Entrevista con Raúl Arévalo por ‘Tarde para la ira’ (Con spoilers)
Raúl Arévalo empezó su carrera como actor en la serie de televisión Compañeros, pero su nombre comenzó a sonar con fuerza gracias a Azuloscurocasinegro, película en la que trabajó a las órdenes de Daniel Sánchez Arévalo, de cuyo cine es imposible desligar al intérprete. También allí coincidió con Antonio de la Torre, con el que, años de amistad más tarde, ha logrado realizar Tarde para la ira, uno de los debuts en la dirección más impactantes de la temporada. La Cronosfera habló con él y lo que viene a continuación es el resultado de una charla en la que se desvelan aspectos de la película que quien la haya visto agradecerá conocer y quien no, deseará conocerlos tras su visionado.
CREANDO ‘TARDE PARA LA IRA’
Pregunta: ¿Cómo nace la idea de contar esta historia?
Raúl Arévalo: Me surge porque quería hablar sobre la violencia de una persona normal. Recuerdo una vez en un bar que tenía mi padre, hasta hace año y medio, que se jubiló, que una vez un cliente, viendo en un telediario la noticia de un asesinato, o algo así, decía: si le pasa algo a mi mujer y a mi hija cogería una escopeta… Y yo pensaba que en caliente no sabe uno cómo va a reaccionar, pero ¿y en frío? Por mucho que fantasees con, ¿cómo se debe ser sentir que un cuchillo entra en la carne de alguien? Eso me parece horrible, pero reflexionando sobre todo eso me pareció interesante y fue el germen de todo.
P: ¿Cómo es que has tardado ocho años en hacerla?
R. A.: Los primeros dos años y medio o tres fueron de escritura con mi amigo y compañero David Pulido, psicólogo de profesión, que él no había escrito nunca nada aparte de juegos de rol, pero yo le propuse escribir y lo empezó casi como hobby. Luego fueron cinco años y pico de encontrar financiación para la película. No es fácil porque hacer cine vale mucho dinero, nos guste o no, y cualquier película, por pequeña que sea, es cara. Y luego, que cuando yo pasaba el guion, a la mayoría de la gente le interesaba mucho, pero era un acto de fe, porque por mucho que me conozcan como actor ellos no sabían si yo era capaz de dirigir eso, que también lo entiendo. Y darme dinero porque sí, porque yo quisiera dirigir… Luego, curiosamente, he conseguido a través de TVE y de la productora, Beatriz Bodega, que me han apoyado en cada decisión, una libertad absoluta en todos los sentidos, con el casting que he querido, con el equipo técnico que he querido, en cada decisión. Casi a modo de juego. Eso hace que la película tenga esa libertad, con sus defectos y sus virtudes, con las virtudes que tiene y los defectos propios de una primera película, pero me he sentido muy libre. Y en esa libertad reside también parte de la dificultad para levantar el proyecto porque cosas que, ahora que hemos estado en Venecia y la gente más resalta, de la realidad, de la suciedad de la película, del formato o de la cosa más española y más cañí, todo esto no gustaba a algunos ejecutivos de televisión, porque sonaba poco comercial. Y eso dificultaba el proceso de financiación.
P: ¿Cuál fue el momento más complicado del rodaje?
R. A.: Yo personalmente disfruté muchísimo la preproducción, los ensayos y la preparación con todo el equipo. El rodaje, con todas las tensiones que puede tener un rodaje, lo disfruté muchísimo también. El montaje, que me divierte tanto, ahí me di cuenta que como director soy mucho más exigente que como actor. Si como actor hago algo que no me gusta me lo tomo con bastante deportividad, y pensé que como director iba a ser igual, pero pasé un mes y pico en el montaje que sufrí mucho porque las cosas que no me gustaban las odiaba. El montador me tranquilizaba diciéndome que era mi primera película, pero yo no me lo tomaba así y lo pasé muy mal. Hasta que la vi terminada y me reconcilié pensando que hasta ahí había llegado y que ya aprendería más. Pero hubo un momento en montaje que fue mi bache.
