MADRES PARALELAS

El otro Almodóvar

Después del capricho que supuso La voz humana, en formato corto, con la maravillosa Tilda Swinton y su fascinante vestido rojo, Almodóvar estrenaba en Venecia su último largometraje, Madres paralelas, con la maternidad presente, de nuevo, ya en el mismo titulo, y el triunfo de una Copa Volpi para Penélope Cruz.

Aún con el regusto de Dolor y gloria, cual reflejo de su biografía o de biopic ficcionado, el director firma este filme grave y con peso, teatral y melodramático, poniendo en paralelo a dos mujeres pariendo a la vez -que a la par buscan a una madre mientras aprenden a serlo, como también a dejar de serlo-, junto a otra maternidad de otras hijas, nietas o hermanas que intentan desenterrar a sus familiares desparecidos en nuestra guerra civil.

Vida y muerte, encontrándose, sin tocarse. Conteniendo el universo femenino que Almodóvar tan bien sabe retratar, y paralelamente, denunciando esa memoria histórica, común, y de fosas comunes, tan necesaria por recuperar, que hasta se atreve a espetar a los jóvenes a través de la pantalla.

En Madres paralelas se descubre un Almodóvar que dice, más que cuenta, siendo lo dicho más recitado que sentido, lanzado para fuera y no desde dentro; como si fuera de otro Almodóvar, como si hubiese sido traducido, de nuevas. Y aunque el cambio puede ser evolución o desconcierto, se advierte, pareciendo alejarse paradójicamente de todo aquello que le ha definido; eso almodovariano que ha creado escuela y más que extensión de su apellido, es identidad propia.

Claro que está la estética y esos rincones de Madrid mostrados como si fueran únicos. Y unos sorprendentescréditos que siempre se esperan en Almodovar. Y por supuesto, ciertas semejanzas con su filmografía.

No obstante, resulta que ahora Almodóvar ¿tiende al cine social?.

Lo accesorio, no anula la esencia, y nos encontramos detalles bellos e interesantes en la forma y el fondo, además del acierto con la utilización de algunos hallazgos; como esos primeros planos de los personajes, y esa luz magistral, mantenida entre claroscuros hasta final de casi cada escena -suspendiendo el recuerdo de lo que acaba de suceder, como para no olvidarlo-. Pero hay algo en Madres paralelas que se (me) queda en escaparate y con la extraña sensación de haberlo visto ya en alguna ocasión -al igual que los bodegones con objetos lujosos que fotografía Janis (Penélope) para revistas de moda-.

Frente a Cruz -que está casi de premio- y enfrentándose a ella, la otra madre paralela, Milena Smit, quien ya deslumbró en No matarás y repite desafío interpretativo. Según avanzan los miedos y dudas ante tales maternidades, ambas abarcan la valentía, ternura y los celos, tornándose y turnándose, entonces, hacia esas mujeres y madres que Almodóvar admira, describe y analiza desde ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Tacones lejanos, Volver o Todo sobre mi madre.

En el reparto también está Julieta Serrano -en una breve intervención-, Rossy de Palma -brillante y divertida-, Israel Elejalde -contundente- y Aitana Sánchez-Gijón jugando a ser una diva teatral y bromeando con chistes “de actores de izquierdas, tan fallidos como aburguesados, incluyendo asimismo en su papel ese guiño a las tablas y al meta-cine que Almodóvar gusta de practicar -esta vez con Doña Rosita la soltera, quizás por aquello de comparar épocas, cuando era imposible concebir familias monoparentales como las que implica Madres paralelas-.

Madres paralelas son madres por descuido o de borrachera, tardías o adolescentes, que siguen el curso de la naturaleza con sufrimiento al parir.

Entendiendo que además de madre, no se deja de ser mujer. Y a la vez, amante (con pechos y no ubres de lactancia. Y ahí queda el cartel promocional del pezón y la gota de leche). Y a la par, hija o nieta (más, cuando se vuelve al pueblo, o se enseña a cocinar una tortilla de patatas como solo hacen las abuelas).Y apuntando hacia un paralelismo con la vida, también madres trabajadoras, competentes profesionalmente (hasta con el detalle a Lancôme, al ser Pe imagen de la marca, ahí está el tarrito de crema sobre la mesilla de noche de Janis).

Madres Paralelas Pedro Almodóvar

Estas madres, de este otro Almodóvar, apuestan por una maternidad de otra generación (entre una pija y una hippy), con otras responsabilidades; más allá del instinto maternal, de la herencia del pasado y la tierra, por encima de la sangre y de esa obligación ancestral del cuidado.

No obstante (me) resultan más de tesis que de vivencias, aún apuntando hacia la multiculturalidad presente -junto a ecos de manadas, incluidos- y el actual feminismo -siempre revelado por el director en sus anteriores cintas, colándolo orgánicamente y de manera natural en los diálogos-, se queda ahora en simple mensaje de camisetas y en un bonito póster enmarcado… De escaparate.   

Agarrando, pues, la realidad casi con guantes (como los utilizados para las pruebas de ADN que corroboran maternidades y paternidades), en Madres paralelas todo encaja al final, sin la emoción esperada.

El tiempo (re)coloca las cosas en su sitio -se aprende con el paso de los años-.

Veremos si estas Madres paralelas de este Almodóvar, paralelo a sí mismo, pasan triunfantes a la historia de su filmografía, o se pierden entre memorias y tendencias.  

Mariló C. Calvo

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