Charlize Theron: la estrella invisible
Charlize Theron no suele aparecer en las listas de las actrices favoritas de los espectadores, ni su nombre se cuela entre las más bellas de la industria, casi siempre superada por el de las habituales Scarlett Johansson, Eva Mendes, Emma Stone o Natalie Portman.
No es una actriz que proporcione titulares de manera fluida. Últimamente fue noticia por su inesperada marcha de nuestro país cuando al presentar la octava entrega de Fast & Furious no pudo acudir a El Hormiguero al tener que volver rápidamente a los Estados Unidos. Las redes sociales ardieron con la opinión de los tuiteros al respecto de tan sorprendente giro en los acontecimientos del tour de la película.
Pero más allá de anécdotas que no empañan su talento, Charlize es una profesional centrada en su trabajo que cada vez que estrena película es bienvenida por un público que la recibe encantado pero que luego no parece reflejar una predilección desatada por ella cuando es comparada con otras en uno u otro contexto. Siempre hay intérpretes que le ganan la batalla.
Resulta llamativo que alguien tan versátil, capaz de encarnar personajes de tan distinta naturaleza y en los géneros más alejados entre sí que cualquiera pueda imaginar, haciendo gala de una humildad sin límites a la hora de mostrar un físico que comenzó su carrera en las pasarelas y la publicidad (inolvidable su anuncio de Martini en blanco y negro de 1993) y que hoy lo sigue haciendo al lado de una de las marcas más prestigiosas de perfume, no destaque en el imaginario colectivo más allá del reconocimiento objetivo de su valía.

Charlize también ha servido de ejemplo en la lucha por la igualdad de la mujer en Hollywood. El éxito de Blancanieves y la leyenda del cazador (2012) impulsó, cosa habitual en la industria norteamericana, el rodaje de una secuela, Las crónicas de Blancanieves: El cazador y la reina del hielo. Charlize decidió no repetir su papel de la malvada reina Ravenna hasta que se aceptara que ella cobrara los mismos 10 millones de dólares que recibiría su compañero de reparto, Chris Hemsworth. A misma responsabilidad, misma remuneración salarial. Posiblemente porque Charlize tenga un estatus que se lo permite, pero si no se le acepta, no hay ejemplo que valga, y ella lo logró. Pero la historia no parece recordarlo como el hito en que merece ser considerado.
Musa del cine independiente, o más modesto que algunas de las superproducciones más laureadas de los últimos años, ha conseguido nominaciones al Oscar, y la propia estatuilla, dándole a la intérprete la dimensión que un premio semejante concede. Las normas de la casa de la sidra, La carretera, Young adult o Monster contrastan con Hancock, Prometheus o Mad Max: Furia en la carretera, que la convirtió en un icono de la saga de George Miller. Títulos extremadamente diferentes que a pesar de las alabanzas no han colocado a Charlize en el lugar desde donde su nombre se elige por encima del de las demás.

Ahora estrena Atómica, un ejercicio ejemplar de espionaje, acción, giros argumentales, una banda sonora en la que destacan tanto los temas como el uso que se hace de ellos, y todo aquello que una buena película requiere para brillar en la cartelera. Puede que lo consiga o puede que no. El boca oreja tal vez haga gran parte del esfuerzo que un éxito necesita, y en teoría, solo en teoría, la presencia de Charlize Theron debería servir como reclamo. Pero cuando una estrella es invisible y no se encuentra entre las favoritas del firmamento hollywoodiense también algunas de sus películas sufren las consecuencias.
Silvia García Jerez