P.: ¿Nunca te planteaste protagonizarla tú?
R. A.: No, nunca me atrajo eso. Tampoco sé cómo se hace eso de dirigir y actuar al mismo tiempo, pero no, en ningún momento. Aparte, que no creo que sea una película para alguien de mi edad, sino para alguien mayor, pero tampoco me atrae lo de actuar a la vez. Aunque sea un papel pequeño, no me atrae.
P.: ¿Qué referentes has tenido?
R. A.: Referentes hay muchos, pero luego la maravilla es que las películas cobran su propia vida. Las cosas caen por su propio peso cuando entra el equipo a trabajar, que es lo que más me gusta del oficio de hacer cine, cuando vas y le cuentas al director de fotografía lo que has soñado durante tantos años. Al director de arte, de vestuario, de peluquería y maquillaje. Cada actor aporta su granito de arena y se hace lo que tú quieres, en esencia, pero hecho por genios. Yo lo comparo a cómo se debe sentir Zidane cuando dirige al Madrid, porque no es lo mismo decir: ¡Quiero que juguéis así! y no es lo mismo tener al Fuenlabrada, con todos mis respetos, que a Cristiano Ronaldo, a Morata, a Sergio Ramos… La suerte que he tenido es que he podido elegir un equipo técnico muy bueno, al que ya conocía como actor. Yo quería esto y ellos me ofrecían cosas mejores.
Y en concreto de referentes, pues de cine europeo, Un profeta, de Jacques Audiard, el cine de los hermanos Dardenne, Gomorra, de Matteo Garrone, o cine de Saura de los setenta y los ochenta. Cine incluso quinqui, de Eloy de la Iglesia, Perros callejeros, El vaquilla. Y cine también de los setenta, de Estados Unidos, como Terrence Malick o películas como Deliverance. Peckinpah también. Popurrí de todo. No dejan de ser grandes directores de la historia a los que yo me acercaba. Que me inspiraban pero sabiendo que tampoco iba a llegar a ese nivel. Pero sí me inspiraron, sí.
P: ¿Crees en la venganza por respuesta?
R. A.: No, para nada. Lo que pasa es que lo jodido, y de lo que quería hablar en la película es de que la violencia es un sentimiento inherente al ser humano. Todos la tenemos y la podemos entender, nos guste o no. Y la venganza es algo que todos podemos entender. La puedes rechazar, yo la rechazo completamente, pero al final la puedes entender. Lo que sale en la película es una historia cruda, muy violenta, pero por ejemplo, hace tres días cogí un taxi y el taxista me habló súper mal y me quedé descolocado y cuando salí y me iba a mi casa fantaseaba con que tenía que haberle dicho esto o aquello y haberle dado un portazo… me vi con ganas de venganza, en otra medida, claro. A veces también usamos el cine como canalizador, como catártico, para sacar todo esto. Pero ese cine catártico a veces es el de Tarantino, que tiene buenos, malos y estás deseando que le corten la cabeza a ese personaje y sacas toda la adrenalina. Yo quería hacer otro tipo de cine, más reflexivo, más de intentar que la contradicción que tiene el personaje también la tengas tú.
ASPECTOS TÉCNICOS Y ARTÍSTICOS
P: El plano del hotel con Antonio de la Torre fuera de campo es antológico, ¿cómo llegaste a él?
R. A.: Al rodar en súper 16 y al tener los metros justos, podía permitirme cosas como desoír la recomendación de cubrirme unos planos rodando otros para sustituirlos por si acaso. Hay algún plano donde no se ve la cara del actor y yo quería que fuera así. En algunas cosas sí que he aprovechado la falta de metros en hacer las cosas como yo quería. Así no me la liaban para hacer otras cosas.
P: Hay muchos planos cerrados sobre los actores, ¿te dio eso muchos problemas técnicos?
