VINCENT DEBE MORIR: Indefensión ante lo desconocido
Si Vincent debe morir en lugar de ser una película francesa fuera norteamericana la habría dirigido M. Night Shyamalan a buen seguro. O producido Jordan Peele, director de Déjame salir o Nosotros y responsable de que Monkey Man, debut en la dirección de Dev Patel dentro de nada vea la luz. Algo así. Porque se nota que tiene ese sello de película de ciencia ficción contemporánea en la que de repente sucede algo extraño que marca la vida del protagonista y de lo que éste, por más que huya, no tiene escapatoria. De hecho, en lugar de que la situación se arregle, va a peor. Porque sí no hay explicación posible para ello no se puede regresar al mundo que conocíamos. Y esa es la seña de identidad del nuevo cine fantástico que nos viene llegando desde hace unos cuantos años.
Vincent debe morir cuenta la historia de Vincent (Karim Leklou), un tipo cualquiera que estando en un día normal en su trabajo, sin más, se ve agredido por un compañero. Le ataca con el ordenador portátil que lleva. Tras curarse la herida, otro día coge turno otra persona de la empresa y le clava un bolígrafo en el brazo. Esto ya es muy raro, aunque después ese mismo tipo le pida perdón. No sabe por qué lo ha hecho, también a él le parece extraño haber actuado así. Y lo que de momento sólo le ocurre en la oficina salta a la vida fuera de ella.
Los ataques comienzan a generalizarse, cualquiera que se cruce con él puede agredirlo, y claro, ante esta escalada de violencia Vincent decide marcharse a casa de su padre. Pero tampoco esa será la solución. Tiene que esconderse de verdad si quiere sobrevivir. Pero, de nuevo, esa no debería ser la solución. Vincent no se resigna, aunque parece que no tiene otra opción. Hasta que conoce a Margaux (Vimala Pons) y las cosas comienzan a tomar otro cariz. A lo mejor no cambian, pero sí cogen otro rumbo que a Vincent le sirve para comprender, a la pequeña escala en que puede entenderse, lo que está pasando y cómo afrontarlo.
Vincent debe morir es una película sencilla, no simple, no confundamos, es una producción no excesivamente costosa, una road movie con el peso de dos actores como personajes centrales, y una serie de secundarios o incluso invitados que pasan por ahí para maltratar al protagonista. Con un guión que te mantiene pendiente de lo que le ocurre y con giros muy lógicos dentro de la fantasía que inunda el relato. Por eso no es simple. Hay que tener mucha inventiva para lograr una historia tan original y para saber contarla bien, sin derrapar nunca y dándole sentido al universo fantástico creado. Un universo sencillo, sin naves espaciales ni marcianos delante de la cámara. Los marcianos aquí son de nuestra especie y hacen cosas raras. Normales para el género, eso sí.
Por supuesto, Vincent no entiende nada. Tampoco el espectador. Está igual de perdido. Acompañamos a Vincent en su periplo, en la locura a la que de repente se ve expuesto. Ataques porque sí. Nos vamos introduciendo más en su odisea y resulta fascinante comprobar cómo Mathieu Naert, el guionista de la película, acierta a cada paso que Vincent da, a cada página en la que su viaje se complica.
Tal vez se atasque en la historia de amor que presenta. Aunque en ella dé claves de cómo funciona su problema, se hace larga, estanca la narración, la detiene y es metraje que pesa, que podría haberse reducido. Le ocurre lo mismo que a American Fiction con la parte de la familia, y al igual que en aquella, aquí es necesario abordar ese lado, aquí sentimental, para comprender la dimensión de lo que le sucede al personaje.
Aún así, es una pega que no empaña el conjunto. Vincent debe morir es una experiencia que ningún espectador amante del cine fantástico ha de perderse. Recuerda a Shyamalan, a Jordan Peele, incluso a Ari Aster. Los autores que han renovado el género son influencias evidentes para los cineastas que deciden contar una historia dentro de él.
Pero Vincent debe morir tiene personalidad propia, una atmósfera de suciedad alejada del glamour del que no se desprenden los autores citados que le sienta de maravilla. La violencia justa, lo desconocido siempre presente, el suspense de con qué se encontrará ahora el protagonista, qué aprenderá acerca de lo que le pasa… todo muy bien contado, todo muy bien expuesto para que formemos parte de ese universo y nos sintamos como Vincent: indefensos ante lo desconocido. Encantados con el acierto que supone descubrir una película como ésta.
Silvia García Jerez
En Vincent