LA CORRESPONSAL: Trabajando al límite
La corresponsal es el retrato del trabajo, a lo largo de unos cuantos años, a lo largo de unas cuantas guerras, de Marie Colvin, y es de suponer que fiel pero como el cine muchas veces lo edulcora todo, o lo adapta para no resultar tan duro, no voy a asegurarlo con rotundidad, pero sí voy a creer que lo es porque su director, Matthew Heineman, es un prestigioso documentalista, y por lo tanto, aunque haya ficcionado los hechos, lo habrá hecho con el rigor que su protagonista merece.
Porque La corresponsal sigue durante años a Marie por las contiendas que durante ese tiempo o bien le toca cubrir o bien decide cubrir ella, con el consentimiento a regañadientes de un jefe que sabe lo que vale y que poco puede hacer para convencerla de que o no vaya ahí o de que salga de donde está.
Kosovo, Sierra Leona o Siria, en cuya ciudad de Homs tiene lugar el cénit de la película, ya que diversos rótulos cada vez que Marie va a una guerra nos avisan del tiempo que queda para llegar a ese momento, son los frentes que esta profesional del periódico británico The Sunday Times fue cubriendo desde 1985 hasta 2012, año de su fallecimiento.

Pero La corresponsal no es únicamente el retrato de una mujer en los campos de batalla junto a un fiel fotógrafo que confía en su instinto profesional como un niño en su madre, es también el acercamiento a una mujer que muestra que las guerras crean fisuras en el comportamiento humano y en su psicología.
Durante todo el metraje de La corresponsal vemos a Marie como una mujer adicta a cuanto la sociedad ve bien en fiestas pero mal fuera de ellas, como el tabaco y el alcohol. Sin parar de beber y de fumar incluso en lugares donde no puede hacerlo, Marie presenta una personalidad desquiciada, fuera de sí y poco convencional en cualquier circunstancia.
Sus reacciones son, por momentos, incluso desencajadas y posiblemente sobreactuadas, pero no es de descartar que apreciemos como tal algunas reacciones desde la comodidad de ver la guerra en las películas, cuando posiblemente verlas en primera línea tenga esas consecuencias tan terribles, más allá del ya de por sí espantoso trauma de tener que asistir a la consecuencia de los ataques, sufridos en primera persona.
Marie Colvin está interpretada en La corresponsal por Rosamund Pike. La actriz, nominada al Oscar por Perdida, fue candidata por este film que ahora se estrena al Globo de Oro a la mejor actriz dramática pero no consiguió una segunda nominación al Oscar en la pasada edición de los premios. Una injusticia si tenemos en cuenta alguna de las nominadas este año, pero los Oscar son una lotería en cuyo juego no siempre le toca intervenir a todos los actores que deberían participar.

Rosamund se deja la piel en su interpretación, nunca mejor dicho porque incluso aparece desnuda y carente de sensualidad alguna, siendo en cuerpo y alma la mujer a la que da vida. La cinta da comienzo con la granada que la deja tuerta y a partir de ahí la vemos con un parche, con el pelo descuidado cuando se dirige a algún frente, es decir, carente por completo de glamour.
La Rosamund exuberante de Perdida aquí está como dicho título. En La corresponsal vemos a una mujer a la que solo le interesa transmitir lo que, a pesar de tener un solo ojo, solo ella ve. Nadie más se preocupa por esas guerras que están manipulando los medios oficiales, asegurando en Homs que los ataques son contra los terroristas. Nada más lejos de la realidad, y ella quiere demostrarlo.
Hacerlo le costó la vida pero también ganarse, aunque ya lo tenía mientras trabajaba, el prestigio de ser la mejor periodista de guerra del mundo. Era buena, excelente, su jefe lo sabía y no quería prescindir de ella, y el mundo también fue testigo de su grandeza.
Marie Colvin es una leyenda, como lo ha sido también en nuestro país Carmen Sarmiento, otra mujer a la que alguien en el cine español debería dedicarle un biopic. Y La corresponsal es un justo tributo a su obra, con momentos escalofriantes como el descubrimiento de la fosa común o el citado tramo que transcurre en Homs.
Como película de guerra también es un cierto, y que sea una mujer la que esté al frente del reparto otro logro de un cine que, por mucho que se trate de una historia real, ha de acercarse a ella, sin tapujos, asumiendo que no ser un hombre quien lleve las riendas no es un problema para la calidad de la película, que, por cierto, produce otra mujer, la actriz Charlize Theron. Ese es el tipo de feminismo que hace falta, la visibilidad de que también las mujeres van a la guerra, y de que pueden ser igual de leyenda que los hombres. O más.
Silvia García Jerez