R. A.: No, como todo. Quería que toda la primera parte, antes de que se abra la película, estuviera un poco más encima de ellos. Aprovechar los ojos de Antonio, o más en la nuca, en el escorzo. Estar encima de los personajes hasta que vayas atando las piezas del puzzle y sepas qué está pasando.
P: Me parece que la música ayuda a contar la historia.
R. A.: Sí, la música de Lucio Godoy… Es maravilloso, porque en un principio, en esta cosa mía ambiciosa pensaba: no sé qué música va a tener, pero quiero que tenga poca o ninguna. Luego te das cuenta de que hay que hacerlo muy bien para hacer una película sin música y que no se note que no tiene. Hay que ser muy bueno para eso, pero la película me pedía poca música. Algo muy concreto y muy fino, y me violentaba un poco contratar a un músico y decirle que quería que hiciera poca. Cuando me reuní con él fue él quien me dijo, antes de nada, que él veía poca música. Y eso fue maravilloso. Yo tenía referentes como Los santos inocentes y su tema central. No tengo ni idea de música pero sé lo que quiero. Lucio me dijo que yo se lo explicara con mis palabras y que él lo traducía. Yo quería instrumentos antiguos del folklore español pero que no sonaran folklóricos. Que no sonaran a una jota o a una sevillana pero utilizar un instrumento de la jota para generar el sonido. Y fue muy divertido. Hay poca pero creo que está metida muy bien.
P: Me llama la atención el acento de Manolo Solo, ¿cómo llegasteis a ese en concreto?
R. A.: Manolo, como es doblador, tiene mucho dominio de la voz. Un día estábamos en mi casa leyendo el texto y él hizo eso de broma. Era de broma, pero me gustó tanto que le dije que de broma nada, que había que hacerlo así. Lo que me costó más fue convencerlo, porque al principio, y lo entiendo perfectamente, él tenía la inseguridad, que yo también la hubiera tenido, de hacer el ridículo. Pero se dio cuenta de que no lo estaba haciendo cuando vio que a todos nos gustaba porque era muy creíble, porque él lo sacó de personajes que conoció en los años ochenta y noventa en la Alameda de Hércules, en Sevilla. Lo que no sé es cómo hace esa voz. Y no se hace daño, es increíble.
P: ¿En qué te basaste para elegir a los actores?
R. A.: Yo escribí el guion para Luis y para Antonio. Desde hace ocho años. Pero el resto fueron apareciendo a lo largo de los años. No he tenido director de casting, ni he hecho casting tampoco. A los 47 los he ido llamando yo en privado.
P: ¿Cómo ha sido dirigir a Antonio de la Torre?
R. A.: Muy bien. (Risas) Me río porque como tengo tanta confianza con él, en los momentos en que estaba yo más tenso, lo pagaba con él. Luego le pedía disculpas. Al trabajar con amigos, porque todos son amigos, al tener tanta confianza, y conocerlos tanto, puedo entrar en sitios que a lo mejor con otras personas no. Eso es muy chulo.
PROMOCIÓN
P: Una cosa llamativa respecto a la publicidad de la película es que no se ha desvelado demasiado, ¿hasta qué punto has estado encima midiendo eso?
R. A.: Yo le dije a la productora que quería estar muy encima. Luego ya me puse a trabajar con el montador del trailer y lo hicimos, pero el primero que me pasaron me pregunté que para qué había hecho la película si ya se iban a desvelar cosas desde el principio. Estoy un poco quemado con eso que se estila ahora de meter clips de las películas. Y de más de dos minutos. De esta película no hay tantos clips que puedas meter sin desvelar. Me quieren meter a Manolo Solo desde que aparece, y no es cuestión. No creo que esos clips hagan que la gente vaya más al cine. Están fuera de contexto, la gracia es ir conociendo a los personajes. Es un poco una pelea. Si yo supiera que con eso se va a llenar más la sala… pero a mí esos clips me fastidian como espectador. Yo los quito a la mitad siempre si me interesa la película.
P: Además de los trailers, ¿has estado encima de los carteles, los dos que tiene la película?
