HANNA Y LOS MONSTRUOS:
En Hanna y los monstruos, Hanna es una niña muy pequeña que quiere ser amiga de los monstruos porque le encantan. Al contrario de lo que sucedía con Boo, la niña de Monstruos S.A., a Hanna no le dan miedo, al contrario, le fascinan. Pero los monstruos ya no viven entre nosotros. Antiguamente sí lo hacían pero los humanos los desterramos a Monsterville, donde pueden estar sin ocultarse de nosotros, ya que somos una amenaza para ellos.
Pero un día Hanna traspasa el mundo de los humanos y llega al suyo, poniéndolo patas arriba, porque ahora son los monstruos los que tienen miedo de una chiquitaja que corre despavorida hacia ellos para abrazarlos. Sin más. Ve en ellos a sus amigos y no quiere separarse de ellos, pero tanto el lobo feroz, como Nessy -sí, el monstruo del Lago Ness-, Closet -la bola con alas que come ropa- y el Yeti, el grupo que huye de ella, irán aprendiendo que a lo mejor Hanna no es tan temible como parecía.
Hanna y los monstruos es una película de animación en 3D con estética de 2D dirigida por Lorena Ares, quien tras optar al Goya este mismo año por el cortometraje, también de animación, Amanece la noche más larga, estrena ahora su lanzamiento al largometraje con esta delicia de historia destinada a los más pequeños de la casa. Pero los más pequeños de todos, podría ser incluso la película con la que muchos bebés se inicien como espectadores, gracias a ese diseño de dibujo sencillo, esa niña de la edad de Boo y esos personajes monstruosos tan icónicos de cuentos y leyendas varias. Hasta Cíclope y Gárgola son los villanos de la función, también monstruos que a todos nos acompañan desde nuestra propia niñez.
Todo en Hanna y los monstruos es encantador. Dibujo, personajes, desarrollo, mensaje, todo está pensado para el disfrute de la familia al completo y para que los miembros de menos edad de la misma no se aburran. Y creo que la película consigue divertir a todos los espectadores no solo por su psicología infantil bien proyectada, también por la originalidad con la que nos van presentando cada detalle: esos menús que cada monstruo defiende como manjar porque es el suyo, ese flash que da tanto juego en la historia, ese árbol anciano que no puede terminar una frase sin dormirse y su seta, que forma parte de él y que al ser más joven es mucho más dicharachera. Hasta el pijamita de Hanna es una monada.
Es relativamente fácil encontrar periódicamente películas en las salas de cine que sean del género de animación, no solo de Disney o Pixar, que nos traen sus producciones cada año, u otros estudios que también las producen, pero en su gran mayoría, al ser cintas destinadas a la explotación comercial, y al ir los niños acompañados por sus padres, tienden a ser historias con tintes muy adultos. Y en algunos casos, como Del revés, o Coco, quizá demasiado. Pero Hanna y los monstruos no se olvida de que hay niños muy pequeños que también se merecen ir al cine, y necesitan narrativas más cercanas a su corta edad, por lo que esta película es el título perfecto para que lo pasen bien e incluso para que muchos descubran unas salas oscuras en las que se pueden ver historias tan bonitas, entrañables y divertidas como esta.
Silvia García Jerez