INFILTRADO EN EL KKKLAN
Spike Lee sigue haciendo lo que debe
Cuando una piensa en Spike Lee sabe que es negro.
Parece una tontería pues para otros directores de su misma raza, la piel no se asocia tanto a su trabajo, pero Spike siempre ha reivindicado su color.
Quizás porque cuando surgió su Haz lo que debas era de los pocos afroamericanos haciendo cine, convirtiéndose entonces en el blanco del blanco Hollywood, donde todavía hay racismo sin campos de algodón.
Han pasado treinta años y treinta de sus películas, pero Spike sigue pinchando por igual, por los derechos de los de-color, sea cual sea la historia a contar.
La que ahora estrena está basada en unos hechos reales setenteros, de esos que parecen de auténtica ficción, aunque nos recuerden poderosamente a la actual ‘America-First’ de Trump.
Infiltrado en el KKKlan narra la operación secreta de un par de policías, que haciéndose pasar uno por otro, lograr llegar a la cúpula de la organización de supremacía caucásica del Ku Klux Klan. Para más inri, uno es un negro novato y el otro, un blanco judío. Parece de coña porque la tiene, pero lo que cuenta Lee no es de broma ni ninguna tontería.
El primer papel de un negro en el cine fue interpretado por un blanco, pintado cual rey Baltasar. De ese Cantor de Jazz a este Infiltrado en el KKKLan hemos visto en la gran pantalla mucha esclavitud, alguna mammy y la Guerra de Secesión, como única reflexión sobre la comunidad negra. Pero cuando llega Spike con su cine de guerrilla, su black power es cercano; mostrándonos la convivencia de distintos inmigrantes entre relatos de camellos, tele-operadoras, abogados y hasta de un líder negro, siendo es@ negrata, tu vecino de al lado.
Y aunque nos cuente una de nazis en el robo de un banco, por supuesto y sin poder evitarlo, nunca faltará en sus películas un@ protagonista afroamericano.
Lo lleva en la piel.
La filmografía de Lee se apoya en la educación, la juventud, las relaciones interraciales, la fiebre sexual y la buena música de su querida América, volviendo a todo ello en tiempos del afro natural, soul, flow y cruces quemadas.
Infiltrado en el KKKLan se mueve entre interpretaciones destacables y secuencias geniales. Como la del baile en la disco con esos cardados infinitos, la del repaso a los famosos personajes negros de ficción en los ‘70, y esa reunión universitaria de l@s Panteras Negras con el puño en alto y en grupo, que de repente y en fondo negro, va transformándose en auténticos retratos de realismo afroamericano; apareciendo sus rostros individuales, flotando en el aire ante su pasado y futuro.
Habría que mencionar al reparto al completo, pues todos y cada están estupendos; las chicas, los policías, los extremistas, los infiltrados, l@s blancos, l@s negros y por supuesto, la pareja de agentes intercambiables, John David Washington (sí, el hijo de Denzel-Malcom X) y Adam Driver, enlazando diálogos cómicos y situaciones absurdas, donde los tonos de piel y ‘brother’ son el quid de la cuestión.
Pudieron ser tal cual, Spike retuerce la trama para demostrar tal verdad; metiendo su puntito de historia al recordarnos en un surrealista visionado, la peli favorita de ese club de fanáticos arios (El Nacimiento de una Nación de Griffin), y narrándonos por boca de Harry Belafonte aquellos linchamientos de Jesse Washington en 1916.
Ha habido otros episodios racistas que son ya leyenda -también otros tantos pro derechos civiles- pero Infiltrado en KKKlan trae a la palestra el origen de una irracionalidad que continua hoy en día. De hecho, su líder (David Duke) sigue dando charlas y es amigo de Trump.
No les digo más. Lo conoceremos al final. Tras uno de esos inquietantes travelling -de creación Lee- con los personajes inmóviles acercándose al meollo del relato; cuando la reflexión de Spike pica más, rozando una peligrosa línea de paralelismo con la realidad de la extrema derecha actual -y esas imágenes del pasado año, con unos coches como armas para estos terroristas de la piel-. Tan brutal, que sólo queda el silencio en los créditos.
La cinta producida por Billy Jordan -director de Déjame salir y un recién llegado al black power cinematográfico con esa vuelta de tuerca al terror-, consiguió el Gran Premio del Jurado en Cannes, comenzando así la temporada de elogios y buenas críticas que podrían incluirle en los próximos Oscar (not SoWhite).
Y es que este fan confeso de Prince, amante de los New York Yankees, que viste como un rapero y no se separa de sus gafas que miran la negra realidad, sigue haciéndolo bien. Muy bien.
Mariló C. Calvo