AD ASTRA: Viajando hacia las estrellas
Ad Astra, bonito título escrito en latín, porque por qué no, que nos lleva, tanto en su traducción como en su argumento, hacia las estrellas, es la nueva película que estrena Brad Pitt en el transcurso de un mes. Probablemente una actriz, con la misma edad que él, 55 años, no podría aspirar a hacer en cinco años lo que Pitt ha rodado en uno, pero así es Hollywood, que da papeles a actores sin apenas importarle la edad que tengan.
En Ad Astra, Pitt es Roy McBride, hijo del célebre astronauta Clifford McBride, interpretado por Tommy Lee Jones, al que la NASA decide encomendarle la misión de ir a buscar a su padre, desaparecido hace 20 años en otra que consistía en encontrar vida extraterrestre en Neptuno.
Roy, que no ha superado la desaparición de su padre y que ha elegido la misma profesión que él, es reclutado para la nueva tras una misión accidentada en la que las cosas no han ido demasiado bien. Cuando piensa que lo llaman para puntualizarle sus errores, sus superiores le dejan claro que lo importante viene a continuación, y es traer información sobre la verdad de lo ocurrido hace 20 años en aquella misión de la que no se ha vuelto a saber nada.
Y Roy, por supuesto, se embarca en una aventura con una tripulación que al igual que él, no sabe lo que le depara. Pero poco a poco irán descubriendo el horror de lo que en el espacio les espera.
Brad Pitt estrena nueva película cuando todavía no ha dejado de tener éxito con Érase una vez en Hollywood, la firmada por Quentin Tarantino que ha sido el pelotazo en taquilla de este verano, cosa que también era de imaginar cuando tu compañero de reparto es Leonardo DiCaprio y el director, uno de los más alabados del cine contemporáneo.
Y Brad Pitt, lo siento por sus seguidores, vuelve a demostrar que no es precisamente el mejor actor del mundo. Nunca parece tomarse nada en serio, siempre con esa sonrisilla canalla que lo ha caracterizado desde el comienzo de su carrera y que pocas veces, sólo en sus estupendos trabajos en Babel o en Mátalos suavemente, ha desaparecido. Y aquí también está presente: en la escena en la que le confían la misión da la impresión de que va a decir que no le interesa, que él tiene mejores cosas que hacer. Pero no lo dice porque se acabaría la película.
Y la misión que da comienzo a partir de entonces ya la hemos visto. Mejor contada incluso que aquí, en una obra maestra, esa sí, titulada Gravity. Pero es que Ad Astra la dirige James Gray, un director con tendencia a ser muy clásico que no acierta con las formas del cine que pretende emular. En su tono nos damos cuenta de que quiere trascender en ese sentido pero ni el tempo ni el genio a la hora de escribir el guion y de planificar la dirección le acompañan.
Director de la fallida El sueño de Ellis, o de la soporífera Z, la ciudad perdida, nos llega ahora un nuevo ejemplo de que Gray no es capaz de mantener al espectador atento gracias a su talento. Lo mantendrá pegado a la butaca por conocer el misterio que se esconde en el espacio, pero no con más interés del que despierta la resolución de algo que se ha estado siguiendo y no se va a dejar antes de saber cómo se resuelve, no por el placer del viaje hasta la meta.
Ya desde el comienzo, tan semejante al de Gravity y tan distinto en resultado, en el que queda patente que el logro de Alfonso Cuarón es un hito con apariencia sencilla sin que en realidad lo sea, ya desde el comienzo, como digo, Gray intenta conseguir algo apoteósico pero se queda a años luz de su tensión, de su manejo de las emociones y de la precisión narrativa que Cuarón sí alcanzaba.
Y lo que sigue va por el mismo camino. Ni siquiera Tommy Lee Jones, en su corta intervención en la película, es capaz de levantar el nivel: también él parece darse cuenta de en qué película está y su hastío se hace evidente, más allá del de su personaje. Hay actores que por muy buenos que sean a veces no pueden disimular que no les interesa la historia que están contando. Y como ejemplo, sirva Jessica Chastain en el capítulo 2 de IT.
Ad Astra es un intento de hacer más grande un género que ya lo es de por sí. El de los astronautas en el espacio, el de las misiones espaciales, casi todas ellas películas profundamente negativas en las que nada bueno les pasa o a la tripulación, caso de Alien, o a los protagonistas, ya que vuelven a la tierra con secuelas terribles y traumas horrorosos.
Por fabulosa que sea la cinta, como Gravity, First man, o la muy entretenida The Martian, no dejan de ser experiencias amargas para sus protagonistas, debe ser algo inherente al género que no les permite disfrutar de su trabajo. Espero que no sea el caso de los astronautas de verdad, si no, menudo panorama.
Pero si dejamos esta peculiar observación aparte, hay que concluir que Ad Astra no se encuentra en esa lista de películas que formen parte de las imprescindibles. Estará entre las de curiosidades, entre las de completar filmografías si queremos ver todos los títulos de sus responsables, pero no entre las obligatorias. Porque una obligatoriedad del cine, una de sus reglas no escritas, es la de entretener, y este camino a las estrellas lo hacemos más bien aburridos.
Silvia García Jerez