A Dos Metros De Ti: La Dificultad De Cocinar Trufa
A Dos Metros De Ti, dentro del subgénero inventado que daremos en llamar Mi Amor, Me Muero, del que forman parte honrosos títulos como Elegir Un Amor, Tierras De Penumbra, Phenomeno (Algo Extraordinario Más Allá Del Amor), Moulin Rouge, Un Paseo Para Recordar, Bajo La Misma Estrella o Antes De Ti, no deja, en esta ocasión, demasiado buen sabor de boca. Porque el melodrama romántico, como las trufas que cocina unos de los secundarios de la película que nos ocupa, es un producto sensible que hay que saber cocinar, ya que te puedes pasar de cocción y acabar con diabetes fílmica o quedarte corto y ser diagnosticado de depresión cinematográfica. Y esta última reflexión gira en torno a A Dos Metros De Ti, que las trufas, la verdad, cuantas más mejor.
Aunque todo es también cuestión de gustos. Es bien sabido que el paladar varía con el paso del tiempo, y que la fast food que devorábamos con quince años antes, o después, de ir al cine, se nos antoja destructiva cuando, con los 40 cumplidos, nos planteamos donde cenar tras lo nuevo de Verhoeven, Saura, Loach o Rosales. Sea como fuere, para el que esto escribe, A Dos Metros De Ti se le queda en menú de gasolinera, perfectamente plastificado y condimentado artificialmente para provocar sabores efímeros que no van más allá de la sala, o igual escenario de degustación ficticia.

En A Dos Metros De Ti, estamos ante una mezcla tutti frutti cinematográfica que busca acercase a ese difícil cine que construye esperanza, en territorio desesperanzador, gracias al amor, pero que resulta aquí ser una sarta de clichés de marca blanca que va desde un Ghost. Más Allá Del Amor sin barro ni fantasma, hasta un Titanic sin iceberg pero con hielo. Igual todo sea, finalmente, resultado de estar empachados de películas que quieren enfatizar el amor romántico de lecho mortuorio, en lugar de brindar, con toda la parafernalia posible, por el tiempo de amor vivido. Y claro, se nos acaba repitiendo todo.
Todo en A Dos Metros De Ti parece impostado, prefabricado, pero todo sea dicho, también hábilmente interpretado por la pareja formada por Haley Lu Richardson y Cole Sprouse (este último gracias a la rocambolesca serie Riverdale ya experto en guiones imposibles), ya que se enfrentan con soltura a situaciones que harían rabiar de envidia a cualquiera de los integrantes de Anatomía De Grey, o frases de guion que pesábamos que no oiríamos salir de la banda de sonido de una película, salvo que esta perteneciera al gore más gamberro y descacharrante. Stop spoiler.
Los amantes de talent-shows culinarios saben que no todo se resume en mezclar ingredientes acertados en un bol, más bien en todo lo contrario. Hay que saber de medidas, de condimentación, de aquello que siempre suena tan cool: Menos Es Más, o de tantos otros pequeños, pero muy grandes detalles, que nos harán presentar un gran plato a la mesa, provocando las lágrimas, igual de placer culpable, de todos y cada uno de los comensales. Pero también los habrá que piensen que After. Aquí Empieza Todo es mejor que Rebelde Sin Causa o que nada tiene que envidiar la saga Crepúsculo a la trilogía protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpy. En fin, pertréchense de anti ácido los que ya sepan que: Amar Significa No Tener Que Decir Nunca Lo Siento.
Luis Cruz