FLY ME TO THE MOON: Coctelera de aciertos
Fly me to the moon, como título, remite directamente a la canción del maestro Frank Sinatra, un precioso tema romántico cantado por el mejor, por ‘La Voz’, como fue conocido el intérprete de Nueva Jersey. Y tiene mucho que ver con la película que supone el salto de la actriz Scarlett Johansson a la producción, tras haberse iniciado en estas lides en la producción ejecutiva de un par de películas anteriores, por ejemplo Viuda Negra, la cinta de superhéroes de Marvel que también protagonizó.
Y el tema tiene que ver con la película porque Fly me to the moon es una comedia romántica en la que el enamoramiento entre los personajes de Scarlett Johansson y Channing Tatum está latente a lo largo de toda ella. Y porque la cinta cuenta la historia de la llegada del hombre a la Luna, pero desde el punto de vista del marketing, eso tan importante que está detrás de todo lo que sabemos que queremos ver o tener.
Y es que Tatum da vida a Cole Davis, director del lanzamiento del Apolo 11, y Johannson a Kelly Jones, mujer prodigio del marketing, capaz de venderle un perrito caliente a un vegetariano. Se conocen en una cafetería cuando aún no saben que van a trabajar juntos. Él en una misión histórica para la humanidad y ella en hacer lo imposible por conseguir que tanto los Senadores apoyaran este delicado momento de la carrera espacial, -cuando los intentos previos de llegar a la Luna habían fracasado, con el consiguiente despilfarro económico de la administración Nixon para lograrlo-, como que la audiencia se mantuviera expectante en el viaje, que duraría 3 días, y que tenía que ser lo más visto en la televisión del momento.
No iba a ser fácil para Kelly Jones. La tarea de atraer a las marcas para darle promoción a la heroicidad y de interesar a los senadores eran objetivos primordiales: había que vender el viaje a la Luna como un éxito frente a los comunistas de Rusia, potencia que también peleaba por la misma meta. Había que tomarles la delantera, como fuera. No se podía fracasar otra vez. Para poder cumplir este objetivo Moe Berkus (Woody Harrelson), el hombre del presidente que ha contratado a Kelly, le encarga confeccionar la que ha de ser el arma definitiva. Deberá rodar un viaje alternativo en un plató falso para emitirlo, en lugar del viaje real, por si éste no llegara a tener lugar. Un reto que Kelly, que tan acostumbrada está a mentir por los gajes de su oficio, acepta con reticencia. Nunca pensó llegar tan lejos. Pero ese, ella lo sabe, siempre ha sido su trabajo.
Fly me to the moon nos relata los entresijos de un momento histórico que mantuvo en vilo al mundo, y lo hace desde un punto de vista inusual pero necesario para conocer, si todo fue así… el porqué de esa teoría conspiranoica de que Stanley Kubrick lo rodó todo en la Tierra y los demás nos creímos que el hombre había llegado a la Luna sin que fuera cierto. Aquí no es Kubrick el encargado de la dirección sino Lance Vespertine (Jim Rash), una suerte de aquel Nígel, director de arte de la revista Runaway, interpretado por Stanley Tucci en El diablo viste de Prada.
Fly me to the moon es una coctelera de aciertos. Mezcla el tono de comedia -con la ayuda de una banda sonora compuesta por Daniel Pemberton que continuamente le da alegría al metraje- con la intensidad del acontecimiento del que se ocupa, ofreciéndonos datos verídicos y situaciones de las que aprender sobre un hecho del que creíamos saberlo todo. Aprendemos y nos entretenemos a la vez.
Y también nos reímos. Porque Greg Berlanti, su director, responsable de Como la vida misma o Con amor, Simon, consigue secuencias verdaderamente hilarantes que funcionan como cuando el cine norteamericano nos garantizaba risas en cada comedia que vendía como tal… y realmente las provocaba. Qué difícil era eso y qué bonito reencontrarse con el género, en su mejor estado posible, con una película deliciosa a la que tal vez le sobre un poco del epílogo. Cómo le cuesta a Hollywood acabar a tiempo las películas, pero en su conjunto es una magnífica propuesta que merece la pena disfrutar con la sala llena.
Y qué decir de su estrella principal, una Scarlett Johannson que se reserva, como productora que es del proyecto, el personaje más importante del relato. También el más complicado de abordar. Una listilla que habla tan rápido que no deja tiempo a su potencial cliente a pensar, que puede llegar a resultar cargante pero que cuando la conoces de verdad, sin su coraza de comercial, te das cuenta del valor de la persona que hay debajo. Una interpretación sublime, de esas que de no tratarse de una comedia barrería en la temporada de premios y le daría el Oscar a la mejor actriz que tanto le está costando alcanzar. Porque sí, es evidente que Scarlett brilla en Fly me to the moon. Está fabulosa y será uno de los trabajos por los que se la recuerde en el futuro.
Fly me to the moon merece tener éxito pero ahora mismo el tema de la taquilla es un misterio. Siempre lo fue pero es que si se hubiera estrenado en los 90 habría sido un fenómeno, una de esas comedias románticas con las que Sandra Bullock o Meg Ryan pasaban semanas siendo número 1. El cine ha cambiado mucho desde entonces. Como espectáculo en sí y como forma de entretenimiento. Ya no es la elección principal de los espectadores y se nota en las recaudaciones semanales.
Hacer una buena película no garantiza que el público la vea, ni siquiera gracias a un marketing que hubiera elaborado la mismísima Kelly Jones. Y Fly me to the moon no sólo es buena, es espléndida. Y además original, nada de remake o secuela o spin off. Una película nueva surgida de una industria a la que antaño no se miraba con la indiferencia de quien tiene decenas de plataformas en casa en las que anteponer las series sino con la fascinación de ir a ver algo único, con la sala a oscuras y la magia del cine desplegándose ante la pantalla, llevándonos al cielo, a las estrellas… y a la Luna.
Silvia García Jerez