EL VENDEDOR DE TABACO: Crecer en tiempos de guerra
Este fin de semana, llegó a los cines la adaptación de la novela de Robert Seethaler, El vendedor de tabaco. La cinta nos traslada a la Austria de 1937, donde una circunstancia familiar hace que el joven Franz abandone su pueblo natal, para así labrarse un futuro profesional en Viena. Allí trabajará como aprendiz para el dueño de un estanco. El vendedor de tabaco hace de este lugar el contrapunto perfecto al régimen nacionalista, que fue privando de libertades: traducidas en vicios y placeres, a una población que en su mayoría no mostró resistencia y fue afín al Reich desde el principio.
De la noche a la mañana Austria sucumbe a Hitler, el total de las instituciones y la mayoría de establecimientos ondean banderas Nazis en sus fachadas. Y precisamente a eso juega el film. Ese telón de fondo que a priori es incidental para el desarrollo de la trama y deseo del protagonista, torna en un momento dado para tomar relevancia, adueñarse del joven Franz y quedarse en un primer plano. Las conversaciones intrascendentes, que tiene Franz sobre sus líos de falda con uno de los clientes más famosos del estanco: Sigmund Freud, mudan en una lucha por la prevalecencia de la libertad, una libertad que se vio exaltada debido a una caza de brujas que hizo exiliarse al propio Freud.
Sin embargo la película resulta maniqueísta: es complicado encontrar puntos intermedios. Quizá ese sea su mayor problema, no se moja, toda se lleva a cabo en “lugares comunes”. No digo que sea fácil arriesgarse con un tema tan sensible, pero es que esto ya me lo sé.
El vendedor de tabaco probablemente no sea una gran película, pero sí está por encima de la media y eso es de agradecer. Por momentos algunas de sus imágenes son deslumbrantes, sobre todo con las escenas oníricas, que proponen un pretencioso pero bello ejercicio visual. Esto sumado a un más que correcto reparto: donde destacan Emma Drogunova y en especial el colosal Bruno Ganz; que en paz descanse, origina una propuesta interesante para un amplio público.
Guillermo Asenjo Lara