R. A.: Ahí he conseguido menos, pero tengo que reconocer que le he dado vueltas al cartel. El primero sí, y el segundo le di muchas vueltas pero como también había que hacer algo más potente visualmente, así como al principio yo no era partidario de ello, ahora lo miro y pienso que está bien. Es que me puse más exquisito en la cosa de no querer contar, mejor no saber tanto, que se suele saber demasiado.
P: ¿Cómo te afectan las críticas?
R. A.: Como actor, uno está entrenado a eso. Como actor, un día te ponen verde y otro te ensalzan, y hay algo que te entrena y te hace entrar en el juego con deportividad. Eso hace que como director estés entrenado también. Menciono esto porque yo trabajo con directores que, de repente, nunca se han enfrentado a una crítica. Y de repente están en su casa soñando con la película, la hacen y nunca se han enfrentado a nadie que les diga que es una mierda. Y se lo toman especialmente mal. Cuando como actor, que desde que estudias en una escuela te critican, sabes relativizarlo, y lo llevo con mucha deportividad.
P: Como actor has sido muy polifacético. ¿Como director podemos esperar también lo mismo?
R. A.: Tampoco lo pienso mucho, no lo sé. Ayer se me ocurrió una idea para escribir para mi siguiente historia, pero todavía no tengo claro el tono que es. Tengo claro los personajes y de qué quiero que vaya pero no el tono. En esta por ejemplo quería contar esta historia pero no pensaba que fuera a ser más un thriller o un drama o una cosa más costumbrista. Me fue saliendo después. Y con esta igual.
P: ¿Hay algún vicio o manía que tuvieras como actor que te has dado cuenta ahora como director?
R. A.: Yo creo que no, pero no me lo había planteado. No sé qué manías tengo como actor tampoco. Eso sí, hay una cosa como actor, y es que soy fan de los catering. A veces engordo durante el rodaje y me han llamado la atención porque me pongo fino, y como director estás tan concentrado que no tienes ni hambre.
P: ¿Qué localizaciones has pretendido para la película?
R. A.: Quería llevármela a mi terreno. Yo me he criado entre Móstoles y un pueblo de Segovia, y me lo puse fácil. Quise rodar en Móstoles y en el pueblo de mis padres. En Móstoles no rodé mucho porque los bares donde iba de pequeño o están cerrados o reformados y ya no molan para lo que yo quería, así que me tuve que ir a Usera, a Vallecas, a Entrevías. Y en carreteras hacia el pueblo de mi padre, y un pueblo de Segovia que se llama Martín Muñoz de las Posadas, donde rodamos dos semanas.
P: ¿Siempre tuviste claro que querías contarla por capítulos?
R. A.: No, eso tiene que ver con el ritmo de la película. Al poner los capítulos me ayudaba al ritmo. Me decía el otro día un amigo mío que no le gustaba, pero en realidad, si hubiera funcionado sin capítulos, nunca los hubiera puesto. Guste o no, si quitas los carteles, que parece una tontería, cambia. Yo quería poner cuatro carteles, y una vez que apareciera el último, que es la ira, que la película fuera del tirón. Pero al principio, como no terminas muy bien de saber lo que pasa, todo era muy rápido y muy confuso. Y de repente ponías EL BAR y algo se te activaba en el cerebro y te predispone a ver qué pasa en el bar. LA FAMILIA, el otro. Y sin los carteles había algo que te descentraba.
EL FUTURO
P: ¿Cómo te ves para los Goya?
R. A.: Yo en eso no pienso. Ni idea. Todo lo que sea premios es precioso, pero no pienso en eso. Lo que me preocupa más ahora, según está el cine de mal, es si la gente querrá ver la película. Sabiendo que es un perfil determinado de película, para determinado público. Estoy más con el culo apretado en ese sentido, el de que la gente vaya y la recomiende. Creo que es una película de boca oreja y para eso hay que confiar en que los exhibidores mantengan la película en cartel un poquito.
Silvia García Jerez