EXPEDIENTE WARREN: EL ÚLTIMO RITO
Expediente Warren: El último rito supone la entrega final de una saga que comenzó en 2013 de la mano de ese genio del terror que es James Wan, que ha conocido tres películas más en cuanto a casos del matrimonio Warren –Expediente Warren: El caso Enfield (2016), también dirigida por Wan, Expediente Warren: Obligado por el demonio (2021) dirigida por Michael Chaves y ésta última que ahora se estrena dirigida también por él- y cinco spin off asociadas al universo: Annabelle (2014), Annabelle: Creation (2017), La monja (2018), Annabelle vuelve a casa (2019) y La monja II (2023).
Podemos añadir La llorona (2019), que unía su historia al universo a través de la muñeca Annabelle, pero que en realidad no tenía una relación con la saga más fuerte que esa, por lo que hay quien no la incluye en la lista de todas. Y esa también la dirigió Chaves.
Y ya, con Expediente Warren: El último rito, se acaba eso que los fans del terror llevan 12 años siguiendo, puntualmente, en cada estreno. Ir conociendo los casos de los que se ocupó el matrimonio formado por Ed (Patrick Wilson) y Lorraine (Vera Farmiga), que han estado omnipresentes en ellos, ayudando a las familias que tenían problemas de casas poseídas por entes y demonios malvados, un matrimonio que existió de verdad, que estuvo de verdad implicado en todos esos casos, y en más que las películas no nos han contado… porque guardaron los objetos malignos que iban requisando del mundo en su museo particular, en su casa, a buen recaudo, y siempre que añaden alguno vemos que tienen muchos más que películas hay en la saga, por lo tanto no los hemos conocido todos, pero sí los suficientes como para saber que eran los mejores en su terreno, que fueron unos pioneros en lo oscuro, yendo incluso por delante de la Ciencia, y que, a través de la representación que hacen de ellos los actores que los interpretan en el cine, les tenemos un cariño y una admiración que se han ganado a lo largo de todos estos años.
Por eso da tanta rabia comprobar hasta qué punto Expediente Warren: El último rito es tan mala. La peor de todas, incluyendo spin off que a lo mejor no estaban muy logrados, caso de La monja II, del mismo Chaves encargado de la presente. Ésta los supera. Es muy muy mala.
En esta ocasión el adiós es un repaso a la vida de los Warren en relación al caso que les hizo despedirse de todo. No lo abandonarían porque su vida era esto, pero en lugar de luchar contra malvados espíritus estuvieron durante muchos años dando conferencias acerca de sus experiencias. Y el último caso del que se ocuparon fue el de uno que tuvo en vilo a la ciudad de Pensilvania en el año 1986 debido a un espejo maldito con el que los propios Ed y Lorraine tuvieron contacto en 1964, cuando Lorraine se encuentra embarazada de su hija Judy (Mia Tomlinson) y al instante de tocar el espejo y tener una visión del bebé se le provoca el parto.
Años después, en casa de la familia Smurl, el espejo maldito entra en el cumpleaños de una de las hijas del matrimonio, ya que el abuelo paterno se lo regala. La familia lo coloca en el salón sin sospechar nada pero cuando llega la Confirmación de la misma niña que cumplía años, las fuerzas del Mal comienzan a desatar su ira. Ed y Lorraine, a punto de conocer al novio de su hija, Tony Spera (Ben Hardy), no están dispuestos a ayudar a nadie más, lo han dejado, pero ver el caso difundido por los medios de comunicación y saber de la desesperación de los Smurl hace que se lo piensen. Y que accedan una última vez a echar una mano en una casa con un objeto maldito.
Como vemos, Expediente Warren: El último rito tiene mimbres para ser una gran película. En realidad, todos los casos de los Warren llevados a la pantalla deberían ser una joya del género. Pero sólo James Wan ha conseguido hacer mítica la saga porque haberse encargado de dirigir las dos primeras, que fueron un prodigio de suspense y de tensión no sólo elevó su nombre al Olimpo de los mejores realizadores del cine de terror contemporáneo, sino que creó una leyenda alrededor de los Expediente Warren que puso muy complicado que los fans dejáramos de tener ganas de verlas aún a sabiendas de que Wan ya sólo las producía. Y se notaba. No era lo mismo. Ni parecido. Pero al menos estaban los Warren en pantalla y nosotros, como espectadores, los apoyamos como hicieron ellos con las familias.
En ésta última entrega la historia es buena, cómo no iba a serlo, lo que es demencial es la dirección. Lo que hace Michael Caves es exactamente lo contrario a lo que hizo James Wan con la primera entrega. Es decir, si Wan aguantaba el suspense hasta que llegara el sobresalto (recordemos las legendarias palmadas en las escaleras del sótano a la luz del candil), Chaves lo sustituye por sustos continuos, uno detrás de otro, sin apenas tiempo para el suspense.
Debe pensar que si el espectador sabe que ahí habrá uno se lo vamos a dar. Ahí habrá otro, pues vamos a dárselo. No, lo que tiene que hacer es crear una atmósfera en la que los sustos se cuenten con los dedos de una mano a lo largo del film, pero ofreciendo una tensión que nos mantenga en vilo. Y eso, lo sabemos, es muy difícil de conseguir. Pero cuando lo hemos tenido en las primeras entregas es porque se puede lograr.
También es un espanto en cuanto al maquillaje. La caracterización de los fantasmas, en lugar de ser algo sutil y estremecedor, o algo muy elaborado y especialmente brillante para la entrega es un horror, pero no como algo positivo dentro del género. Es una burda pasta en la cara de los actores que más que miedo da risa, es esperpéntica. Recuerda a las primeras películas de Sam Raimi, cintas como Posesión infernal, que tenían un maquillaje terrible porque Raimi hacía lo que podía con el poco dinero que tenía, trabajando los fines de semana en una cabaña con amigos suyos. Se entiende, se pone uno en la situación correspondiente y se asume que no habiendo más presupuesto es lo que hay y nos funciona. Entre otras cosas porque el resto del conjunto lo hacía. Pero aquí es incomprensible que en una gran producción tengamos este nivel de efectos. Sencillamente aberrantes. Con CGI o sin él.
Por supuesto, Expediente Warren: El último rito es un compendio de nostalgia con la saga. Un cierre que nos lleva a dar un paseo por lo visto anteriormente, un cerrar el círculo con el pasado. Y claro, eso resulta bonito. Y emotivo. Pero no hay nada más destacable. Es, de tanta saturación de sustos y momentos previos al susto, hasta aburrida. Llega un momento en que ya estamos cansados y sólo queremos que se acabe porque nada está teniendo sentido dentro de una narrativa de terror que se agota en la propia película mucho antes de que ésta acabe. Y es una pena. Los Warren merecían mucho más para su capítulo final. Eso sí, ya que estáis en la sala, aguantad hasta después de los créditos. Os espera un detallito adicional. Por pacientes y chicos buenos.
Silvia García Jerez