CATEDRALES: Drama, terror y perfección

Catedrales es, a la literatura dramática lo mismo que El padre al cine de ese género: una base sobre la que construir un relato sórdido y aterrador cuyo resultado es mucho más espeluznante que el que englobaría las márgenes de lo dramático.

Catedrales inicia su historia en un instante que ya indica que lo que vamos a leer a continuación no es más positivo. Porque ese momento en el que Lía, primer personaje de una novela contada a través de los ojos de sus intervinientes más significativos, nos asegura que hace años se trasladó de Argentina a Santiago de Compostela para no seguir estando en una familia rota en la que nunca se ha llevado bien con su hermana mayor, Carmen, y en la que la pequeña, Ana, fue encontrada muerta, descuartizada y quemada, ese momento en que ella se presenta y expone el horror que ha dado lugar a su actual situación, no es el escenario ideal para pensar que lo que leeremos posteriormente va a ser más positivo.

Y no lo es. Pero todo comienza, de cara al lector, siendo un drama para la familia. Y así seguirá siendo a medida que la novela avance, sin la inclusión de la sordidez extrema que más adelante sí nos vamos a encontrar.

Al igual que ocurre en El padre, la base dramática, sazonada con pinceladas que intentan mejorar el ánimo de los personajes, y del espectador, se acaba tornando en un infierno en el que también todos, los primeros y los segundos, acaban viviendo.

Catedrales escucha a los principales intervinientes en todo lo sucedido para intentar, gracias a ese caleidoscopio narrativo, que las piezas encajen para obtener el conjunto completo. Y lo cierto es que cuando conocemos lo ocurrido, con sus detalles, el relato se muestra tan devastador que cualquier pincelada amable leída previamente en sus páginas queda casi anulada.

Catedrales
Portada de la novela

Catedrales es una novela brutal, nacida para concienciar sobre los peligros del rigor más extremo, de las exigencias de la religión, de los secretos familiares, del egoísmo que hace imposible la convivencia.

Una novela valiente, escabrosa a muchos niveles, en la que el amor lucha por prevalecer por encima de todo, porque a pesar del espanto que tiñe sus páginas, sus personajes hacen por amor todo lo que sucede en ellas. Por amor a una persona, a una causa, a un fin determinado.

Catedrales cuenta con un hilo argumental escalofriante, y, en su desarrollo, con algunos personajes que hacen grande cualquier historia, como es el caso de Marcela, la mejor amiga de Ana. No diremos de ella, aquí, nada de lo que la caracteriza ni de las consecuencias que ello conlleva, pero su peculiaridad hace de ella uno de los personajes más bonitos que haya dado la literatura.

También es importante el estilo que su autora, la estupenda escritora argentina Claudia Piñeiro, le imprime a los momentos de su narrativa, haciendo uso de una forma distinta cada vez que la necesita. Con Marcela hay tramos en que es evidente que la forma cambia respecto a otros personajes más convencionales. Con Marcela nos encontramos con una forma especialmente brillante de contar la particularidad que la aqueja. Solo Claudia Piñeiro es capaz de hacer algo así con un resultado tan natural como la existencia de este personaje.

Pero no se limita a ella la excepcionalidad de la forma. También nos descoloca, para bien, con Elmer, el Licenciado en Criminalística que se ocupó del caso cuando iniciaba su carrera tras graduarse. Su diálogo con Alfredo, el padre de la niña asesinada, es otro pasaje digno de ovación.

Nada de lo que Claudia Piñeiro escribe en Catedrales lo hace por casualidad. Ni siquiera el epílogo está en el libro para constituir un cierre lleno de tópicos. No, el broche es tan apoteósico como la novela a la que pone fin. Eso sí, nos deja sobrecogidos, tal y como llevaba haciendo desde ya entrado el desarrollo de la misma. Pero una vez que has entrado en ella es imposible abandonar a Ana a su suerte y hay que descubrir lo que le ocurrió, la verdad que se oculta tras el macabro hallazgo de su cuerpo descuartizado y calcinado.

Catedrales, al igual que lo era Elena sabe, es otra contundente maravilla firmada por Claudia Piñeiro, una historia de forma inolvidable y de fondo aún más impresionante.

Leer Catedrales es una experiencia que todo amante de la literatura debería tener presente. Es un estímulo que va a poner a sus lectores en lugares incómodos pero especialmente necesarios para que todos seamos capaces de conocernos mejor, para que respondamos las preguntas que implícitamente plantea, tales como qué habríamos hecho nosotros en el caso de ser los personajes que en primera persona relatan sus recuerdos. La historia es del pasado, la decisión debemos tomarla en el presente, justo cuando sabemos que los personajes la conocen, que es, además, cuando acabamos su lectura. Una lectura llena de drama y terror pero sobre todo de perfección.

Silvia García Jerez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *