VANIA X VANIA: El acontecimiento teatral del año
Así se ha vendido. ‘Vania x Vania es el espectáculo teatral del año’, cita su marketing. Y algo de verdad tiene esa aseveración. Es un auténtico acontecimiento que podamos ver dos obras basadas en Tío Vania, de Anton Chejov, en dos versiones diferentes en el mismo día, en la nave 11, sala Fernando Arrabal, del Matadero de Madrid. Son las Naves del Español, en las que tiene lugar una producción que unifica al Teatro Español con el Teatro Kamikaze, del que el actor y director Israel Elejalde es uno de sus cuatro fundadores, además de uno de los intérpretes de las dos obras que ahora se representan.
Dos versiones libres, dos versiones pegadas al texto de Chejov, cada una en un tiempo, con los mismos personajes, los mismos actores dando vida a esos personajes, diferentes escenarios para contar lo mismo pero cada una adaptada a su tiempo. Incluso a su espacio: es un experimento teatral apoteósico de dos horas de duración cada uno y en distintos escenarios, aunque sus representaciones tengan lugar en la misma nave. Entras por puertas distintas y lo que te encuentras en una y en otra al sentarte y mirar el decorado que tienes delante no tiene nada que ver.
De hecho, en la Versión 1 de Vania x Vania, el decorado consiste en unas sillas. Nada más. Y marcas en el suelo para que los actores sepan dónde colocarse cuando les toca cambiar de posición. Pero sólo vamos ver unas sillas, que se irán moviendo dependiendo de quienes tengan que intervenir en las diferentes escenas. Silla atrás, el personaje no está en la que se representa en ese instante. Silla delante, sí. Su diálogo con quien corresponda lo corrobora. Sillas en grupo, reunión familiar. Es fácil, pero también tienes que estar acostumbrado a este tipo de dirección escénica en la que todo el decorado está en la cabeza del espectador. No siempre funciona ese minimalismo, a veces resulta tan austero que es ofensivo para quien espera un decorado convencional, pero en este caso, al ser dos obras tan diferencias en su forma, es algo bonito porque es creativo. No hay ni siquiera atrezzo, ya lo pones tú mentalmente con ayuda del texto.
Nada que ver con la Versión 2, la que se representa a continuación, a las 20:30, tras media hora de descanso. En ella ya está todo presente. La casa, la terraza, las mesas, las sillas, el estanque… todo. Es la versión más actualizada, más contemporánea. La que espera el espectador que desea una representación más convencional.
Pero hay que admitir que después de la austeridad de la Versión 1, en la que lo único que tenemos es el texto de Chejov recitado por unos actores en estado de gracia, el decorado de la Versión 2 deslumbra. También es innecesario. Una vez que ya has visto la primera puedes adentrarte en la segunda enfrentándote al mismo sistema de representación. Pero es tan bonito ver la obra en un decorado tan cuidado, tan mimado al detalle… justo lo contrario que en la anterior, que por comparación, por contraste en la profusión de detalles, resulta muy agradable a la vista. Pero el texto, una vez más, no lo requeriría, simplemente se agradece.
Tío Vania es un drama publicado en 1899, una historia de amores pero, sobre todo, de desamores, de personajes enamorados de aquel que no le corresponde o aquel al que, aunque sí lo haga, no puede tener. Vania mismo lo está de Elena, segunda esposa del profesor y cuñado de Vania, quien a su vez, y a pesar de estar casada con él, ama al médico del pueblo. El médico sí corresponde a Elena, pero no pueden estar juntos, por eso Elena, a sabiendas de que su sobrina Sonia está enamorada de él también, trata de alejar al médico de la casa por no poder llevar a buen término la relación. Un culebrón ruso con todos los matices posibles, y por lo tanto, una obra de lo más entretenida por mucho que los prejuicios de quienes no la conocen hagan pensar que al ser rusa y de finales del s. XVIII pueda tratarse de una obra aburrida.
No sólo no es aburrida, es apasionante. Y las dos versiones nos sitúan en tiempos distintos, porque la primera lo hace en el que la obra se escribió, pero la segunda transcurre en una Castilla dentro del tiempo contemporáneo, con referencias a la más rabiosa actualidad, tanto social como política, pero ambas nos plantean los mismos problemas sentimentales, porque en cuanto a los sentimientos la sociedad se sigue comportando de una manera muy parecida. Sigue siendo Igual de conservadora que entonces, por muy modernos que creamos que somos ahora.
Y las dos obras están igual de bien interpretadas por un reparto excelso que borda cada minuto en escena. Javier Cámara, en su nueva incursión teatral tras Los farsantes, en 2022, es el tío Vania que da título al doblete. Eso sí, el elenco es coral y todos los personajes son importantes para la trama, incluido el de Marina, interpretada con brillantez por Manuela Paso, que aparece muy poco pero es un deleite verla cada vez que le toca intervenir para calmar las situaciones que se crean a su alrededor. O al menos para intentarlo.
En las dos obras los actores están sublimes. En la primera, más intensos, más clásicos, con el texto y su talento como único apoyo visual. No hay decorados, tampoco atrezzo, al menos directo (tiene atrezzo pero lo muestra usando inteligentemente recursos técnicos y escénicos que van a dejarnos fascinados), sólo sentimientos sobre el escenario B de la sala Fernando Arrabal, nave 11.
Reproches, reflexiones, preguntas, diálogos fabulosos se dan cita en un espectáculo de primer orden gracias a ellos. Javier Cámara e Israel Elejalde, o lo que es lo mismo Vania y ese médico por el que las mujeres suspiran, van dejando oro sobre las tablas, pero es que Marta Nieto y Marina Salas hacen lo propio con sus respectivos trabajos. Y Juan Codina como el escritor marido de Elena. No puedes elegir, el conjunto merece el aplauso por igual.
También en la sala A, en la segunda representación. A Javier Cámara se le nota tan cómodo que parece estar en el salón de su casa. Pocas veces se aprecia esa frescura en una interpretación, y se agradece. Nada más comenzar la obra relata el sueño que ha tenido haciendo las delicias del patio de butacas. Qué divertido está, cómo conecta con los espectadores y qué bien separa sus dos Tío Vania. Esa actualidad que le confiere al personaje es básica para que nos adentremos de inmediato en el otro tiempo que refleja la obra. Y claro, sus compañeros van a la par para lograr un hito que pocas veces se ve sobre las tablas.
Complicado y agotador. Así tiene que haber sido Vania x Vania desde que surgiera el proyecto. Dos obras cada día. Mismo texto con significantes variaciones. Personajes que deben dejar exhaustos pero que son agradecidos por la complejidad que entrañan y la humanidad que desprenden.
Como espectador también es cansado ver las dos obras seguidas pero es muy satisfactorio porque las comparas en el momento. Son independientes entre sí: se puede ver una y no la otra. A quien vaya a hacer eso aconsejamos ver la primera, la más austera pero la original y la más intensa. Aunque lo que de verdad recomendamos es hacer el programa doble, comprobar las diferencias entre ambas, los matices interpretativos y apreciar la falta de decorado en una y la profusión que tiene el escenario en la otra. Son la misma obra pero son distintas. Y el acontecimiento teatral del año consiste en disfrutarlas las dos, una tras otra. Y en salir extasiado del teatro sabiendo que has visto algo único. Único, brutal y precioso.
Silvia García Jerez