LA PROFESORA: Tutorías esclarecedoras
La profesora ha llegado al Teatro Bellas Artes. Desde el 6 de septiembre puede asistirse a las representaciones de esta obra escrita por Eduardo Galán y dirigida por Carla Nyman. En ella se dan cita dos personajes, la profesora del título, interpretada por Isabel Ordaz, y el padre de una de sus alumnas, Carlos Ortiz, al que da vida Marcial Álvarez. Ambos se van a ir reuniendo a lo largo de un curso escolar en el que el foco está puesto en una adolescente conflictiva, que muestra incluso signos de una incipiente delincuencia, que no estudia, que no se interesa por nada, y cuyo padre poco puede hacer porque es un pescadero sin estudios al que su mujer ha abandonado y al que le cuesta mucho llegar a encontrar la forma de acercarse a su hija.
Las distintas tutorías a las que la profesora lo va a ir citando van a ir aclarando hasta qué punto la situación personal de los dos es compleja y hasta dónde llegan los prejuicios de la sociedad, pero también van a ser una lección de vida para ellos. Van a aprender mucho el uno del otro y van a suponer un estímulo para mejorar como personas.

La profesora es una comedia con un importante fondo dramático, y está muy bien que así sea porque plantea temas muy duros, temas aún no asumidos por una sociedad que creemos avanzada pero a la que en realidad le cuesta no juzgar de manera negativa esos avances. No es fácil, pero el humor ayuda a digerir que lo que ves en el escenario pase también, sobre todo, fuera de él. El día a día no es sencillo y tratar de seguir como si no pasara nada también nos va anulando como personas.
Pero La profesora no deja de lado la docencia a lo largo de la representación. Es importantísimo asistir a cómo esas tutorías van abriendo la mente de un padre que ni ha podido ni ha sabido estudiar pero que cuando tiene la oportunidad de hacerlo, la aprovecha. Es divertidísimo asistir a cada una de las correcciones lingüísticas a las que la profesora lo somete: laísmos continuos, dequeísmos… todos los errores gramaticales se los va señalando, como manda su profesión, y la platea rompe a reír con cada una de ellas. Son necesarias, sí, y está bien hacerlo. Todos, si nos equivocamos, tenemos derecho a saber dónde está el error, aunque resulte molesto que nos lo digan.
Tras tanto punto sobre la i, la profesora se irá metiendo en más honduras. Porque una vez que sepamos hablar nos comunicaremos con más precisión sobre todo aquello que expongamos, y también la obra nos lo deja claro. Siempre, no lo olvidemos, a través del filtro del humor.
Pero no vamos a abandonar lo que nos trae a cada tutoría: una chica que no se centra en los estudios y sus problemas para afrontar lo que le ocurre, que son los que, en su caso, no la dejan ser una buena alumna.
También, en La profesora, vamos a ir conociendo la vida personal de América, una mujer que no vive un momento ejemplar fuera del instituto y a la que vamos a observar en su caótica aunque solitaria casa. Y lo vamos a hacer gracias a un espacio escénico, muy bien resuelto por Mónica Teijeiro, con dos planos de decorados en el mismo escenario, la mesa de la tutoría en primer término y el salón de ella y la sala de estar de él en segundo. El diseño de iluminación de José Manuel Guerra se encargará de situarnos, en su momento, en cada escena. Es, claramente, uno de los aciertos de la obra.
Una hora y media sin descanso en la que vamos a ser testigos de una historia tan actual como humana, y a disfrutar de dos actores espléndidos, a pesar de que Isabel Ordaz esté un tanto histriónica por momentos para aumentar el nivel de comedia, cosa que le funciona porque las carcajadas se oyen por todo el patio de butacas. Pero da la sensación de que La profesora tiene mejores intenciones que resultados, porque importa más el mensaje que obtener una obra realmente pulida en la que no sobre nada -el pasaje del centro comercial está un poco de más-, y aún así es un espectáculo interesante, del que podemos aprender como personas y como sociedad, y con el que podemos pasar un rato entretenido.
Silvia García Jerez
