LA EXTORSIÓN: Un piloto en apuros
Con La extorsión llega de nuevo cine argentino a nuestras salas. Se prodiga poco últimamente, con la de películas que hemos llegado a tener y la fama que ha logrado cosechar entre nosotros, pero La extorsión es uno de los títulos más sólidos de una cinematografía que hace años llegaba de forma constante y que ahora cuesta encontrar en la cartelera.
Pero merece la pena que se estrene en la gran pantalla porque comienza como una película de suspense y luego gira hacia el cine negro más intenso, y eso se agradece. Tanto es así que incluso se presentó en la última edición del festival de Sitges, pero es que además se ha convertido en la cinta más taquillera del año allí, en su país de origen.
La protagoniza Guillermo Francella, que no es tan conocido como Ricardo Darín o Leonardo Sbaraglia pero es un gran intérprete, tan bueno como sus compatriotas. Lo vimos, de hecho, junto a Darín en El secreto de sus ojos, aunque tal vez muchos no lo recuerden y estuvo en Mi obra maestra o en El robo del siglo, con Diego Peretti, otro argentino ilustre, como compañero de reparto. Es decir, que ver el rostro de Francella en el cartel ya es garantía de calidad.
Y La extorsión representa precisamente ese tipo de cine. Una historia que comienza con un asesinato en plena calle y que va subiendo su tensión hasta un final trepidante digno de lo mejor del género negro. Martino Zaidelis, director de la película, nos va a presentar a Alejando, el piloto al que interpreta Guillermo, un profesional que conoce muy bien su oficio, que es muy bueno como tal, pero tiene una mancha en su expediente que aunque ha tratado de ocultar hay quien la ha descubierto. Y la usa para extorsionarlo: si no acepta la propuesta que le hacen desde ‘altas instancias’ que mejor no revela a su esposa, lo llevarán a juicio por poner en peligro a los pasajeros a los que traslada en sus vuelos. Y Alejandro no quiere que se acabe su carrera, y menos así.
Debe recoger una maleta que le van a dejar en su taquilla e intercambiarla con el contacto de Madrid. Nada más. Por eso tiene que dejar de hacer sus rutas, no puede volar ya por todas las que hacía, ha de centrarse en esa para poder llevar las maletas que le pidan cuando vea que tiene una para dar el correspondiente cambiazo.
Rápidamente, el servicio de la aduana se da cuenta de que está pasando algo raro. Y lejos de detenerlo intentan ayudarlo. Pero eso sólo supondrá el principio de una situación aún peor de la que Alejandro no sabe cómo salir, aunque se empeñe en acabar con ella.

La extorsión es una película apasionante. Sigue el manual del cine de suspense pero maneja sus cartas con enorme habilidad. Cada giro del guión de Emanuel Díez sube un escalón en la intriga que nos va planteando el conjunto. Aceptar ser partícipe de la corrupción, aunque no se quiera, tiene consecuencias, y el pozo es cada vez más hondo y más grande. No hay manera de salir de ahí y cuanto más te metes más podredumbre descubres. Alejandro quiere parar pero se le hace cada vez más complicado. Y afecta a todo en su vida, a la privada también.
Hacía mucho tiempo que no encontrábamos una película con un guión de cine negro tan sólido como éste. Es una gozada ir asistiendo, como espectador, a que las piezas van encajando en un puzzle tan oscuro como retorcido, con personajes cuya doble cara, como debe ser dentro del género, se nos hacen especialmente antipáticos. Pero tienen que ser así para que la trama funcione, y en La extorsión lo hace de maravilla.
La extorsión es, posiblemente, una de las mejores películas de la cartelera. Elegante, inteligente, llena de ritmo, tensión, con un villano de altura, unos personajes muy bien escritos -Carlos Portaluppi, el Mario copiloto de la película, también tiene una presencia destacada-, con situaciones creíbles y estresantes y con un guión que, a excepción de su prescindible epílogo, es todo un acierto. Y otro, acierto, es que no llegue directamente a alguna plataforma. De vez en cuando el público se merece que un título adulto que no sea parte de una saga, o un remake, llegue a sus cines.
Silvia García Jerez