiva y sádica. A veces es torpe en sus decisiones; y se castiga por ello. En esta cinta se intenta exponer a una aprendiz de asesina, que, con un ansia natural por hacer el mal, debe superar una serie de obstáculos para convertirse en la Esther que conocimos en 2009.
Conocemos de primera mano a Leena, sus deseos, intereses y vivencias. Por primera vez, podemos ver su fragilidad ante el mundo que le rodea, el miedo y sus limitaciones al enfrentarse a situaciones desconocidas. Se sobreentiende cierta dualidad al ser conocedores de sus sentimientos, pero se olvida cuando se entreve su verdadera esencia. Se pretende enseñar que no hay un trágico pasado que justifique los comportamientos de Leena, sino que forma parte de su naturaleza ver sufrir a los demás. Su única motivación es ser libre para poder interpretar a Esther de forma indefinida – con su pertinente escena final -.
La película te mantiene en vilo hasta el final. Con su apuesta desvergonzada roza la locura y sumerge al espectador en la narración, que sorprendido o desencantando, no se resiste a desengranar los secretos de esta curiosa precuela. El final es coherente e hila a la perfección con La huérfana. No deja indiferente a nadie y permite asistir a la evolución de este personaje. Además, resuelve incógnitas sobre la que ya se ha convertido en una película de culto en el cine de terror.
Noelia