EL GUARDIÁN INVISIBLE
¿Carácter del Norte?
Algo huele a Dinamarca -y a Suecia- en la adaptación al cine del best seller de Dolores Redondo, El guardia invisible. Un thriller ambientado en Navarra, bajo la intriga de unos crímenes rituales con elementos mitológicos propios de la zona.
Un fenómeno literario que ha conquistado a más de un millón de lectores en nuestro país y ha sido traducido a más de 30 idiomas.
La inspectora Amaia Salazar es la encargada de resolver esos asesinatos a los márgenes del río Baztán, en el valle cercano al pueblo donde se crió y del que huyó tiempo atrás. Una detective menuda, con experiencia en el FBI – que nos recuerda a Clarice de El silencio de los corderos- y que volviendo a sus raíces, descubrirá los misterios propios de la investigación junto a otros algo sobrenaturales, de un pasado cargado de secretos familiares.
Todo es efectivo y efectista, tan estético que nada huele a podrido aún con los cadáveres de unas jovencitas como punto de partida del libro y la película; pero esta adaptación comparte demasiadas características ya vistas en series como Hannibal -con esos bellos asesinatos- y la danesa The Killing -con esa lluvia constante y las relaciones ocultas de familia-, resultando más televisiva que cinematográfica y sin la personalidad que pretende uno y otro formato.
Entretiene pero se torna excesiva en maneras, mientras algunos diálogos suenan forzados y algo literarios para un lugar tan pequeño y apartado, en una tierra alimentada con supersticiones y brujería.
El filme, sin llegar a ser un telefilm, es la gran apuesta de Atresmedia para esta temporada y heredando los aires de la saga Millennium -quizá porque la misma productora sueca ha comprado los derechos de esta trilogía del Baztán-, terminará gustando a los incondicionales de la novela y a un público mayoritariamente joven.
El director Fernando Gonzalez Molina, quien parecía el más indicado en llevar a la gran pantalla este primer relato; de procedencia navarra y con experiencia en otros super-ventas como Palmeras en la nieve y Tres metros sobre el cielo, se esfuerza en la realización y se nota, pero no consigue controlar las historias que nos cuenta y anticipa demasiado la trama.
La esencia telúrica, captada en una cuidada y preciosista fotografía de vapores, fango y agua de río y nubes, atrapa por momentos la magia de un Elizondo fantasmagórico, acercándose a la temperatura y temperamento del norte de España. Pero esa lograda atmósfera entre Obaba y Seven, con una puesta en escena más romántica que macabra, se pierde en los interiores y en los afectos de un matriarcado esotérico -que igual nos muestra la mitología del Basajaún, ese gigante peludo del bosque como recién escapado de un episodio de Grimm, que nos enseña los ingredientes del Txantxigorri, ese postre tradicional que ha vuelto a las cocinas por El guardián invisible-.
Entre la dureza del suspense policial y la vulnerabilidad del hogar con una abuela de cuento, una madre de carácter peculiar, una hermana que impone desde la primera mirada y una infancia que mejor olvidar, Marta Etura, también vasca, es la protagonista indiscutible de la cinta. Omnipresente en casi cada plano, creciendo según avanza el metraje, se rodea de un elenco de secundari@s que demuestran oficio y ganas: Susi Sánchez, Manolo Solo, Ramón Barea, Itziar Aizpuru, Miren Gaztañaga, Elvira Mínguez, Pedro Casablanc, Francesc Orella y Carlos Librado, ex futbolista convertido en cómico que sorprende como el compañero perfecto.
Estuvimos con parte del reparto. Lo contamos en las siguientes entrevistas.
Mariló C. Calvo