WONKA: El origen de un mito

Todo gran personaje tiene un origen y Willy Wonka no va a ser menos. El maestro chocolatero creado por Roald Dahl en 1964 vuelve a la pantalla, tras las versiones que protagonizaron Gene Wilder en 1971 en Un mundo de fantasía, y Johnny Depp en Charlie y la fábrica de chocolate, en el año 2005.

Ahora Wonka narra los avatares del personaje desde sus inicios, cuando era un jovencito huérfano, con su madre (Sally Hawkins) siempre presente como un recuerdo que le dé fuerzas para poder llegar a lograr lo que ansía. Porque el trayecto no va a ser fácil, y menos cuando se cruza en su camino Mrs. Scrubbit (Olivia Colman), la mujer que regenta el hostal donde pretende quedarse al menos una noche para investigar el lugar. No tiene dinero pero cuando se haga rico, esa misma noche, le pagará la estancia. Lo que él no sabe es hasta qué punto le va a resultar imposible porque a pesar de que su arte es innegable, hay quienes no hacen sino entorpecer sus pasos para que no obtenga el reconocimiento que merece.

Eso sí, encontrará en la pequeña Noodle (Calah Lane) una aliada, además de una amiga, que le ayudará a ir salvando los obstáculos. Y a ella se sumará un personaje más, un cascarrabias que le sigue con la máxima discreción, o eso cree él… un Oompa Loompa (Hugh Grant) que también tendrá un papel fundamental en la creación del Willy Wonka que llegaremos a conocer cuando ya tenga la fama de la que sabemos que goza.

Timothée Chalamet, como el joven Willy Wonka, cantando uno de los temas de la película

Paul King, director de Paddington, se hace cargo de esta precuela de las cintas de Wilder y Depp que ahora protagoniza una de las mayores estrellas jóvenes del cine, con permiso de Tom Holland: Timothée Chalamet. Aquel chico al que Call me by your name lanzó a la fama y que Dune se encargó de consolidar como actor imprescindible en el actual Hollywood comercial, es, definitivamente, un nuevo rostro para atraer al público a las salas.

Es un intérprete espléndido, capaz de bordar todos los registros. Aquí, en Wonka, incluso canta, y lo hace de maravilla. También la banda sonora le acompaña, porque las canciones son especialmente brillantes, y en su voz suenan a gloria.

Banda sonora, dirección artística, vestuario, el apartado técnico también es llamativo. Reconstruye ese universo terrible salido de Charles Dickens en el que se ve obligado a vivir el joven Wonka, y el contraste con el mundo maravilloso de fantasía que va apuntando su imaginación es magnífico. Dos extremos muy bien recreados.

Pero no muchas cosas más lo son en este Wonka tan irregular. La estructura no termina de funcionar y a escenas muy sobresalientes le siguen otras sin fuerza, sin interés, hasta que vuelve a llegar una que le da ritmo de nuevo a la película. Y ese tramo final tan descompensado no sube la nota general del resultado. Si a eso le sumamos que el Oompa Loompa de Hugh Grant, que debía resultar simpático, en realidad produce rechazo porque su reducción con CGI no le sienta bien, no podemos darle demasiada puntuación a este nuevo acercamiento al conocido personaje.

Eso sí, la continua presencia del chocolate en la pantalla es hipnótica. Uno se pasa el metraje con ganas de que Charlie también nos dé a nosotros algún bombón. Esas descripciones tan suntuosas de sus ingredientes son música para nuestros oídos y si te gusta el chocolate -a quién no, alguna variedad te gustará, blanco, negro o con leche-, querrás probar los que Wonka le va ofreciendo a los habitantes del pueblo. El cine gastronómico suele tener ese efecto, y más tratándose de un postre tan delicioso.

En realidad, más que al género gastronómico, Wonka pertenece al cine de aventuras. Y al musical. Los personajes no se detienen ni un momento en su propósito de averiguar qué está pasando en el pueblo, cuál es la razón por la que es tan difícil que los chocolates de este maestro tengan aceptación más allá de entre los habitantes que se entregan encantados a estos manjares. Y resolver el enigma va a suponer toda una hazaña para Willy y sus amigos. Así que qué mejor que llevarla a cabo cantando.

La idea de la película tiene todos los mimbres para confeccionar un buen largometraje pero el guión, del propio director junto a Simon Farnaby, no acaba de ser todo lo redondo que debiera y sus momentos brillantes no equilibran aquellos que lo son menos, por lo que Wonka no acaba de ser la gran película que esperábamos ver, sólo una con un diseño de producción excelente y unas canciones y números musicales que merecen un aplauso. No es poco, pero tampoco suficiente.

Silvia García Jerez

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