La Madurez o mejor llámalo Madurescencia

La obra, interpretada por las simpáticas y joviales actrices Virginia DeMorata y Nora Aguirre, se centra en todas la etapas emocionales por la que una chica soltera común y corriente al cumplir los 40 años puede sentir; que vive independiente de sus padres, en una sociedad condicionada con creencias limitadas por un patrón de conducta o un guion de vida restringido por un supuesto deber ser, que de paso toda mujer tendría que desear, disfrutar y lograr, ya que de lo contrario estaría condenada a ser etiquetada de tener la culpa de no haberlo materializado.

Ana, quien al despertar una mañana que en principio veía muy lejana, se encuentra cumpliendo 40 años, y a través de la visita inesperada de su vieja amiga motivada por dicho acontecimiento, entre recuerdos y sarcasmos cargados de humor, risas y suspiros, hacen un recorrido de la juventud de la cumpleañera, hasta llegar a la gran fecha de los 40.

La Madurez o mejor llámalo Madurescencia

Lo convincente de ambas actrices consiste en el nivel de expresividad que desde el primer minuto de la obra nos envuelve, logrando captar nuestra atención, generando al mismo tiempo una inevitable empatía con los personajes que interpretan; arreglándoselas de una manera fresca y divertida, en cambiar súbitamente sus estados de ánimo: de repente se odian y se quieren, se alaban y se critican, se entristecen y se ilusionan al viajar en el tiempo, entre los recuerdos de la juventud de Ana y los sueños que siendo una niña, dibujaba en lo que planificaba en su futuro.

Particularmente, me pareció que durante todo ese remolino de sensaciones, el reloj corrió tan de prisa, que me pareció rapidísimo que llegara el final de la obra, induciendo a la audiencia a pensar, el que si nosotros fuéramos quienes interpretáramos el papel de Ana, el día en que nos levantamos en nuestro próximo cumpleaños, sin importar la edad que tengamos, en hacer una comparación entre lo que habíamos dibujado años atrás como futuro, y lo que hoy estamos viviendo, pudiéndonos conseguir diferencias importantes, entre lo que creíamos en ese momento de lo que queríamos lograr a ser y lo que hoy somos, del cambio de la imagen que mostraba a donde y con quien queríamos dirigir nuestras vidas y la dirección que decidimos tomar a lo largo del camino. A quienes disfrutarían ver lo gracioso de verse reflejado en los picos anímicos creados por la crisis de los 40, les recomiendo ver la obra “La Madurez o mejor llámalo Madurescencia”, en el Teatro Las Aguas

Karlen Villasmil

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