Bosque Maldito: A Las Afueras Del Terror
Bosque Maldito es, siendo divertidos en la definición, igual que un kiosco playero: tiene un poquito de todo. Es un caldero lleno de ingredientes reconocibles por todos los amantes del cine de terror (más bien de sustos de andar por casa), bastante bien cocinados por el director, también aquí coguionista, Lee Cronin, que aunque, como decimos, no inventa nada, sí sabe jugar bien sus cartas. Cartas tan conchabadas con el miedo cinematográfico como lo podría ser un Bosque, y si no que se lo pregunten a los pre-youtubers a la caza de la bruja de Blair, los turistas inconscientes del Km 666 o los ofrecidos guaperas de esa cabaña supongo que sabéis dónde. El dónde ya lo tenemos entonces. El porqué de los acontecimientos es quizá algo más difícil de explicar: puede que esa sea la gracia de todo el asunto. Vamos ya con los quiénes, pues son una madre y su hijo que huyendo de su destino abren la puerta equivocada. Que podría estar en un video-club gracias al vhs de The Gate – La Puerta, en la caja china de Hellraiser o en las catacumbas del París de Así En La Tierra Como En El Infierno. ¡Como se abran todas las puertas a la vez, del frío que haría, no se podría parar en semejante lugar por descubrir! Que no es aquí el caso, dicho sea también.
Bosque Maldito, con ese atractivo halo que siempre tienen las cintas europeas de terror, frías, grises y oscuras, ya sean de bajo nivel terrorífico como La Maldición De Rockford, Memorias del Ángel Caído, Anticristo (Antichrist) y Ellos (IIs), o de alto nivel acojonante como El Vigilante Nocturno, Los Sin Nombre, Al Interior (Á l´intérieur) o Déjame Entrar, es más que disfrutable en su conjunto, y en especial por el estupendo trabajo del joven actor James Quinn Markey, que tras formar parte de la serie Vikingos, salta a la pantalla grande para formarle a su madre en la ficción, la actriz Seána Kerslake, unos pollos más que considerables en esa casa cercana al, ya saben, Bosque Maldito.
Aunque, encantándonos Babadook, podríamos hilar más fino y comentar que no estamos aquí solo ante una cinta de niños peligrosamente descontrolados tipo Cementerio Viviente y La Profecía, puesto que, si queremos pararnos a leer entre fotogramas, más bien podríamos estar ante algo más complejo, ante un juego deformado sobre la inconsciente parte visceral del ser humano que sabe reconocer, o desconocer, sin mediar explicación racional, a los que han sido tocados por algún tipo de ente maligno, puede que metafórico, puede que terrenal, disponiéndose a combatir, y a mantener 24 horas al día, 7 días a la semana, la alerta, enfrentando siempre a ese lugar oscuro, enmarañado como un Bosque Maldito, que no desaparecerá por mucho que cubramos todos los espejos obligados a devolvernos el verdadero reflejo de lo que somos.
¡Venga, va! Que el bosque no nos oculte el árbol. Llenemos el cubo de palomitas. Igual, la que nos ocupa, sólo es una correcta película irlandesa de ruidosos sustos varios. Como siempre, todo dependerá de cuán fuerte sepamos aguantar la mirada al abismo.
Luis Cruz